anatta – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com Blog sobre budismo, meditación, y otros Sat, 26 Sep 2020 13:04:44 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.5.3 https://elbudacurioso.com/wp-content/uploads/2018/12/cropped-7879b-img-photo-art-765828819-32x32.jpg anatta – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com 32 32 Reflexiones de Ajahn Chah https://elbudacurioso.com/2014/08/13/reflexiones-de-ajahn-chah/ https://elbudacurioso.com/2014/08/13/reflexiones-de-ajahn-chah/#comments Wed, 13 Aug 2014 06:42:58 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=910 Usted es su propio maestro. Estar buscando maestros no puede resolver sus propias dudas. Investíguese a sí mismo para encontrar la verdad – adentro, no afuera. Lo más importante es conocerse a sí mismo. Ajahn Chah Subhatto (Chao Khun Bodhinyanathera)... Seguir leyendo →

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Usted es su propio maestro. Estar buscando maestros no puede resolver sus propias dudas. Investíguese a sí mismo para encontrar la verdad – adentro, no afuera. Lo más importante es conocerse a sí mismo.

Ajahn Chah Subhatto (Chao Khun Bodhinyanathera) (Thai:ชา สุภัทโท ) (17 de junio de 1918 – 16 enero de 1992) fue uno de los grandes maestros de meditación del siglo XX, con mucha influencia en el budismo Theravāda y la tradición tailandesa del bosque.
A continuación recojo una breve selección sus reflexiones.
 
Sobre la vida y la muerte:
Nuestro nacimiento y muerte son una sola cosa. No se puede tener uno sin el otro. Resulta curioso observar cómo, frente a la muerte, las personas están tan llorosas y tristes y frente al nacimiento tan felices y alegres. Es una falsa ilusión. Creo que si usted realmente quiere llorar, sería mejor hacerlo cuando alguien nace. Llore al principio, debido a que si no hubiese nacimiento no habría muerte. ¿Puede entender esto?

¿Por qué nacemos? Nacemos para no tener que nacer otra vez.
Cuando uno no comprende la muerte, la vida puede ser muy confusa.
 
Sobre el Dhamma (la enseñanza del Buda; la verdad última);
Si el cuerpo pudiese hablar, estaría diciéndonos todo el día; «Tú no eres mi dueño ¿sabes?». En realidad nos lo está diciendo todo el tiempo, pero en el idioma del Dhamma, de modo que no estamos capacitados para comprenderlo.
¿Qué es el Dhamma? No hay nada que no lo sea.
¿Cómo enseña el Dhamma el modo adecuado de vivir? Nos muestra cómo vivir. Tiene muchas maneras de mostrarlo —en las piedras, en los árboles o solamente frente a usted. Es una enseñanza, pero no con palabras. Por lo tanto, serene la mente, el corazón, y aprenda a observar. Encontrará al Dhamma revelándose en su totalidad aquí y ahora. ¿En qué otro momento y lugar va a buscarlo?
 
Sobre la Impermanencia:
Las condiciones existen a partir de los cambios. Usted no puede impedirlo. Sólo piense: ¿podría usted exhalar sin inhalar? ¿Eso haría que se sienta bien? ¿O sólo puede inhalar? Queremos que las cosas sean permanentes, pero eso no puede ser. Es imposible.
¿Qué es lo que podemos dar por cierto? Nada. No hay nada mas que sensaciones. Surge el sufrimiento, se queda, y luego se va. Entonces la felicidad reemplaza al sufrimiento –sólo eso. Fuera de ello no hay nada. Sin embargo, somos personas perdidas corriendo y aferrándonos a las sensaciones continuamente. Las sensaciones no son reales, sólo los cambios.
 
Sobre la meditación:
No piense que sólo sentándose con los ojos cerrados usted practica. Si piensa de esta manera, entonces cambie rápidamente su forma de pensar. La práctica sostenida consiste en mantener la atención plena en cada postura, ya sea sentado, caminando, parado o acostado. Cuando deja de estar sentado, no piense que está saliendo de la meditación, sino que sólo está cambiando de postura. Si piensa así, tendrá paz. Dondequiera que se encuentre, tendrá esa disposición de práctica constantemente. Conservará una continua atención plena dentro de usted mismo.
Por supuesto que hay docenas de técnicas de meditación, pero todas ellas se resumen únicamente en esto: dejar que todo sea. Colóquese aquí a un lado, donde hay calma, fuera de la batalla. ¿Por qué no prueba?
 
