felicidad – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com Blog sobre budismo, meditación, y otros Sat, 26 Sep 2020 13:04:44 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.5.3 https://elbudacurioso.com/wp-content/uploads/2018/12/cropped-7879b-img-photo-art-765828819-32x32.jpg felicidad – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com 32 32 ¿Qué supone para mí el budismo a día de hoy? https://elbudacurioso.com/2014/07/30/que-supone-para-mi-budismo/ https://elbudacurioso.com/2014/07/30/que-supone-para-mi-budismo/#comments Wed, 30 Jul 2014 20:47:04 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=863 Si echo la vista atrás, caigo en que ha pasado ya más de un año que llevo metido «de lleno» en esto del budismo, leyendo y estudiando textos de las diferentes tradiciones, practicando meditación, participando en foros, leyendo a otros bloggers con... Seguir leyendo →

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Si echo la vista atrás, caigo en que ha pasado ya más de un año que llevo metido «de lleno» en esto del budismo, leyendo y estudiando textos de las diferentes tradiciones, practicando meditación, participando en foros, leyendo a otros bloggers con intereses similares y demás… pero, ¿en qué ha cambiado mi vida desde entonces? ¿qué es para mí el budismo hoy en día?
Como ya he dicho en otras ocasiones, ni me adhiero a ninguna tradición budista en concreto ni soy ningún experto en la materia, por lo que todo lo aquí escrito es una mera reflexión personal de un practicante que ha leído y estudiado las enseñanzas de diversos maestros de diferentes tradiciones, principalmente al propio Buda, y de las cuales ha sacado sus propias conclusiones.
¿Qué es el budismo, para mí, hoy en día? 
Digo «hoy en día» porque al fin y al cabo esto es un continuo aprender, por lo que puede que mañana mi visión sea distinta.
Las enseñanza budistas abarcan un sin fin de temas, pero si tuviese que resumir el budismo en una frase, citaría uno de mis textos budistas de cabecera, el Adiestramiento de la mente en siete puntos, diciendo que toda enseñanza budista pretende la reducción del ego y del ensimismamiento, pues de la reducción del ego dependen el resto de enseñanzas budistas.
¿Qué es eso de la reducción del ego?
Si el ego se reduce o se elimina, se reduce o elimina también la diferencia entre el «yo» y el resto del mundo, entre lo que a ese «yo» le agrada y le disgusta. Y no habiendo diferencia entre el «yo» y el resto del mundo, crece la empatía y la compasión y, lógicamente, disminuye el egoísmo; no habiendo ya agrado o desagrado, no hay deseo ni aversión; y no habiendo ni deseo, ni aversión ni egoísmo, no hay sufrimiento, pues nada se desea ni nada se rechaza.
¿Cuál es la lógica de todo lo anterior?
No hay ningún «yo», puesto que no hay ningún alma ni ningún otro fundamento que me defina como ser independiente de manera infinita. Este cuerpo tiene un origen y tendrá un cese, no había nada antes de él que existiese como «yo» ni lo habrá después. El «yo» es un producto mental, una mera ilusión. De nuestros sentidos y de lo que experimentan surge la conciencia, y de esta surge el «yo». No hay separación real entre nuestro «yo» y el resto del mundo, y el ignorar tal característica es uno de nuestros principales problemas. (Leer Anatta, por Ajahn Brahmavamso).
