Aunque este artículo va sobre Nietzsche y Buda, permítanme que empiece citando, como no podía ser de otra manera, a Descartes, el cual decía que se puede y se debe dudar de todo, pues para llegar a construir una filosofía válida hay que deshacerse de cualquier prejuicio que tengamos. Por lo tanto, y si hay que dudar de todo, de lo primero que hay que dudar es del mundo que nos rodea y hasta de nuestra propia existencia.
¿Pero cómo construir una filosofía a partir de tal punto en el que no está claro ni que existamos? Descartes lo solucionó con una idea magistral: se puede dudar de todo, del mundo que nos rodea y de la idea que tenemos de nosotros mismos, pero de lo único que no se puede dudar es de la propia duda, de que pensamos, y por lo tanto, existimos cómo mínimo en cuanto sujeto pensante. De ahí su tan famosa aseveración: <<Pienso, luego existo>>.
Pero en seguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, quien lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: «yo pienso, por lo tanto soy» era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.
– El discurso del método, Descartes
¿Quién iba a poder rebatir tremenda aseveración? Aunque otros puntos de su discurso no lograban convencerme, ¿cómo dudar de que existo, cómo mínimo, en cuanto sujeto pensante? Es imposible, simplemente imposible. Es perfecto: pienso, luego existo.
Años más tarde topé con Nietzsche, que en apenas dos párrafos derrumbó el «pienso, luego existo» de tal manera que ya nunca más podría ser reconstruido. Cito:
Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: «cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición `yo pienso’ obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, – por ejemplo, que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto causado por un ser que es pensado como causa, que existe un ‘yo’ y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar, – que yo sé qué es pensar. Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez `querer’ o `sentir’? En suma, ese `yo pienso’ presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que ya conozco en mí, para de ese modo establecer lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un `saber’ diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una `certeza’ inmediata.» – En lugar de aquella «certeza inmediata» en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: «¿De dónde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo, e incluso de un yo como causa, y, en fin, incluso de un yo causa de pensamientos?»
Y prosigue unos renglones después:
En lo que respecta a la superstición de los lógicos: yo no me cansaré de subrayar una y otra vez un hecho pequeño y exiguo, que esos supersticiosos confiesan de mala gana, – a saber: que un pensamiento viene cuando «él» quiere, y no cuando «yo» quiero; de modo que es un falseamiento de los hechos decir: el sujeto «yo» es la condición del predicado «pienso». Ello piensa: pero que ese «ello» sea precisamente aquel antiguo y famoso «yo», eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una «certeza inmediata». En definitiva, decir «ello piensa» es ya decir demasiado: ya ese «ello» contiene una interpretación del proceso y no forma parte de él. Se razona aquí según el hábito gramatical que dice «pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia -». Más o menos de acuerdo con idéntico esquema buscaba el viejo atomismo, además de la «fuerza» que actúa, aquel pedacito de materia en que la fuerza reside, desde la que actúa, el átomo; cabezas más rigurosas acabaron aprendiendo a pasarse sin ese «residuo terrestre», y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño «ello» (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo).
– Más allá del bien y del mal, F. Nietzsche
¿Después de destruir el «yo», qué propone Nietzsche en cambio? El «yo» para Nietzsche no es más que «una estructura social de muchas almas«. Es decir, esa unidad imaginaria que definimos como nuestro «yo», es en realidad un cuerpo en el que se esconde una multitud de instintos y voluntades diferentes, una pluralidad de personalidades en constante tensión, y a esa colectividad encerrada en dicho cuerpo es a la que designamos como «yo».
Al poco tiempo de adoptar esta nueva forma de ver el «yo», comencé mi periplo por el budismo y me topé con el concepto de anatta, que es una palabra de la lengua pali que significa ausencia de alma, de ego o de un «yo» perdurable e independiente. Es, junto a la transitoriedad (Anicca) y al sufrimiento (Dukkha), una de las tres características de la realidad según el budismo. Es decir, según este concepto de anatta, no existe nada ni en el conjunto de nuestro cuerpo-conciencia ni en ninguna de sus partes que pueda ser definido permanente e indivisiblemente como nuestro «yo», no hay ninguna esencia ni alma, ningún espíritu que trascienda nuestro cuerpo.
