atención al cuerpo – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com Blog sobre budismo, meditación, y otros Sat, 26 Sep 2020 13:04:42 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.5.3 https://elbudacurioso.com/wp-content/uploads/2018/12/cropped-7879b-img-photo-art-765828819-32x32.jpg atención al cuerpo – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com 32 32 Diario de práctica: atención al cuerpo (y II) https://elbudacurioso.com/2014/07/25/practica-atencion-cuerpo-y-ii/ https://elbudacurioso.com/2014/07/25/practica-atencion-cuerpo-y-ii/#comments Fri, 25 Jul 2014 08:25:17 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=850 Continuación del segundo artículo perteneciente al diario de práctica del Satipatthana Sutta. Prosigo describiendo los últimos dos entrenamientos de la contemplación al cuerpo. En la primera parte de este artículo puedes consultar los otros entrenamientos. 4. Contemplación del cuerpo a través de... Seguir leyendo →

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Continuación del segundo artículo perteneciente al diario de práctica del Satipatthana Sutta.
Prosigo describiendo los últimos dos entrenamientos de la contemplación al cuerpo. En la primera parte de este artículo puedes consultar los otros entrenamientos.
4. Contemplación del cuerpo a través de los elementos

«Además, monjes, el monje revisa este mismo cuerpo, en cualquier lugar o posición en que se encuentre, como consistente en los elementos de esta manera: ‘He aquí, en este cuerpo están: el elemento de la tierra, el elemento del agua, el elemento del fuego y el elemento del aire’. Al igual que un hábil carnicero o su aprendiz, que mata a una vaca y, dividiéndola en partes, se sienta con ellas en el cruce de los caminos, de la misma manera el monje revisa este mismo cuerpo, en cualquier lugar o posición en que se encuentre, como consistente en los elementos de esta manera: ‘He aquí, en este cuerpo están: el elemento de la tierra, el elemento del agua, el elemento del fuego y el elemento del aire».

Parecido al entrenamiento de la repugnancia en el cuerpo que ya comenté en el anterior post, consiste en ser consciente de los elementos que forman el cuerpo. Según el budismo, son cuatro los elementos fundamentales: tierra (elementos sólidos), agua (elementos líquidos), fuego (definidos según cada tradición de manera un tanto diferente: radiaciones, energía, calor corporal, etc..), y aire (elementos gaseosos).
Todo lo que somos o creemos ser está formado por esos cuatro elementos. Aunque creamos tener un cuerpo al que consideramos como unidad, no se trata más que de la conjunción de todos estos elementos, aunque esto quizá lo explico mejor en este artículo sobre la vacuidad.
Aunque dije que iba a realizar este tipo de meditación sin apoyarme en otro texto más que el Sutta, tenía cierta dificultad interpretando este tipo de entrenamiento, por lo que he busqué algo de información y encontré este mensaje de No-YO en el foro de Bosque Theravada (el mismo No-Yo autor de El budismo en un gráfico), del cual transcribo un extracto:

Durante mi último retiro en Wat Bonyawad, la postura de meditación que más estuve practicado fue caminando. Y hubo un día que, sin buscarlo intencionadamente, mi percepción se redujo a cuatro elementos:
– El esqueleto, y el suelo al contactar con el talón. Pero no como formas concretamente definidas, sino como una sensación abstracta de solidez.
– El sudor que me corría por debajo de la ropa y la flexibilidad de los músculos, como líquido.
– El calor de mi cuerpo, el dolor de espalda (de tanto barrer y de dormir en el suelo), el movimiento de mi cuerpo, y la voluntad de moverlo.
– El aire que respiraba, el que me rodeaba, y la sensación de espacio.
Así estuve durante un buen rato, alternando entre la observación de esos cuatro elementos (no percibia los detalles en concreto, si no su elemento básico de manera abstracta), hasta que de repente dejé de notar diferencia entre el aire de mis pulmones y el aire que me rodeaba. Era como si no estuviesen localizados en lugares diferentes, como si la sensación habitual de distancia/espacio disminuyese de intensidad y parte de mi cuerpo desapareciese (solo me sentía las piernas, al contrario que Rambo). Casi al miso tiempo, dejé de percibir mi respiración. Podía intuir vagamente si estaba inspirando o expirando, pero no podía sentir el movimiento de la respiración, ni mi voluntad de respirar. Mantuve la calma y la concentración, puesto que ya estaba avisado de que eso puede ocurrir, y entonces vino lo mejor de todo: ¡mi dolor de espalda, de piernas, y el agobio del calor se desvanecieron por completo! Tenía una sensación de calor en las zonas del cuerpo que antes me dolían, pero nada de molestia. Dejé de preocuparme de esos cuatro elementos, de la no-respiración, ¡incluso de la volición de caminar!, y seguí caminando con esa paz durante casi dos horas más.
Tengo que confesar que siempre me había parecido algo infantil, primitiva, y simplista esa clasificación de los cuatro elementos tierra-aire-fuego-agua, y nunca le había prestado gran atención. Pero no se como, sin quererlo ni buscarlo, de repente se convirtió en el objeto de mi meditación, y además me llevó a dejar de percibir el dolor. Que curioso.

