A aquellos que se hayan educado en el cristianismo no les debe sonar raro: hay cielo e infierno, y tras la muerte, en función de nuestros actos, iremos a uno u otro lado. En el budismo hay algo parecido, los reinos o planos de la existencia.
Y es que según el budismo, hay diversos planos de la existencia en los cuales los seres están condenados a renacer eternamente. Entre estos planos, que son 31 en total si contamos sus subdivisiones, son seis los principales: el plano humano, animal, de los dioses, semidioses, espíritus hambrientos y el de los habitantes de los infiernos.
Cada uno de esos planos o reinos de la existencia ofrece condiciones diferentes de vida, y en función del karma acumulado que se tenga de vidas pasadas, se renacerá en un plano o en otro (ver más en El kamma y el renacimiento, de Bosque Theravada).
Esta visión cosmológica puede sonar demasiado mística en occidente. ¿Cómo afirmar que existen tales planos? ¿Es posible renacer como animal o como Dios? ¿Existe acaso el renacimiento?
Hay sin embargo una explicación mucho más pragmática o psicológica para tales planos de la existencia budista. Cito a Sogyal Rimpoché, que paradójicamente es un erudito de una de las tradiciones más místicas del budismo, el budismo Tibetano:
Contemplando el mundo que nos rodea, y nuestra propia mente, podemos comprobar que decididamente existen los seis reinos. Existen en la manera en que inconscientemente permitimos que nuestras emociones negativas proyecten y cristalicen reinos enteros a nuestro alrededor y definan el estilo, la forma, el sabor y el contexto de nuestra vida en esos reinos. Y existen también interiormente, bajo la forma de las distintas semillas y tendencias de las diversas emociones negativas que operan en nuestro sistema psicofísico, siempre dispuestas a germinar y crecer según lo que influya en ellas y el modo en que decidamos vivir.
Examinemos cómo algunos de estos reinos se proyectan y cristalizan en el mundo que nos rodea. La principal característica del reino de los dioses, por ejemplo, es la ausencia de sufrimiento; es un reino de belleza inmutable y éxtasis sensual. Imaginémonos a los dioses: surfistas altos y rubios que pasan ociosamente el tiempo en playas y jardines bañados de sol, escuchando el tipo de música que prefieren, embriagados por toda clase de estimulantes, absortos en la meditación, el yoga, el ejercicio físico y toda clase de métodos de autoperfeccionamiento, pero sin esforzar nunca el cerebro, sin afrontar ninguna situación complicada o dolorosa, sin ser nunca conscientes de su verdadera naturaleza, tan anestesiados que nunca perciben cuál es realmente su condición.
Si da la impresión de que el reino de los dioses podría estar situado en algunas partes de California y Australia, quizá el de los semidioses se materializa cada día en las intrigas y rivalidades de Wall Street o en los insidiosos pasillos de Washington y Whitehall. ¿Y el reino de los espíritus hambrientos? Existe allí donde la gente, aunque sea inmensamente rica, no se da nunca por satisfecha, está siempre anhelando hacerse con el control de esta o de aquella empresa, dando expresión a su codicia en litigios ante los tribunales. Conecte cualquier canal de televisión y entrará de inmediato en el mundo de los semidioses y los espíritus hambrientos.– El Libro Tibetano de la Vida y la Muerte, Sogyal Rimpoché
También Piya Tan hace una interpretación similar al respecto:
Una forma útil de interpretar estos reinos, es considerarlos como estados psicológicos que nos oprimen. De este modo, un asura [semidiós] es un ser de tipo demoníaco, violento, que siempre está sopesando a otros con la finalidad de utilizarlos para obtener poder, placer, o satisfacción (lo que nos recuerda a una persona abusiva, desalmada y autoritaria.)
Un animal, psicológicamente, es una persona que conduce un ciclo de vida predecible, que consta de comer, dormir, cazar, buscar pareja, reproducirse y morir. Esta persona es inconsciente de las carnadas y los anzuelos, y por eso es atrapada y engañada con facilidad. Casi nunca piensa, y debido a esto puede ser explotada, maltratada, e incluso consumida con facilidad.