En el budismo, todo tiene un origen interdependiente, incluido el «yo». De nuestro cuerpo, de sus órganos perceptivos y de lo que perciben, surge la conciencia, y de esta conciencia surge el «yo». Pero dicho «yo» no es un sujeto real que piensa, sino un mero fenómeno surgido en interdependencia con nuestras percepciones.
Aunque pudiera parecer que la postura budista guarda similitudes con lo propuesto por Descartes, pues el «yo» surge del pensamiento, de la conciencia, eso sería caer en algunos de los errores que Nietzsche señala. La mejor manera de ver esto es comparando metódicamente lo expuesto por Nietzsche con el budismo, dividiéndolo en los puntos en los que coinciden, aunque no lo hagan de manera absoluta, con los que no:
Puntos similares entre Nietzsche y Buda:
- El error de suponer que soy yo quien piensa: Pensar es la causa y el efecto es el «yo», aunque este, una vez creado, también tiene capacidad para pensar.
- El error de suponer que tiene que existir algo que piensa: No hay ningún «algo» que piense, sino que los pensamientos surgen de manera interdependiente con la conciencia y las percepciones.
- El error de suponer que pensar es el efecto de un yo que es a la vez causa y efecto: ver punto uno.
- El error de suponer que existe un «yo»: El «yo» es un fenómeno que surge en interdependencia de otros fenómenos, y como cualquier fenómeno, carece de esencia o identidad propia, permanente e indivisible. No hay separación real entre el «yo» y lo que es «no-yo», sino sólo imaginaria.
- El error de suponer que sé qué es pensar: experimento un conjunto de sensaciones surgidos de mis percepciones, y de estas salen ideas. Pero verdaderamente no sé la diferencia entre el pensar, el sentir y el percibir. Creo que se lo que es pensar porque comparo ese estado mental definido como «pensar» con otros estados surgidos en mí, pero dicha comparación es sólo una idea más de las que surgen en mí, y puede que no tenga base real.
- El error de suponer que los pensamientos vienen cuando yo quiero: al no ser el «yo» la causa, automáticamente hemos de aceptar que los pensamientos vienen cuando ellos quieren.
- Estructura social de muchas almas: Ese «yo» es un conjunto (y un producto) de percepciones, sensaciones e ideas, un conjunto de conciencias en constante tensión.
Punto discordante entre Nietzsche y Buda:
- El error de creer en la causa y efecto: aunque respecto a la no causa-efecto del «yo» coinciden Buda y Nietzsche, en general, la creencia en la causa y efecto es un aspecto clave en el budismo, y sin tal relación de causa y efecto la mayoría de axiomas en los que el budismo se basa se derrumbarían.
En otras palabras, no soy un sujeto que piensa, sino un mero flujo de pensamientos que surgen y desaparecen a su antojo, creando a su paso la ilusión del sujeto. Aunque respecto a esto hay un matiz: aunque los pensamientos vienen cuando ellos quieren tal y como Nietzsche señala, una vez tomamos conciencia de ese «yo» irreal y del flujo de pensamientos que lo crea, podemos llegar a controlar tal flujo, lo cual puede parecer contradictorio, pues ¿quién es el que toma conciencia de ese «yo», quién es el que controla tal «flujo»? La respuesta es ese mismo «yo». Deshacernos de la ilusión del «yo» no significa que ese «yo» deje de existir, que nuestra conciencia deje de existir, sino que el mismo «yo», la misma conciencia, es consciente de su impermanencia y de su naturaleza ireal y se observa a sí mismo en tercera persona, autocontrolándose.
Se que el tema puede resultar un tanto complicado de comprender, sobre todo si se explica de manera tan breve como yo lo he hecho aquí y con mi dudosa capacidad de exposición, por lo que intento resumir las conclusiones esquemáticamente de la siguiente forma:
- Descartes:
- La existencia, el «yo», se demuestra a través del propio pensamiento. Mi pensamiento existe, y lo ha debido de crear un «yo» que piense, luego yo existo.