Aunque no he llegado a experimentar lo mismo, pues me falta práctica, mi entrenamiento ha ido en la misma dirección que No-Yo comenta, la de percibir los cuatro elementos en mi cuerpo. Como ya he comentado en otras partes de esta serie de post, no trato de imaginarme tales elementos, sino de percibirlos, de ser consciente de ellos.
5. Sección con las nueve formas de contemplación del cuerpo en el cementerio

«Además, monjes, el monje compara este mismo cuerpo con el cuerpo arrojado al suelo del cementerio, muerto desde hace un día, o dos días, o tres días; hinchado, lívido y putrefacto de esta manera: ‘Este cuerpo mío tiene la misma naturaleza, alguna vez será igual a aquel cuerpo y no está exento de este destino».

Quizá a algunos les pueda resultar un poco tétrica este tipo de meditación, pero lo cierto es que funciona genial si queremos llegar a ser verdaderamente conscientes de la realidad impermanente en la que vivimos, de lo efímera de nuestra vida y de la realidad de la muerte. Además, en mi opinión, nos ayuda a ver todo el proceso de morir de una manera mucho más natural, a familiarizarnos con él.
Es un tipo de meditación que podemos hacer en muchos momentos del día, de manera activa. Por ejemplo, en la televisión vemos cadáveres cada vez que ponemos las noticias: víctimas de cualquier guerra o cuerpos enfermos y famélicos que mueren por escasez de recursos en algún lugar de África… cada vez que veas dichas imágenes, piensa que esos cuerpos están hechos de lo mismo que el tuyo, y que el tuyo probablemente acabe también así. Quizá no fruto de una guerra o del hambre como los que has visto, pero acabará también inertes, inmóviles y presa de la descomposición y putrefacción. O prueba a meditar usando a los ancianos como objeto de comparación: cada vez que veas a alguien al que por su edad le cueste moverse, cuya piel esté arrugada, su mente un tanto no tan fresca como en otros tiempos, con dolores, etc… piensa que, si no mueres antes, tu vas a acabar igual. Su cuerpo está hecho de lo mismo que el tuyo, y ambos tienen el mismo destino.
No sé si este tipo de meditación puede deprimir a algunas personas, pero lo cierto es que tanto el morir como el envejecer son dos procesos inevitables y nada hay que puedas hacer contra ello. Ante esto tienes dos opciones: o ignoras tal hecho o lo asimilas. Si lo ignoras, muerte y vejez van a seguir ahí, pero te pillarán desprevenido. Si lo asimilas de manera consciente, habrás dado un gran paso, pues serás plenamente consciente de la transitoriedad de la vida, lo cual te ayudará a dar la importancia que cada cosa se merece. Es decir, habrás aceptado que vas a morir, que todos vamos a morir, que todo es transitorio, y que en dicho tránsito pocas son las cosas que verdaderamente importan. Lo empiezas a ver todo como algo más natural, ni triste ni alegre, simplemente natural. Es así y punto, ni hay nada que hacer para cambiarlo ni pretendes cambiarlo.
Me despido con unos versos de Jorge Manrique al respecto de esta transitoriedad de la que hablo (ver más en Budismo y poesía española)

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

@ElBudaCurioso

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Diario de práctica: atención al cuerpo (I) https://elbudacurioso.com/2014/07/11/practica-atencion-cuerpo/ Fri, 11 Jul 2014 07:21:48 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=809 Segundo artículo perteneciente al diario de práctica del Satipatthana Sutta. “De esta manera mora contemplando el cuerpo como cuerpo internamente, o mora contemplando el cuerpo como cuerpo externamente, o mora contemplando el cuerpo como cuerpo de ambas formas: interna y externamente. Mora... Seguir leyendo →

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Segundo artículo perteneciente al diario de práctica del Satipatthana Sutta.