Sobre el no-yo:
Una vez que usted entiende el no-ser, el agobio de la carga de la vida se va. Estará en paz con el mundo. Cuando vemos más allá del «yo» no nos aferramos más a la felicidad, y por eso podemos ser verdaderamente felices. Aprender a dejar ir sin luchar, sencillamente dejando ir, ser precisamente como es usted – sin aferrarse, sin apegarse, libre.
No sea un Bodhisatta (alguien que aspira a la iluminación); no sea un Arahant (alguien ya iluminado); no sea nada de nada. Si es un Bodhisatta, sufrirá. Si es un Arahant, sufrirá. Si usted «es»cualquier cosa, sufrirá
Una vez, un visitante le preguntó a Ajahn Chah si él era un Arahant. Él dijo: «Yo soy como un árbol en el bosque. Los pájaros vienen al árbol, se posan en sus ramas y comen de su fruto. Para los pájaros, el árbol puede ser dulce o amargo, o lo que sea. Los pájaros dicen dulce o amargo, pero desde el punto de vista del árbol, eso es sólo el parloteo de los pájaros».
 
Invitación a la práctica:
Todo lo que he dicho hasta ahora han sido meras palabras. Cuando la gente viene a verme tengo que decir algo. Pero lo mejor es no hablar demasiado sobre estas cosas. Es mejor comenzar con la práctica sin demora. Soy como un buen amigo, invitándolo a ir a alguna parte. No dude, sólo comience. No se arrepentirá.

– Ajahn Chah, No Ajahn Chah

Reflexiones sacadas del libro No Ajahn Chah.

Más sobre Ajahn Chah.

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¿Qué supone para mí el budismo a día de hoy? https://elbudacurioso.com/2014/07/30/que-supone-para-mi-budismo/ https://elbudacurioso.com/2014/07/30/que-supone-para-mi-budismo/#comments Wed, 30 Jul 2014 20:47:04 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=863 Si echo la vista atrás, caigo en que ha pasado ya más de un año que llevo metido «de lleno» en esto del budismo, leyendo y estudiando textos de las diferentes tradiciones, practicando meditación, participando en foros, leyendo a otros bloggers con... Seguir leyendo →

