Desde que tengo este blog, algunas personas me preguntan por Twitter, mail y demás medios qué pueden hacer para empezar a meditar, para mejorar su meditación, para evitar tal o tal problema mientras meditan, etc.. Aunque he repetido a lo largo de mis post por activa y por pasiva que no soy ningún gurú budista ni de la meditación, ayudo a todo el que me pregunta con mucho gusto contando lo que a mí me funciona y lo que no.


Por eso he decidido resumir algunas de las preguntas más frecuentes en una serie de post. Las preguntas de este primer post son la siguientes:

No consigo relajarme
El ruido me distrae
No puedo dejar la mente en blanco

Te recomiendo, antes de nada, que te pases por la sección de meditación si no lo has hecho ya. O pásate por Bosque Theravada, donde encontrarás multitud de información al respecto.

Puedes ver la segunda parte de este artículo aquí: Consejos para la meditación (y II)

– No consigo relajarme:

Si no te relajas, quizá sea porque estás intentando relajarte. Sí, suena contradictorio, pero esto es como con el sueño: cuando estás en la cama y no eres capaz de dormirte, mientras más piensas en dormirte e intentas hacerlo, más te desvelas.

Cada persona es un mundo: a muchos les funciona a la perfección centrarse en su respiración para relajarse, respirando con naturalidad y enfocando toda su atención a dicha respiración. A mí, por el contrario, esto me produce que acabe respirando de manera totalmente forzada, casi hiperventilando, y más nervioso aun de lo que empecé.

Hay dos causas por las que yo no consigo relajarme: una es la falta de actividad corporal y la otra algún problema mental.

En cuanto a la primera causa, tiene fácil solución: muévete. Es normal que algunas personas no sean capaz de relajarse cuando llevan todo el día sentados sin hacer nada, pues cuerpo y mente necesitan un poco de actividad. Sal de tu vida sedentaria y muévete un poquito.

En cuanto a la segunda, con problema mental debemos entender cualquier estado que nos cause cierto desasosiego, ya sea por algún problema que nos atormente o por algún pensamiento positivo que nos sobreestimule. Ante esto hay dos opciones:

  • Centramos nuestra atención en otro punto: intentamos olvidarnos de aquello que nos produce desasosiego enfocándonos en otro punto, ya sea otro pensamiento o algún objeto como nuestra propia respiración, el sonido que nos rodea, etc… (Leer Atención a la mente)
  • Intentamos solucionar o quitar importancia a la causa de nuestro desasosiego: cada persona y cada problema requieren de un modo diferente de hacerlo. A mí me funciona el budismo, aunque explicar esto sería salirse un poco del tema. (Leer El deseo y el sufrimiento)

– El ruido me distrae

A todos nos ha pasado: intentamos relajarnos y concentrarnos en algo y en ese momento el vecino del 5ºB decide que es el momento idóneo para taladrar.

No luches contra lo inevitable: si tiene que haber ruido, lo habrá, y en la mayoría de las ocasiones habrá poco o nada que puedas hacer para evitarlo.

De hecho, si lo intentas, sólo conseguirás distraerte más y enfadarte. En vez de esto, aprovecha la situación para concentrarte precisamente en el ruido.

Quizá lo del vecino con el taladro no haya sido buen ejemplo, pues no se trata precisamente de un ruido agradable, pero tampoco necesitamos exclusivamente ruidos agradables. Necesitamos alguna percepción que capte nuestra atención y hacia donde vamos a dirigir toda nuestra concentración.

No intentamos adivinar de dónde procede, qué lo causa ni nada por el estilo. Simplemente vamos a centrar nuestra atención en nuestra percepción sobre él. Vamos a usarlo como objeto sobre el que concentrarnos. (Leer Otros modos de atención)

¿Y qué pasa cuando no sólo quiero concentrarme, sino que quiero meditar sobre algún asunto concreto? Bueno, no tengo una solución inmediata para eso, aunque te diré que el haber usado tantas veces el ruido como objeto de la meditación me ha inmunizado en cierta medida contra el mismo. O quizá no me haya inmunizado, pero sí que ha aumentando mi concentración y mi capacidad de orientar esta hacia donde yo elija.

– No puedo dejar la mente en blanco

¡Gracias a Dios que no puedes! El día que consigas dejar la mente totalmente en blanco, sin pensar en nada, probablemente estés muerto o te hayas convertido en un zombi.

La actividad natural de nuestra mente es pensar, por lo que dejar de pensar es, además de una tontería, antinatural. Cuando leemos de algún maestro que debemos «detener todo pensamiento» o cosas por el estilo, no nos lo tomemos al pie de la letra. Lo que tratan de decirnos, o lo que yo creo que tratan de decirnos, es que no intentemos crear esos pensamientos de manera voluntaria. Los pensamientos aparecerán a su antojo, especialmente en mentes poco entrenadas, pero en nuestras manos está el darles juego o dejar que desaparezcan. Es decir, cuando intentamos meditar y nos acordamos de algo o algún pensamiento nos asalta, simplemente debemos no ocuparnos de él, no desarrollarlo.

Para eso de los recuerdos, lo mejor es tener boli y papel al lado, pues habrá veces que antes o mediante tu meditación recuerdes: «¡¡¡no se me puede olvidar tal o tal cosa!!!». Automáticamente, una parte de tu mente ya solo se centrará inevitablemente en mantener tal recuerdo y en imaginar lo que pasaría si lo olvidas. Apúntalo, y deja que el papel recuerde por ti, liberando así tu mente.

Quizá con mucho entrenamiento sí que podamos alcanzar un dominio mental tal, que consigamos un estado sereno mental supremo en el que cualquier pensamiento desaparece. Pero hasta ahora, yo ese estado ni lo he alcanzado ni lo he pretendido, por lo que ni puedo hablar del mismo ni se si existe. Sí que he leído al respecto, pero de todos modos estaríamos hablando en tal caso de meditación avanzada, cosa que no nos ocupa en este post.

Si tienes alguna duda o pregunta, estaré encantado de ayudarte.
Puedes ver la segunda parte de este artículo aquí: Consejos para la meditación (y II)

@ElBudaCurioso