- Nietzche:
- El «yo» no se puede demostrar a través del pensamiento, porque no se a ciencia cierta si hay relación causa efecto entre yo y pensamiento ni el orden de dicha relación si la hay, ni siquiera sé exactamente qué es pensar ni si dicho pensar es una acción que deba tener un sujeto que la realice.
- La unidad que designamos como «yo» es un cuerpo que encierra un conjunto de percepciones, sensaciones e ideas en constante tensión.
- Buda:
- Del cuerpo y de lo percibido surge la percepción, de la percepción surge la conciencia, y de la conciencia surge el «yo». Cuerpo, percepción, fenómenos percibidos, conciencia y «yo» son fenómenos interdependientes. Hay un «yo» con capacidad de pensar, pero este «yo» es creado a partir del propio pensamiento.
- Ese «yo» es un conjunto (y un producto) de percepciones, sensaciones e ideas, un conjunto de conciencias en constante tensión. En ninguna parte de ese conjunto, ni en el conjunto en sí, hay nada que pueda ser designado permanente e indivisiblemente como «yo».
Me despido citando a Hermann Hesse en El lobo estepario:
Y es que, claro, el pecho, el cuerpo no es nunca más que uno; pero las almas que viven dentro no son dos, ni cinco, sino innumerables; el hombre es una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos. Esto lo reconocieron y lo supieron con exactitud los antiguos asiarcas, y en el budismo se inventó una técnica precisa para desenmascarar el mito de la personalidad. Pintoresco y complejo es el juego de la vida: este mito, por desenmascarar el cual se afanó tanto la India durante mil años, es el mismo por cuyo sostenimiento y vigorización ha trabajado el mundo occidental también con tanto ahínco.
@ElBudaCurioso
Referencias:
- Cogito ergo sum (Wikipedia)
- Nietzsche, su «yo» y sus escritos (Mónica B. Cragnolini)
- Nietzsche (Silvana Vignale)
- La enseñanza del no-yo (Bikkhu Bodhi)
- Sobre la no-existencia del yo (Anton Baron)
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junio 5, 2014 a las 12:30 pm
¿Dudosa capacidad de exposición? Te aseguro que lo haces de manera muy clara e interesante. Lo que estoy aprendiendo contigo!!! 🙂
junio 5, 2014 a las 1:09 pm
Muchas gracias Toya!
Me alegro de que te guste.
Un abrazo 🙂
junio 5, 2014 a las 12:52 pm
Hola Buda curioso, a ver como explico esto… uhm… hay algunas cosas que quisiera puntualizar de tu artículo…
Pero hacerlo me llevaría varios artículos… jojo
Uno de ellos está a medio construir ya pero tardará en publicarse. Indica la diferencia entre «Origen dependiente» y causalidad, no son lo mismo, porque el O.D. solo argumenta sobre el AHORA. A continuación te pegaré un extracto de ese artículo (por no inflar demasiado este comentario)
El otro párrafo que me ha llamado la atención es este:
En otras palabras, no soy un sujeto que piensa, sino un mero flujo de pensamientos que surgen y desaparecen a su antojo, creando a su paso la ilusión del sujeto. Aunque respecto a esto hay un matiz: aunque los pensamientos vienen cuando ellos quieren tal y como Nietzsche señala, una vez tomamos conciencia de ese “yo” irreal y del flujo de pensamientos que lo crea, podemos llegar a controlar tal flujo, lo cual puede parecer contradictorio, pues ¿quién es el que toma conciencia de ese “yo”, quién es el que controla tal “flujo”? La respuesta es ese mismo “yo”. Deshacernos de la ilusión del “yo” no significa que ese “yo” deje de existir, que nuestra conciencia deje de existir, sino que el mismo “yo”, la misma conciencia, es consciente de su impermanencia y de su naturaleza ireal y se observa a sí mismo en tercera persona, autocontrolándose.
La respuesta es que no: no puedes llegar a controlar tal flujo de pensamiento, pensar eso es volver a caer en el reificación del yo. Lo que hace el meditador es VER como funcionan las cosas en su experiencia directa y con claridad. Ese VER (sin duda alguna y experimentalmente) es en sí mismo iluminación (Prajna). Ese VER puede traer silencio mental o no, pero desde luego no hay control porque no hay controlador. La consciencia no es un hacedor y nada hace, es un observador y también es impermanente en el budismo (en el advaita, no).