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Si echo la vista atrás, caigo en que ha pasado ya más de un año que llevo metido «de lleno» en esto del budismo, leyendo y estudiando textos de las diferentes tradiciones, practicando meditación, participando en foros, leyendo a otros bloggers con intereses similares y demás… pero, ¿en qué ha cambiado mi vida desde entonces? ¿qué es para mí el budismo hoy en día?
Como ya he dicho en otras ocasiones, ni me adhiero a ninguna tradición budista en concreto ni soy ningún experto en la materia, por lo que todo lo aquí escrito es una mera reflexión personal de un practicante que ha leído y estudiado las enseñanzas de diversos maestros de diferentes tradiciones, principalmente al propio Buda, y de las cuales ha sacado sus propias conclusiones.
¿Qué es el budismo, para mí, hoy en día? 
Digo «hoy en día» porque al fin y al cabo esto es un continuo aprender, por lo que puede que mañana mi visión sea distinta.
Las enseñanza budistas abarcan un sin fin de temas, pero si tuviese que resumir el budismo en una frase, citaría uno de mis textos budistas de cabecera, el Adiestramiento de la mente en siete puntos, diciendo que toda enseñanza budista pretende la reducción del ego y del ensimismamiento, pues de la reducción del ego dependen el resto de enseñanzas budistas.
¿Qué es eso de la reducción del ego?
Si el ego se reduce o se elimina, se reduce o elimina también la diferencia entre el «yo» y el resto del mundo, entre lo que a ese «yo» le agrada y le disgusta. Y no habiendo diferencia entre el «yo» y el resto del mundo, crece la empatía y la compasión y, lógicamente, disminuye el egoísmo; no habiendo ya agrado o desagrado, no hay deseo ni aversión; y no habiendo ni deseo, ni aversión ni egoísmo, no hay sufrimiento, pues nada se desea ni nada se rechaza.
¿Cuál es la lógica de todo lo anterior?
No hay ningún «yo», puesto que no hay ningún alma ni ningún otro fundamento que me defina como ser independiente de manera infinita. Este cuerpo tiene un origen y tendrá un cese, no había nada antes de él que existiese como «yo» ni lo habrá después. El «yo» es un producto mental, una mera ilusión. De nuestros sentidos y de lo que experimentan surge la conciencia, y de esta surge el «yo». No hay separación real entre nuestro «yo» y el resto del mundo, y el ignorar tal característica es uno de nuestros principales problemas. (Leer Anatta, por Ajahn Brahmavamso).
Es decir, claro que existe un «yo», pero de manera impermanente. En mi caso se llama Antonio Sánchez, tiene una cara y un cuerpo determinado, una determinada historia, una determinada conciencia del mundo, un determinado carácter, unos determinados gustos y aversiones, etc… Pero todo ese cúmulo de características considerado como «yo», ese Antonio Sánchez, no existía antes de la conciencia o de la mente que hoy en día lo concibe, ni existirá tras el cese de ésta, e incluso mientras ésta existe, dicho «yo» cambia continuamente. Ese «yo» es fruto de dicha conciencia, de dicha mente, no habiendo nada en ninguna parte de este cuerpo, si lo redujera en tantas partes como fuese posible, que me defina permanentemente como algo independiente del resto del mundo. Tanto la ausencia de «yo» (Anatta, en lengua Pali) como la impermanencia (Anicca) son dos de las tres características de la realidad según el budismo.
Al estar apegados a la falsa ilusión de un «yo», y al discriminar por tanto entre ese «yo» y el «resto del mundo», distinguimos entre lo que a ese «yo» le gusta y lo que no, lo que le hace bien y lo que no, lo bueno y lo malo, los amigos y los enemigos. De la distinción surge el apego, la aversión y la indiferencia. Nos apegamos a aquello que nos agrada, a lo que queremos tener, a lo que queremos ser, a la propia idea del «yo», a la vida misma… Este apego es la causa de nuestro sufrimiento (entendido en un sentido amplio como cualquier sensación mental de desagrado o de intranquilidad), pues sufrimos cuando queremos algo y no lo tenemos, cuando luchamos por conseguirlo, cuando ya lo tenemos por miedo a perderlo, cuando lo hemos perdido, sufrimos cuando tenemos lo que no queremos, etc… Ignoramos que cualquier cosa o estado mundano al que aspiremos sólo nos puede proporcionar, como mucho, una alegría o estado placentero efímero. Este sufrimiento (Dukkha, en lengua Pali) es la otra característica de la realidad según el budismo.
Y a partir de aquí, podría extenderme largamente. Habiendo comprendido estas tres características, Anata, Anicca y Dukkha, sólo se trata de ser plenamente consciente de ellas, constantemente, pues la mera sabiduría no basta, sino que hay que cultivar nuestra mente para que vea la realidad de tal forma. Y aquí es donde entra en juego la meditación, y por supuesto, el Noble Óctuple Sendero.
Todo esto está muy bien pero, ¿ha cambiado esto mi vida en algo?
Enormemente. Y sigue cambiando, cada día un poco más, de manera casi imperceptible. Por supuesto no siempre progresando, ya que a veces la duda o la inconstancia entran en juego viéndome obligado a retroceder.
Me bastan dos palabras para describir el cambio: tranquilidad mental. Claro que me queda ego, y mucho, que sigo siendo presa del apego por lo mundano y que sigo experimentando sufrimiento: la diferencia está en el cuánto. El simple hecho de ser consciente de la ausencia del «yo», del sufrimiento y de su causa hace que te enfrentes a la vida de forma diferente. Es imposible medir cuánto ego, apego o sufrimiento he reducido, pero me basta con saber que se ha reducido, y la prueba de ello es, como digo, la estabilidad o tranquilidad mental. El miedo a la incertidumbre del futuro, el remordimiento por el pasado, la ansia por conseguir o por mantener algo, el intento de controlar cada aspecto de mi vida, etc.. todo este tipo de estados mentales de intranquilidad se han reducido enormemente, de manera que hoy en día observo cómo cosas que en otro tiempo me hubiesen causado angustia o estrés, las acepto o las dejo ir sin más, sin atisbo de intranquilidad o desagrado (o casi). Aunque todo esto ya lo expliqué de pasada en Ventajas de la meditación activa.
¿Pero estoy haciendo lo correcto?
Probablemente algunos piensen que estoy haciendo algo mal, que mi práctica no es la correcta o que he malinterpretado cualquier concepto. Ante tal cosa yo respondo con pragmatismo: a mí me funciona, y por lo tanto sigo por mi camino. Me funciona en tanto en cuanto me reporta un estado de paz mental como nunca antes había tenido.
Ya sé que abuso mucho de las citas, y para no perder la costumbre, me despido con una en relación a lo comentado de la paz mental, sacada del texto Notas desde mi cabaña de Monje:

La gente quiere poder y autoridad para que nadie los menosprecie, ni a ellos ni a sus familias. Pero los ricos tienen demasiadas preocupaciones, y los pobres demasiadas envidias. Si dependes otros en cualquier sentido, si no eres autosuficiente, entonces esos otros te poseen. Incluso cuando ayudas a un extraño, si sientes cualquier afinidad hacia tal persona, estás infringiendo la independencia de tu propio espíritu. Por una parte, es difícil mantener la independencia mientras se vive de acuerdo a las convenciones sociales, pero por la otra, si tales convenciones no se siguen, corres el riesgo de parecer un loco. Y no importa ni dónde viva ni lo que hagas, en este corto periodo de vida que te ha sido dado tu objetivo principal debería ser el alcanzar la paz mental, pero esto parece algo imposible para la mayoría de los humanos.

 
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En tercera persona https://elbudacurioso.com/2014/07/27/en-tercera-persona/ https://elbudacurioso.com/2014/07/27/en-tercera-persona/#comments Sun, 27 Jul 2014 08:40:36 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=855 Y de pronto ya no estás ahí. Bueno, es verdad que tu cuerpo sigue ahí, ves y oyes lo mismo que antes, la gente se sigue dirigiendo a ti por tu nombre, hablan de ti y contigo, pero ahora experimentas todo... Seguir leyendo →

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Y de pronto ya no estás ahí. Bueno, es verdad que tu cuerpo sigue ahí, ves y oyes lo mismo que antes, la gente se sigue dirigiendo a ti por tu nombre, hablan de ti y contigo, pero ahora experimentas todo esto de manera muy diferente. Eres un testigo de lo que pasa, un testigo curioso, que se divierte y hasta sorprende de lo que acontece.
Observas a los demás con irónica sonrisa, mitad divirtiéndote, mitad sintiendo compasión por ellos: ¡qué tontos, no han comprendido nada! Están tan ocupados representando su propio ideal de lo que creen ser, acumulando y previendo, que no se dan cuenta de lo que verdaderamente ocurre. Alguno te adula, pero para ti el halago ya no tiene sentido; el otro te insulta, pero a ti eso ya no te puede afectar; y el otro te ignora, pero tú ya en eso no reparas. También se adulan entre ellos, pero tu ves lo que hay detrás de tales halagos; se insultan y se agreden, y tu observas la situación con algo de pena, como la de una madre que ve a sus niños pelearse entre ellos.
Te resulta curioso que sigan sorprendiéndose de algunos cambios que la vida trae, que sigan considerándolos como eventos inesperados y fruto de la mala suerte o algo similar, que sigan intentando controlarlo todo, que crean que ciertas situaciones nunca van a ocurrir, o si ocurren, que lo harán en un tiempo tan lejano que no merezca la pena pensar sobre ello ahora. Siguen buscando la felicidad en lo mundano, sin saber que de ahí solo pueden sacar una placer efímero. Siguen intentando nadar contra la corriente, sin saber que tal menester es en vano. De hecho, hasta puede que ignoren que existe tal corriente.
Pero de los demás, el que más te sorprende es tu propio ego, que todavía te queda. Observas en tercera persona cómo él también intenta representar su propio ideal, defenderse, autoreconocerse, reafirmarse y ser por otros reafirmado, prever, buscar el agrado y tomar partido. Sigue intentando ser parte de todo esto, pero una parte separada.
Es tan fácil como comprender esto: todo tiene un surgir, todo tiene un cesar.