Un ser de los infiernos, psicológicamente, es una persona que vive en una situación prolongada de violencia, matanza, pérdida y dolor. Esta persona nace en una zona de guerra, literalmente en un entorno explosivo, perdiendo miembros y muriendo prematuramente al recibir bombas, disparos, o por asesinato. Los hombres bomba tienden a estar en este reino.
Un espíritu ambriento, psicológicamente, es alguien adicto a algo, pero al igual que todos los adictos, nunca encuentra satisfacción (A menudo es representado en el arte religioso con estómagos enormes, con cuerpos delgados y planos como una hoja, y con bocas del tamaño de la punta de un alfiler.) Las personas adictas al sexo, a la comida, a los placeres, a las bebidas, a los cigarros, o quienes coleccionan cosas irreflexivamente, serían habitantes de este reino. (¡Los que coleccionan e intercambian estampillas o cosas por el estilo, en general no entran en esta categoría!)– Revisioning Buddhism, Piya Tan, traducción de Jorge Contreras: Espíritus ambrientos
@ElBudaCurioso
julio 8, 2014 a las 7:33 am
Interesante, yo sí creo en el karma y en la reencarnación. Vivamos proyectando luz! Un abrazo y feliz día.
julio 8, 2014 a las 6:38 pm
Interesante. Desde el zen, he escuchado: si crees que eres ahora la misma persona que fuiste cuando entraste al cuarto, entonces significa que has reencarnado.
Saludos.
julio 9, 2014 a las 5:35 pm
Perdón que no haya contestado antes. La verdad es que leí el comentario ayer y desde entonces me ha dado mucho que pensar 🙂 Nunca lo había visto desde ese enfoque, muy interesante.
Saludos y gracias
julio 27, 2014 a las 2:53 pm
Reencarnamos todo el tiempo. No hay nada novedoso en ello. Por eso dice: si CREES que eres AHORA ….. la que FUISTE… Creo que que es un hermoso juego, deja de creer, deja der ser el pasado, deja de ser el futuro. Se ahora, se aquí. No allá donde entraste, no allá donde no estas. Se aquí y ahora. Entonces estarás libre del pasado, del futuro, de reencarnar. Serás libre, serás eterna…
julio 17, 2014 a las 11:04 pm
En el tratado “Pararse y ver” de Chih-I se describen diez estados de existencia. El libro es de budismo chan, un poco enrevesado. Las formas de la existencia, según Chih-I son: demonio, fantasma, animal, titán, y ser humano (que se subdivide en seis formas diferentes, de las cuales una parece ser la forma de los devas). Entiendo lo que significa demonio y fantasma pero no sé a qué se refiere el libro con titán. Es una categoría que no encuentro en el theravada (aunque me falta mucho por leer, así que no es raro que no la haya encontrado todavía).
Por otro lado, lo que he aprendido de los Jatakas de Buda intercalados como comentarios en el Dhammapada es que los demonios, los fantasmas hambrientos y los devas son seres humanos en otro estadio evolutivo. Claro, ya no son seres humanos, pero la esencia vital es humana, de alguna manera. Cuando Buda narra las existencias anteriores de los fantasmas, de los demonios, y de los devas, resulta que todos fueron seres humanos en otra existencia. Esto es interesante porque significa que estos seres no son diferentes ontológicamente de nosotros en el sentido en que imaginamos el asunto en Occidente, acostumbrados como estamos a la imaginería judeo-cristiana.
julio 27, 2014 a las 2:47 pm
Todos los seres materiales e inmateriales somos parte del Uno, del Todo. No hay forma de escapar de eso. La consciencia es la clave. Baja consciencia te lleva al infierno que no es otra cosa que sentirte separado y luchando contra todo. Es una guerra de egos casi 7 mil millones de egos en este planeta. SIn duda hay guerra.
El cielo es la pureza de tu ser, fundirte de nuevo, saber que el ego es ilusión.Y entonces se acaba la guerra, miras a tu alrededor y te das cuenta que este es el paraiso, tantos años buscando y aquí estaba. Solo que no lo podía ver, sentir.
Demonios, devas, angeles, todos son creaciones de la misma consciencia, en diferentes manifestaciones. Hay tantas manifestaciones del Ser.
Si queremos comprender el infinito que nos rodea, hay que encontrar primero el infinito de nuestro interior. Comprendete y comprenderas.