Pasar el concepto de YO del pensamiento a la consciencia, y reificarlo como permanente es lo que arguye el advaita vedanta y casi el único punto de conflicto con el budismo que arguye que radicalmente NO, no hay nada permanente, tampoco la consciencia, no es una entidad y no es permanente segundo a segundo…
Observarse en tercera persona no permite autocontrolarse, ni lo permitirá nunca. Ese es el gran drama del mindfulnesismo y el por qué todo el mundo dice que es tan difícil y cansado… porque es imposible :). El objeto del mindfulnes no es ningún tipo de control sino VER. Pero el ego quiere modificar cosas, por ejemplo el silencio mental y no lo logra… porque el ego no lo va a lograr nunca, el ego es el problema… Cuando no hay ego, se da la paradoja de que nadie «controla» nada y solo es entonces cuando todo se logra.
El midnfulness permite VERSE, lo que surge espontáneamente de ese verse puede ser lo que comentas o no, pero nunca, nunca habrá autocontrol sino origen dependiente de la acción y pensamiento. Incluso en un ser Iluminado completamente.
Cuando una persona sabia te pide algo, por ejemplo que medites así o asá, sabe que tú no tienes control alguno para cumplir con ello, pero con esa petición ha añadido un elemento más al Origen Dependiente de tu meditación, sabe que no hay control pero ha puesto una dependencia más en tu mente. Sabe que eso es todo lo que puede hacerse .
Y luego se sienta a mirar y esperar compasivamente a que la Realidad responda.
Un abrazo y gracias de nuevo por tu excelente blog.
junio 5, 2014 a las 1:10 pm
Guau 🙂
Me lo leo tranquilamente, lo digiero y luego te contesto.
Gracias de antemano por la aclaración. Un abrazo
junio 5, 2014 a las 12:53 pm
Toma, un artículo en exclusiva :p que yo no publicaré hast finales de mes:
Origen dependiente vs causalidad o determinismo
El Origen dependiente (OD) es un concepto budista que intenta describir el funcionamiento de una realidad impermanente en la que no hay entidad estable alguna.
Ya se ha hablado antes de ello, esta teoría explica por ejemplo porque no hay «blanco» intrínsecamente sino que este concepto es fruto de la luz, el material, el ojo, la mente, etc… Sin cualquiera de ellos, no hay «blanco» y aparte de ellos no hay «blanco» alguno al que puedas apuntar.
A veces esta explicación se confunde con el determinismo o causalidad, porque parece que se está intentando explicar mediante «causas» lo que ocurre.
Pero no es el caso.
Primero aclaremos que es el determinismo.
Este es otro intento de explicar la realidad argumentando que lo que pasa ahora es resultado ineludible de lo que pasó antes, debido a unas reglas físicas estrictas. Eso da lugar también a varios conceptos interesantes: que el futuro es potencialmente previsible, que por tanto está «escrito» y es inamovible y que no hay nada «más allá» de las leyes físicas.
Nótese que en el determinismo la clave es que el pasado explica el ahora. Y el ahora define el futuro.
En el O.D. ¿hemos hablado en algún momento de pasado o futuro?
Léelo bien: no, no lo hemos hecho. Solo hemos hablado del AHORA.
Es decir, O.D. es una teoría sobre como el ahora puede ser impermanente y sin entidad fija alguna.
¿Y qué argumenta sobre el pasado o futuro?
Pues nada 🙂
¿Argumenta que el pasado condiciona el ahora? No
¿Argumenta que el ahora define el futuro? No
¿Argumenta que ahora mismo toda la realidad participa en la creación de lo que consideramos entidades aparentes? Sí
De hecho, el budismo como también los sabios advaitas argumentan que la causalidad es una «simplificación excesiva de la realidad provocada por la mente» y basada en un concepto de tiempo también irreal cuyo único soporte es la memoria, es decir también la mente.
