<<- Bien, entonces, ¿qué más quieres?
– Quiero más. No estoy contento con ser feliz, no he sido creado para ello, no es mi sino. Mi determinación es lo contrario>>*
Es un tópico, pero es verdad: nacemos y estamos condenados a morir.
Menos evidente para muchos, pero no menos verdad: nacemos y estamos condenados a la insatisfacción, al sufrimiento, al estrés, etc…
Y sin embargo, vivimos como si nunca fuésemos a morir, y sufrimos como si no tuviese remedio.
En la muerte no pensamos. Aunque todos sabemos que existe, y que cualquier día nos toca encontrarnos con ella, subconscientemente estamos, o queremos estarlo, seguros de que no va a ser mañana, ni pasado, sino algún día en el lejano futuro. Tan lejano, que no no importa. Tan lejano, que casi que a mí no me toca. Además, ¡qué tristeza vivir pensando en la muerte!
El sufrimiento no lo paliamos. Vivimos creyendo que el sufrir es el opuesto de la felicidad, del bienestar, y de que consiguiendo ésta desaparece aquél. Pero ni ambas cosas son opuestas, ni nada de lo mundano nos consigue esa ansiada felicidad o bienestar. Al menos, no eternamente. Hay de hecho quien dice que «la felicidad no existe, sino que sólo existen los momentos agradables». El opuesto del sufrir es el no-sufrir, y el no sufrir sólo se alcanza renunciando a la felicidad, por contradictorio que suene.
Todo aquello que anhelamos porque creemos que nos va a proporcionar cierta felicidad o bienestar, nos proporciona también sufrimiento, pues se sufre mientras se anhela el conseguirlo, se sufre mientras se lucha por conseguirlo, se sufre cuando ya se tiene por lo que cuesta mantenerlo, por el miedo a perderlo, se sufre una vez lo perdamos, etc… además, mientras se tiene, nos preguntamos: ¿cuán feliz soy ya? ¿cuánto dura esto? Y no estoy hablando sólo de bienes materiales, sino de cualquier cosa que anhelemos, ya sea tangible o intangible.
Y esa es precisamente la clave: el anhelo. Anhelamos no morir y anhelamos no sufrir, pero en vez de aceptar y ser conscientes de la inevitable muerte y de poner fin al sufrimiento, intentamos evadirnos de ambas cosas con pasatiempos. Las ignoramos, o lo intentamos, pero ambas cosas llegan.
Pasa el tiempo y buscamos mantenernos ocupados a toda costa, incluso con tareas que nos disgustan. Trabajo, pareja, familia, amigos, enemigos, estatus, dinero, coche, viajes, hobbies, etc… Odiamos el aburrimiento porque no soportamos estar a solas con nosotros mismos. Cuando no estamos ocupados con algo o con alguien, corre el riesgo de tener que ocuparnos de nosotros mismos, corre el riesgo de tener que iniciar una conversación con nosotros mismos. Algunos lo llaman pensar.
Y ese pensar no es una tarea fastidiosa si esos pensamientos los ocupan los pasatiempos de los que hablo, pero en cuanto nos olvidamos de esos pasatiempos, en cuanto nos ocupamos realmente de nosotros y de los temas vitales fundamentales, sin más condimentos… bueno, entonces la cosa se complica, porque es entonces cuando puede que de una vez tomemos conciencia de que todo este chiringito es impermanente, y eso es bastante deprimente.
La cuestión es que, una vez que tomamos verdadera conciencia de esa impermanencia, una vez que tomamos verdadera conciencia de la muerte, una vez que tomamos verdadera conciencia de nuestra insatisfacción, entonces es cuando empezamos a darnos cuenta del sinsentido de todo lo que anhelamos, pues comprendemos que toda felicidad es aparente y efímera, y que por el contrario, la insatisfacción, el sufrimiento y el estrés son permanentes y reales. Cuando comprendemos esto es cuando renunciamos al anhelo. Y renunciando al anhelo, renunciamos a aquello que nos proporciona esa aparente felicidad. Renunciando a esa aparente felicidad, renunciamos a toda la insatisfacción que indirectamente supone.
Sin anhelo, sin felicidad, sin sufrimiento, somos libres. Sin felicidad no hay sufrimiento, y sin sufrimiento no hay felicidad. Ambos términos, felicidad y sufrimiento, no son opuestos sino complementarios, y al liberarnos escapamos de la unidad que forman.
* Cita de El lobo estepario, de Hermann Hesse
mayo 26, 2014 a las 11:51 pm
Es un precioso trabalenguas. Y muy cierto!!! Me encanta leerte, ya lo sabes, pero hoy has ido un paso más allá.
mayo 28, 2014 a las 7:49 am
Gracias, me alegro de que te haya gustado 🙂
mayo 27, 2014 a las 10:01 am
Bonita reflexion, aunque a veces dificil de poner en practica
mayo 28, 2014 a las 7:50 am
Gracias 🙂
Sólo se trata de metalizarse.
mayo 27, 2014 a las 11:40 pm
La propuesta se parece a flotar y cuando estamos lográndolo, hay quienes pretenden tener el poder de jalar el hilo ¡¡¡!!!y bajarnos????? pero, aprendí a flotar, dejar pasar a aquellos que gustan de contener, de controlar, son los que verdaderamente están viviendo el infierno y es lo que pretenden compartir…es us mundo ditirambo…
mayo 28, 2014 a las 7:51 am
Me alegro de que lo veas así 🙂
Un abrazo
mayo 28, 2014 a las 12:57 am
Reblogueó esto en Danesa por ahora. Y luego ya veremos.
mayo 28, 2014 a las 9:56 am
Ya me diras alguna idea para intentarlo
Buen dia
mayo 30, 2014 a las 10:27 am
Perdona por la tardanza en contestar, no había visto tu comentario :/
Te recomiendo que te leas este artículo: las ventajas de la meditación activa
Si no era a eso a lo que te referías, dímelo y quizá te pueda ayudar.
Un abrazo
mayo 30, 2014 a las 11:29 am
Gracias
junio 12, 2014 a las 2:47 am
Alguien tenía que decirlo…
Gracias por compartir.
¡Miau!
febrero 11, 2015 a las 12:27 am
¿Y no será el budismo otro pasatiempo de esos?