Es decir, claro que existe un «yo», pero de manera impermanente. En mi caso se llama Antonio Sánchez, tiene una cara y un cuerpo determinado, una determinada historia, una determinada conciencia del mundo, un determinado carácter, unos determinados gustos y aversiones, etc… Pero todo ese cúmulo de características considerado como «yo», ese Antonio Sánchez, no existía antes de la conciencia o de la mente que hoy en día lo concibe, ni existirá tras el cese de ésta, e incluso mientras ésta existe, dicho «yo» cambia continuamente. Ese «yo» es fruto de dicha conciencia, de dicha mente, no habiendo nada en ninguna parte de este cuerpo, si lo redujera en tantas partes como fuese posible, que me defina permanentemente como algo independiente del resto del mundo. Tanto la ausencia de «yo» (Anatta, en lengua Pali) como la impermanencia (Anicca) son dos de las tres características de la realidad según el budismo.
Al estar apegados a la falsa ilusión de un «yo», y al discriminar por tanto entre ese «yo» y el «resto del mundo», distinguimos entre lo que a ese «yo» le gusta y lo que no, lo que le hace bien y lo que no, lo bueno y lo malo, los amigos y los enemigos. De la distinción surge el apego, la aversión y la indiferencia. Nos apegamos a aquello que nos agrada, a lo que queremos tener, a lo que queremos ser, a la propia idea del «yo», a la vida misma… Este apego es la causa de nuestro sufrimiento (entendido en un sentido amplio como cualquier sensación mental de desagrado o de intranquilidad), pues sufrimos cuando queremos algo y no lo tenemos, cuando luchamos por conseguirlo, cuando ya lo tenemos por miedo a perderlo, cuando lo hemos perdido, sufrimos cuando tenemos lo que no queremos, etc… Ignoramos que cualquier cosa o estado mundano al que aspiremos sólo nos puede proporcionar, como mucho, una alegría o estado placentero efímero. Este sufrimiento (Dukkha, en lengua Pali) es la otra característica de la realidad según el budismo.
Y a partir de aquí, podría extenderme largamente. Habiendo comprendido estas tres características, Anata, Anicca y Dukkha, sólo se trata de ser plenamente consciente de ellas, constantemente, pues la mera sabiduría no basta, sino que hay que cultivar nuestra mente para que vea la realidad de tal forma. Y aquí es donde entra en juego la meditación, y por supuesto, el Noble Óctuple Sendero.
Todo esto está muy bien pero, ¿ha cambiado esto mi vida en algo?
Enormemente. Y sigue cambiando, cada día un poco más, de manera casi imperceptible. Por supuesto no siempre progresando, ya que a veces la duda o la inconstancia entran en juego viéndome obligado a retroceder.
Me bastan dos palabras para describir el cambio: tranquilidad mental. Claro que me queda ego, y mucho, que sigo siendo presa del apego por lo mundano y que sigo experimentando sufrimiento: la diferencia está en el cuánto. El simple hecho de ser consciente de la ausencia del «yo», del sufrimiento y de su causa hace que te enfrentes a la vida de forma diferente. Es imposible medir cuánto ego, apego o sufrimiento he reducido, pero me basta con saber que se ha reducido, y la prueba de ello es, como digo, la estabilidad o tranquilidad mental. El miedo a la incertidumbre del futuro, el remordimiento por el pasado, la ansia por conseguir o por mantener algo, el intento de controlar cada aspecto de mi vida, etc.. todo este tipo de estados mentales de intranquilidad se han reducido enormemente, de manera que hoy en día observo cómo cosas que en otro tiempo me hubiesen causado angustia o estrés, las acepto o las dejo ir sin más, sin atisbo de intranquilidad o desagrado (o casi). Aunque todo esto ya lo expliqué de pasada en Ventajas de la meditación activa.
¿Pero estoy haciendo lo correcto?
Probablemente algunos piensen que estoy haciendo algo mal, que mi práctica no es la correcta o que he malinterpretado cualquier concepto. Ante tal cosa yo respondo con pragmatismo: a mí me funciona, y por lo tanto sigo por mi camino. Me funciona en tanto en cuanto me reporta un estado de paz mental como nunca antes había tenido.
Ya sé que abuso mucho de las citas, y para no perder la costumbre, me despido con una en relación a lo comentado de la paz mental, sacada del texto Notas desde mi cabaña de Monje:

La gente quiere poder y autoridad para que nadie los menosprecie, ni a ellos ni a sus familias. Pero los ricos tienen demasiadas preocupaciones, y los pobres demasiadas envidias. Si dependes otros en cualquier sentido, si no eres autosuficiente, entonces esos otros te poseen. Incluso cuando ayudas a un extraño, si sientes cualquier afinidad hacia tal persona, estás infringiendo la independencia de tu propio espíritu. Por una parte, es difícil mantener la independencia mientras se vive de acuerdo a las convenciones sociales, pero por la otra, si tales convenciones no se siguen, corres el riesgo de parecer un loco. Y no importa ni dónde viva ni lo que hagas, en este corto periodo de vida que te ha sido dado tu objetivo principal debería ser el alcanzar la paz mental, pero esto parece algo imposible para la mayoría de los humanos.

 
@ElBudaCurioso

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Pasatiempos https://elbudacurioso.com/2014/05/26/pasatiempos/ https://elbudacurioso.com/2014/05/26/pasatiempos/#comments Mon, 26 May 2014 21:50:27 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=618 <<- Bien, entonces, ¿qué más quieres? – Quiero más. No estoy contento con ser feliz, no he sido creado para ello, no es mi sino. Mi determinación es lo contrario>>* Es un tópico, pero es verdad: nacemos y estamos condenados... Seguir leyendo →

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<<- Bien, entonces, ¿qué más quieres?
– Quiero más. No estoy contento con ser feliz, no he sido creado para ello, no es mi sino. Mi determinación es lo contrario>>*

Es un tópico, pero es verdad: nacemos y estamos condenados a morir.
Menos evidente para muchos, pero no menos verdad: nacemos y estamos condenados a la insatisfacción, al sufrimiento, al estrés, etc…
Y sin embargo, vivimos como si nunca fuésemos a morir, y sufrimos como si no tuviese remedio.

En la muerte no pensamos. Aunque todos sabemos que existe, y que cualquier día nos toca encontrarnos con ella, subconscientemente estamos, o queremos estarlo, seguros de que no va a ser mañana, ni pasado, sino algún día en el lejano futuro. Tan lejano, que no no importa. Tan lejano, que casi que a mí no me toca. Además, ¡qué tristeza vivir pensando en la muerte!
El sufrimiento no lo paliamos. Vivimos creyendo que el sufrir es el opuesto de la felicidad, del bienestar, y de que consiguiendo ésta desaparece aquél. Pero ni ambas cosas son opuestas, ni nada de lo mundano nos consigue esa ansiada felicidad o bienestar. Al menos, no eternamente. Hay de hecho quien dice que «la felicidad no existe, sino que sólo existen los momentos agradables». El opuesto del sufrir es el no-sufrir, y el no sufrir sólo se alcanza renunciando a la felicidad, por contradictorio que suene.
Todo aquello que anhelamos porque creemos que nos va a proporcionar cierta felicidad o bienestar, nos proporciona también sufrimiento, pues se sufre mientras se anhela el conseguirlo, se sufre mientras se lucha por conseguirlo, se sufre cuando ya se tiene por lo que cuesta mantenerlo, por el miedo a perderlo, se sufre una vez lo perdamos, etc… además, mientras se tiene, nos preguntamos: ¿cuán feliz soy ya? ¿cuánto dura esto? Y no estoy hablando sólo de bienes materiales, sino de cualquier cosa que anhelemos, ya sea tangible o intangible.
Y esa es precisamente la clave: el anhelo. Anhelamos no morir y anhelamos no sufrir, pero en vez de aceptar y ser conscientes de la inevitable muerte y de poner fin al sufrimiento, intentamos evadirnos de ambas cosas con pasatiempos. Las ignoramos, o lo intentamos, pero ambas cosas llegan.
Pasa el tiempo y buscamos mantenernos ocupados a toda costa, incluso con tareas que nos disgustan. Trabajo, pareja, familia, amigos, enemigos, estatus, dinero, coche, viajes, hobbies, etc… Odiamos el aburrimiento porque no soportamos estar a solas con nosotros mismos. Cuando no estamos ocupados con algo o con alguien, corre el riesgo de tener que ocuparnos de nosotros mismos, corre el riesgo de tener que iniciar una conversación con nosotros mismos. Algunos lo llaman pensar.
Y ese pensar no es una tarea fastidiosa si esos pensamientos los ocupan los pasatiempos de los que hablo, pero en cuanto nos olvidamos de esos pasatiempos, en cuanto nos ocupamos realmente de nosotros y de los temas vitales fundamentales, sin más condimentos… bueno, entonces la cosa se complica, porque es entonces cuando puede que de una vez tomemos conciencia de que todo este chiringito es impermanente, y eso es bastante deprimente.
La cuestión es que, una vez que tomamos verdadera conciencia de esa impermanencia, una vez que tomamos verdadera conciencia de la muerte, una vez que tomamos verdadera conciencia de nuestra insatisfacción, entonces es cuando empezamos a darnos cuenta del sinsentido de todo lo que anhelamos, pues comprendemos que toda felicidad es aparente y efímera, y que por el contrario, la insatisfacción, el sufrimiento y el estrés son permanentes y reales. Cuando comprendemos esto es cuando renunciamos al anhelo. Y renunciando al anhelo, renunciamos a aquello que nos proporciona esa aparente felicidad. Renunciando a esa aparente felicidad, renunciamos a toda la insatisfacción que indirectamente supone.
Sin anhelo, sin felicidad, sin sufrimiento, somos libres. Sin felicidad no hay sufrimiento, y sin sufrimiento no hay felicidad. Ambos términos, felicidad y sufrimiento, no son opuestos sino complementarios, y al liberarnos escapamos de la unidad que forman.

* Cita de El lobo estepario, de Hermann Hesse

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