La madera una vez reducida a cenizas no puede volver a convertirse en madera. Sin embargo, no debes entender que las cenizas son el futuro de aquello de lo que la madera fue el pasado (*). Lo que necesitas entender es que, cuando la madera persiste en un estado físico de madera, habrá un antes y habrá un después. Aunque haya un antes y un después, hay un ahora que está separado del antes y el después.
Eihei Dogen
(*) Hacer tal cosa volvería a reificar/cosificar la madera como una entidad estable.
junio 5, 2014 a las 4:11 pm
Digerido 🙂
Como dijo Jack el destripador, vayamos por partes:
– Respecto a lo de controlar el flujo de pensamientos:
Quizá ha sido atrevido por mi parte escribir tal cosa, ya que no tengo por costumbre afirmar aquello que no he comprendido a través de la experiencia propia y directa. Me he basado en lo leído (o lo que de tales lecturas he comprendido, mejor dicho) de otros maestros. El primero que me viene a la cabeza al respecto es Yongey Mingyur Rimpoche, aunque volveré a releer sus enseñanzas para no correr el riesgo de atribuirle cosas que no ha dicho.
– Respecto al origen dependiente
Entiendo tu artículo, pero por más que leo, no entiendo en qué contradice lo escrito en el mío, por lo que te agradecería que me señalases qué parte me he debido saltar 🙂
De todos modos, cito a Buddha en el Paticcasamuppadavibhanga Sutta (SN 12,2 {12S2.1.1.2,2} – Discurso con el análisis del origen dependiente) habla por sí mismo:
«Así, monjes, con la ignorancia como condición, las formaciones mentales [llegan a ser]. Con las formaciones mentales como condición, la conciencia. Con la conciencia como condición, el nombre-y-forma. Con el nombre-y-forma como condición, la séxtuple base de los sentidos. Con la séxtuple base de los sentidos como condición, el contacto. Con el contacto como condición, la sensación. Con la sensación como condición, la avidez. Con la avidez como condición, el apego. Con el apego como condición, la existencia. Con la existencia como condición, el nacimiento. Con el nacimiento como condición, la vejez y la muerte, el dolor, el lamento, la pena, la angustia y la desesperanza. Tal es el origen de todo ese montón de insatisfacción.
Pero, con la total desaparición y el cese de la ignorancia, llega el cese de las formaciones mentales. Con el cese de las formaciones mentales, llega el cese de la conciencia. Con el cese de la conciencia, llega el cese del nombre-y-forma. Con el cese del nombre-y-forma, llega el cese de la séxtuple base de los sentidos. Con el cese de la séxtuple base de los sentidos, llega el cese del contacto. Con el cese del contacto, llega el cese de la sensación. Con el cese de la sensación, llega el cese de la avidez. Con el cese de la avidez, llega el cese del apego. Con cese del apego, llega el cese de la existencia. Con el cese de la existencia, llega el cese del nacimiento. Con el cese del nacimiento, también cesa la vejez y la muerte, el dolor, el lamento, la pena, la angustia y la desesperanza. Tal es el cese de todo ese montón de insatisfacción”.
Un abrazo
junio 5, 2014 a las 4:45 pm
Hola, no era mi intención contradecirte, perdona si lo ha parecido sino complementar el texto, quizá fue esa una intención demasiado osada 🙂 pero en todo caso igual que tú no veo que tu texto deba ser contradicho. 🙂
Solo quería clarificar la diferencia entre causalidad y origen dependiente pues a menudo se confunden.
La causalidad necesita de tiempo: esto del pasado, provoca esto del presente o del futuro
Y es falsa porque implica una simplificación excesiva de la realidad pues las causas siempre son infinitas. En el Sutra, el atribuido autor (Buddha) no miente, pero simplifica a efectos didacticos y porque el lenguaje no da para más. Si esto suena a herejía para alguien, ruego me disculpe.
El Origen dependiente sin embargo es atemporal, dice como es que ahora hay algo que llamamos entidad y como ello es debido a los hechos actuales. Nada de pasado y nada de futuro (ejemplo del blanco, debe haber luz, ojo y mente ahora, todo de golpe 🙂 ).
Por eso Dogen dice que el tronco no se convierte en ceniza, por paradójico que parezca. Porque ni hay tronco ni ceniza como entidades.