“De esta manera mora contemplando el cuerpo como cuerpo internamente, o mora contemplando el cuerpo como cuerpo externamente, o mora contemplando el cuerpo como cuerpo de ambas formas: interna y externamente. Mora contemplando la naturaleza del surgimiento en el cuerpo, o mora contemplando la naturaleza del cese en el cuerpo, o mora contemplando ambas cosas: la naturaleza del surgimiento y la naturaleza del cese en el cuerpo. O, estando consciente de que ‘he aquí el cuerpo’, simplemente se establece en él en la medida necesaria para un conocimiento descubierto y la atención consciente. Y mora con independencia, no apegado a nada en el mundo. Es así, monjes, cómo el monje mora contemplando el cuerpo como cuerpo».

Tras practicar la contemplación del cuerpo mediante la respiración, he continuado enfocando mi atención hacia el cuerpo entero de la siguiente manera:
Para no repetir lo básico (postura, lugar y tiempo), te recomiendo que te leas el primer post (Diario de práctica: respiración) o los consejos sobre la meditación I (y II).
1. Atención general al cuerpo:
Sentado, con las piernas cruzadas y la espalda recta, he comenzado cada sesión de meditación con la práctica ya indicada de la respiración, hasta entrar en un estado de calma y concentración adecuado. Una vez que la mente estaba serena, me he quedado quieto, cómodamente sentado, intentando no iniciar ningún pensamiento ni dar continuidad a aquellos que la mente creaba de manera involuntaria o subconsciente, enfocando mi atención hacia el cuerpo.
¿Cómo se enfoca la atención hacia el cuerpo? Con los ojos cerrados o medio abiertos, dependiendo del día, he intentado ser plenamente consciente de la postura de mi cuerpo, de dónde se encontraba sentado, de las sensaciones que éste sentía, de cómo mi pecho se movía al respirar, de cómo mis pies se entumecían tras estar mucho tiempo sentado, de cómo el culo se me dormía o molestaba cuándo la superficie sobre la que me sentaba no era lo suficientemente cómoda… No sólo sentir todo esto, sino ser plenamente consciente de ello, es decir, concentrar toda la atención de que seas capaz en ello, sin caer en valoraciones, imaginaciones ni ningún otro pensamiento voluntario.
Si estaba lo suficientemente relajado y concentrado, llegaba a sentir una especie de cosquilleo bastante agradable y curioso en partes aleatorias del cuerpo, generalmente de la cabeza, así como el bombeo sanguíneo a las diferentes extremidades. Si el lugar en el que me encontraba era lo suficientemente silencioso, llegaba a sentir incluso el latir del corazón… o bueno, quizá no fuese el corazón, sino los conductos sanguíneos que pasan cerca del oído.
Sentado, sereno, plenamente consciente de que este es tu cuerpo y estas son sus sensaciones. Durante este momento, que es eterno, no existe nada más que la consciencia que posees de tu cuerpo, del espacio que ocupa y de lo que siente…
Me encanta este tipo de práctica. Además de increíblemente sencilla, algunos de los frutos que da son instantáneos: pocas veces había alcanzado tales estados de serenidad. Y la prueba es el tiempo: si las piernas no se me duermen antes, fácilmente sobrepaso la hora casi sin darme cuenta.
2. Atención activa al cuerpo:
Ya lo comenté en Las ventajas de la meditación activa, no todo meditar debe hacerse sentado. Buda nos lo dice así:

«Cuando el monje camina, entiende: ‘estoy caminando’; cuando está de pie, entiende: ‘estoy de pie’; cuando está sentado, entiende: ‘estoy sentado’; cuando se recuesta, entiende: ‘estoy recostado’; o entiende cualquier otra postura que asume su cuerpo. […]
Además, monjes, el monje es uno que actúa con discernimiento cuando camina hacia adelante y cuando retorna; que actúa con discernimiento cuando mira hacia adelante y cuando mira hacia otro lado; que actúa con discernimiento cuando recoge y cuando extiende sus miembros; que actúa con discernimiento cuando viste su hábito y cuando lleva su hábito exterior y el cuenco; que actúa con discernimiento cuando come, bebe, mastica y saborea; que actúa con discernimiento cuando camina, está de pie, cuando se sienta o se acuesta a dormir, cuando se despierta, cuando habla o cuando permanece en silencio».