Uso una metáfora del colega Soh Wei Yu: la primavera no se transforma en invierno. O el tiempo lluvioso no se transforma en tiempo soleado. O la noche no se transforma en día. Porque no son cosas… Solo lo parece… Son conceptos humanos artificiales. Lo que en estos casos parece casi entendible, con las cosas que nos aparecen más sólidas nos parece aún un sin sentido…
Pero si nos lo creemos aún sin verlo del todo tendremos que concluir que si no hay entidades, no hay causalidad posible entre ellas.
No sé si he conseguido explicarme. En todo caso no es muy relevante para la práctica ni la liberación del engaño del Yo (pero sí para la realización Mahayana del vacío Shunyata)
Un fuerte abrazo
junio 5, 2014 a las 5:47 pm
No problem, no te tienes que disculpar de ningún modo, contradigas o no lo aquí expuesto. Los comentarios están para eso, para comentar, da igual si a favor o en contra.
De todos modos, creo que las divergencias en nuestros enfoques pueden basarse en el modo en el que ambos nos acercamos al budismo. Aunque al fin y al cabo se trate de la misma verdad, el diferente enfoque y la gramática complican el entendimiento de la misma. Aunque ni soy un experto en las diferentes corrientes budistas ni me adhiero por completo a ninguna en concreto, mi acercamiento es en general un poco más Theravada. Según lo que leo en tu blog, tu enfoque es más Zen, del cual yo he de reconocer que no he estudiado tanto, pero sí se que hay ciertos asuntos que en ambas corrientes son enfocados de manera un tanto diferente. Pero como digo, no soy un experto, sólo es la sensación que me da. Ya lo dijo Sosan:
¡Palabras! ¡Palabras!
El camino está más allá del lenguaje.
Las palabras nunca pudieron, no pueden ni podrán describir el Camino.
Un fuerte abrazo
junio 5, 2014 a las 3:23 pm
Estimad@:
Si su razonamiento se compone de siete puntos “similares” y uno “discordante”, en lugar de “Nietzsche contra Buda”, quizás hubiera sido mejor escoger alguna otra frase más adecuada para realizar la comparación, como por ejemplo: “La increíble similitud entre el zoroastriano Nietzsche y el budismo”.
Los poderosos bigotes del Superhombre Nietzsche tienen tanta fuerza como los cabellos de Sansón, pero siguen siendo incapaces de ir más lejos que Siddhartha.
La cita de Hesse al final del post es un reflejo de todo lo anterior escrito. Quizás porque Hesse vino al mundo después de todo aquello, y por consiguiente, cuenta con toda esa experiencia detrás.
Hesse, en su búsqueda personal, ha devorado (con apetito feroz) toda filosofía occidental, para posteriormente, continuar con la oriental. Del mismo modo lo ha echo Nietzsche (y todos los demás anteriores a él), y del mismo modo lo hacemos hoy muchos de los occidentales que “buscamos”.
“El lobo estepario” es (desde mi humilde punto de vista) la cumbre más alta de todo occidente. Pero como usted sabe, las montañas más altas del mundo se encuentran en oriente y allí moran muchos “Budas curiosos” que han llegado, si cabe, aún más alto.
Por esta razón, si me permite un modesto consejo, no pierda el tiempo con Nietzche, solo conseguirá rebanarse los sesos sufriendo innecesariamente. Disfrute con Hesse y cuando acabe, “Viaje a Oriente”…
Saludos cordiales
Gonzalo Wuwei
junio 5, 2014 a las 3:55 pm
Estimado Gonzalo Wuwei,
Verdaderamente, es muy bueno el consejo que me da de olvidarme de Nietzsche, disfrutar de Hesse y viajar a Oriente.
Respecto a lo del título, lo de «contra» viene motivado con anterioridad, pues el post pertenece a una serie de artículos en los que comparo algunos puntos de la enseñanza Budista con la filosofía de Nietzsche. Pero sí, le doy la razón en que quizá no es el título más adecuado.
Y sí, también coincido con usted en que «El lobo estepario» es la cumbre más alta de todo occidente. O como mínimo, una de ellas.
Saludo cordiales
Antonio
junio 27, 2014 a las 1:03 am
Hola. De antemano aclaro que tengo 17 años, así que mi respuesta no sera del todo «profesional», además aclaro que respeto su idea, pero no la comparto. Donde estoy en desacuerdo es en «no pierda el tiempo con Nietszche, solo conseguirá rebanarse los sesos sufriendo innecesariamente». Considero que es cierto, Nietszche no se le puede poner bajo la categoría «lectura ligera», pero no por eso a de ser dejado de lado. La fuerte crítica que el hacia a la religión, la moral y prácticamente todas las bases con las que «construye» el ser humano las hacía con un propósito (e incluso si Nietszche solo las expreso por darse el lujo de hacerlo, la sociedad [sus lectores] le termina dando un propósito). Una de sus muchas afirmaciones era «Hay que destruir para construir» y si uno reflexiona en esta frase, ¿Qué mejor bola de destrucción que el sufrimiento? De hecho, sin la existencia o posibilidad de sufrir no tendría ninguna utilidad o trascendencia el budismo, no tendríamos la necesidad de buscar una respuesta para encontrar la felicidad, de hecho, probablemente, ni siquiera existiría el concepto de felicidad. Considero que la filosofía de Nietszche debe ser tomado como un poderoso explosivo para todos esos grandes edificios que ha construido la sociedad en honor a la mediocridad, a la falta de un sentimiento de superación (palabras de Nietszche) y por sobre todo, en honor a «evitar el sufrimiento a toda costa».
El budismo pone como principal búsqueda «apartarse/eliminar» el sufrimiento y por consecuencia encontrar la Felicidad. Pero inclusive el mismo budismo (habló del Zen) ha reflexionado numerosas veces sobre lo «erróneo» que es imponerse como objetivo «ser feliz», la practica de la meditación debe ser llevada a cabo sin un propósito, sin una meta, (aun cuando la meta sea el Nirvana). Después de todo, el imponerse una meta y no lograrla, solo nos trae, sufrimiento. (Samsara)
Todo lo anterior lo pongo como base para contradecir «…sufriendo innecesariamente» con la siguiente afirmación (pregunta). Si uno nunca sufre, incluso de manera «no necesaria», ¿para que buscar no querer sufrir, si, no se sufre?
junio 5, 2014 a las 3:24 pm
Hola amigo. Muy interesante argumentación, muy chévere como decimos en Venezuela. Sólo quisiera agregar dos cosas:
a) Como antropólogo, efectivamente debo dar fe de la presunción de que el llamado «yo» se constituye de una incalculable red de significados que abarca la misma cantidad indeterminable de esferas (en un sentido gnoseólogico) de sentido. Para ello quisiera traer a la discusión dos autores, los semióticos Charles Pierce y Yuri Lotman. El primero nos habla -como lo han hecho todos los semióticos y semiólogos desde Saussure, y antes que él San Agustín y otros-, que el signo (lo que se piensa) jamás constituye la cosa a la que se refiere, la cual en sí misma es carente de significados, y cuando mucho se podría aceptar que es en sí un sentido inmanente que no puede ser totalmente expresado mediante el lenguaje; se trata más bien de una experimentación, lo que se acerca a Nietzsche cuando se refiere a las sensaciones, percepciones, etc. Asimimos, este mismo autor nos habla del «interpretante», el cual consiste justamente en esa red de significados construidos convencionalmente por la cultura día a día y que actúan a modo de filtro para de forma operativamente «eficaz» interpretar la realidad. Justo aquí entra la argumentación de Lotman, éste expresa que dicha red de significación son algo así como una bañera (la metáfora es mía) repleta de burbujas, todas están en contacto unas con otras, algunas de interpenetran, otras se fusionan por completo, pero lo más importante es que todas son, juntas. En el plano individual, y de modo más claro, una persona puede ser un músico y al mismo tiempo disfrutar de la literatura fantástica y el ocultismo, ser taoísta, gustarle el surf, ser empleado en una oficina que organiza subastas de artículos de arte, vive en un lugar específico del mundo, se conecta a internet poco o mucho, se reune usualmente a conversar con otras personas en tal o cual lugar, etc.; siempre siendo participe de la construcción de significados correspondientes a distintas esferas de sentido, constantemente. Hasta aquí nos referimos entonces a ese «yo» que realmente es profundamente social, aunque también individual dado la particularidad de la historia de vida personal de cada sujeto, estamos claros. Ahora,