De modo que durante cualquier acto del día, desde que me levanto hasta que me acuesto, intento actuar con plena consciencia. Vale que no lo consigo por completo, pero lo intento.
No se trata de volverte medio autista enfocando la atención continuamente sólo a tu cuerpo olvidándote de todo lo demás, o de autonarrarte mentalmente cualquier cosa que haces. Esto, además de inútil y poco realizable en la vida cotidiana, no es lo que Buda decía. Simplemente, entiendo, se trata de prestarte un poco más de atención, no de perder la consciencia de lo ya dicho antes: que este es tu cuerpo y esto es lo que siente, que estoy realizando tal o tal tarea, y que mientras tanto estoy sintiendo tal o tal cosa…
 
La mente divaga libre la mayor parte del día, y eso es normal. Lleva toda la vida haciéndolo, y no va a cambiar de repente, pero poco a poco podemos ir entrenándola para canalizar la atención hacia donde queramos y alcanzar cierta serenidad. Mientras más practico, menos me cuesta dirigir la atención hacia donde yo quiero. Como dice Geshe Chekawa en El adistramiento de la mente en siete puntos, «si puedes practicar incluso cuando estás distraído, significa que estás bien entrenado». Y si en algún momento no se puede, pues no se puede y punto, nos lo tomamos con humor, nos damos una pausa y proseguimos en otro momento.
¿Y cual es el objetivo de tanto autoobservarse? Según tengo entendido, el comprender de primera mano las tres características de la realidad que el budismo nos describe: falta de ser o esencia propia, transitoriedad y sufrimiento, aunque sobre esto ya escribiré en otro momento.
3. Repugnancia hacia el cuerpo:
La verdad es que mucho antes de haber leído el Satipatthana Sutta, ya había leído sobre este tipo de meditación de algún maestro tibetano (creo que a través de un libro del Dalai Lama), aunque no lo recuerdo bien. También lo había leído de manos de Stephen Batchelor, en su libro Confesión de un ateo budista, en el cual nos cuenta como los monjes tibetanos (él también lo era) le prescribieron tal tipo de meditación para calmar su deseo sexual.
No creo que haga falta mucho comentario acerca de este tipo de práctica, pues Buda lo deja bastante bien claro:

«Además, monjes, el monje revisa este mismo cuerpo desde la planta de los pies hacia arriba y desde la punta de la coronilla hacia abajo, envuelto en piel y lleno de diferentes clases de impurezas, de esta manera: ‘He aquí que en este cuerpo hay cabellos, vellos, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, médula ósea, riñones, corazón, hígado, membrana, bazo, pulmones, intestinos, mesenterio, comida no digerida, excremento, bilis, flema, pus, sangre, sudor, grasa, lágrimas, linfa, saliva, moco, sinovia y orín’. Al igual que un saco de provisiones con la abertura en ambos extremos, lleno de diversas clases de grano, tales como el arroz de la colina, arroz rojo, frijoles, guisantes, mijo y arroz blanco, estuviera siendo examinando por un hombre con buena vista de esta manera: ‘este es el arroz de la colina, arroz rojo, frijoles, guisantes, mijo y arroz blanco’; de la misma manera, monjes, el monje revisa este mismo cuerpo… lleno de diferentes clases de impurezas de esta manera: ‘He aquí que en este cuerpo hay cabellos, vellos, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, médula ósea, riñones, corazón, hígado, membrana, bazo, pulmones, intestinos, mesenterio, comida no digerida, excremento, bilis, flema, pus, sangre, sudor, grasa, lágrimas, linfa, saliva, moco, sinovia y orín.»

Quizá el único consejo que puedo dar sea que mirar un atlas de la anatomía humana antes ayuda…
Por cierto, para los que tengan curiosidad: a Stephen Batchelor no le funcionó. Dejó el monacato tibetano y se hizo monje zen, pero a los años volvió a dejarlo y se casó con su actual esposa, la cual por aquel entonces también era monja zen. Pero que conste que aunque la meditación era la misma o similar, el objetivo que perseguía era diferente.
Continuará…
@ElBudaCurioso
 

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