b) Como budista zen, una persona que convive con una sangha (comunidad de praticantes) y que medita constantemente, te digo esto: ese «yo» social pero también individual es lo que llamamos ego, y lo consideramos una ilusión. Nuevamente en términos antropológicos y semióticos, dado que no expresa de ninguna manera la cosa en sí, la cual es antes que todo una experimentación y nada más. Las argumentaciones (significaciones) no son más que el intento de poner en palabras e imágenes la experiencia, y al hacer esto se pierde algo ¿casi todo? No lo creo, pero bastante sí. Por otro lado, la meditación al constituir un proceso de vaciamiento de significados te permite por momentos experimentar la ausencia total de ellos, el «Yo» simplemente siendo, sin nubes ni velos. Ese «Yo» en el budismo es todo lo que hay, siempre fue y siempre será, un «Yo» que se encuentra antes de un «yo» y un «tu», «nosotros» y «ellos». Ya ahí no hay más nada, es todo lo que es, nada que buscar, nada que atrapar, nada que perseguir, nada por lo que sentir más angustia, fin del asunto. De todas maneras uno igual tiene su vida diaria en todas esas distintas esferas que cambian constantemente (a lo que podríamos llamarle fenómenos), se interactúa en ellas como parte de la vida pero ya es posible notar conscientemente cómo el «Yo» superior, anterior, actúa y se manifiesta en ese pequeño «yo». Vale decir que es muy bueno hablar de ello, intentar explicarlo pero jamás sustituirá la certeza de la experimentación consciente.
Un abrazo gente buena, saludos a todos tus lectores y mis más sinceros respetos y agradecimientos. Javier.
Gassho
junio 5, 2014 a las 4:15 pm
Estimado Javier,
Muchas gracias por el excelente comentario. Lo releeré mas tarde con la tranquilidad que se merece, pues no es precisamente ligero 🙂
Un gran abrazo.
Antonio
junio 5, 2014 a las 5:37 pm
Tus reflexiones me recordaron Nishitani en «La religión y la nada». Si no lo haz leído, tal vez te interese: https://www.dropbox.com/s/axvxedme2vl6fl0/124243853-Nishitani-Keiji-La-religion-y-la-nada-1982.pdf
Saludos.
junio 5, 2014 a las 5:48 pm
Muchas gracias por el enlace. Tiene muy buena pinta.
A leer! 🙂
junio 6, 2014 a las 5:47 pm
Buda Curioso, me has hecho un lío 🙂 no es tu culpa, es que todo esto del yo que piensa y el yo que observa al que piensa nunca he terminado de entenderlo. Me quedo con el párrafo final de Hesse aunque sigo sin saber si hay yo o es una ilusión.
junio 7, 2014 a las 9:01 am
Jaja 🙂
Es normal hacerse un lío, parece todo un trabalenguas.
Un abrazo
junio 7, 2014 a las 10:08 am
Me voy a hacer un mai de dos papeles, a ver si mengua la cefalea que me tortura. No me presentes nunca a tu camello, pero enhorabuena por tu blog….Eres un crack!! Salud.
junio 7, 2014 a las 10:37 am
Jaja, tranquilo, te comprendo 😉
Muchas gracias, un abrazo
junio 7, 2014 a las 10:43 pm
Vaya, es verdaderamente un juego de grandes ligas que los lectores de a pie como la suscrita no tendrá suficiente vida para entender, por lo pronto hasta: » El “yo” es un fenómeno que surge en interdependencia de otros fenómenos, y como cualquier fenómeno, carece de esencia o identidad propia, permanente e indivisible. No hay separación real entre el “yo” y lo que es “no-yo”, sino sólo imaginaria.», me hace reflexionar en cuanto a que me he formado en la fe católica y para nosotros existe un YO superior que todo lo abarca y que permanece en nosotros a través del Espíritu Santo, nada hay sin El, ni fuera de Él, donde el mismo es cambio, movimiento constante, y de esta forma, todo es posible,..