He aquí, Aggivessana, que cualquier forma material, pasada, futura o presente, interior o exterior, tosca o sutil, inferior o superior, lejana o cercana, toda forma material, el monje, habiéndola visto con perfecta sabiduría tal y cómo es: «esto no es mío», «ése no soy yo», «ése no es mi yo», supera el apego y queda liberado.
Cualquier sensación… percepción… composición mental… conciencia, pasada, futura o presente, interior o exterior, tosca o sutil, inferior o superior, lejana o cercana, habiéndola visto con perfecta sabiduría tal y como es: «esto no es mío», «ése no soy yo», «ése no es mi yo», supera el apego y queda liberado.

-Buda, Pequeño sermón a Saccaka, Majjhima Nikaya

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Nietzsche contra Buda: el Yo https://elbudacurioso.com/2014/06/05/nietzsche-contra-buda-el-yo/ https://elbudacurioso.com/2014/06/05/nietzsche-contra-buda-el-yo/#comments Thu, 05 Jun 2014 10:28:05 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=638 Aunque este artículo va sobre Nietzsche y Buda, permítanme que empiece citando, como no podía ser de otra manera, a Descartes, el cual decía que se puede y se debe dudar de todo, pues para llegar a construir una filosofía válida... Seguir leyendo →

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Aunque este artículo va sobre Nietzsche y Buda, permítanme que empiece citando, como no podía ser de otra manera, a Descartes, el cual decía que se puede y se debe dudar de todo, pues para llegar a construir una filosofía válida hay que deshacerse de cualquier prejuicio que tengamos. Por lo tanto, y si hay que dudar de todo, de lo primero que hay que dudar es del mundo que nos rodea y hasta de nuestra propia existencia.
¿Pero cómo construir una filosofía a partir de tal punto en el que no está claro ni que existamos? Descartes lo solucionó con una idea magistral: se puede dudar de todo, del mundo que nos rodea y de la idea que tenemos de nosotros mismos, pero de lo único que no se puede dudar es de la propia duda, de que pensamos, y por lo tanto, existimos cómo mínimo en cuanto sujeto pensante. De ahí su tan famosa aseveración: <<Pienso, luego existo>>.

Pero en seguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, quien lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: «yo pienso, por lo tanto soy» era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.

– El discurso del método, Descartes

¿Quién iba a poder rebatir tremenda aseveración? Aunque otros puntos de su discurso no lograban convencerme, ¿cómo dudar de que existo, cómo mínimo, en cuanto sujeto pensante? Es imposible, simplemente imposible. Es perfecto: pienso, luego existo.
Años más tarde topé con Nietzsche, que en apenas dos párrafos derrumbó el «pienso, luego existo» de tal manera que ya nunca más podría ser reconstruido. Cito:

Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: «cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición `yo pienso’ obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, – por ejemplo, que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto causado por un ser que es pensado como causa, que existe un ‘yo’ y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar, – que yo sé qué es pensar. Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez `querer’ o `sentir’? En suma, ese `yo pienso’ presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que ya conozco en mí, para de ese modo establecer lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un `saber’ diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una `certeza’ inmediata.» – En lugar de aquella «certeza inmediata» en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: «¿De dónde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo, e incluso de un yo como causa, y, en fin, incluso de un yo causa de pensamientos?»

Y prosigue unos renglones después:

En lo que respecta a la superstición de los lógicos: yo no me cansaré de subrayar una y otra vez un hecho pequeño y exiguo, que esos supersticiosos confiesan de mala gana, – a saber: que un pensamiento viene cuando «él» quiere, y no cuando «yo» quiero; de modo que es un falseamiento de los hechos decir: el sujeto «yo» es la condición del predicado «pienso». Ello piensa: pero que ese «ello» sea precisamente aquel antiguo y famoso «yo», eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una «certeza inmediata». En definitiva, decir «ello piensa» es ya decir demasiado: ya ese «ello» contiene una interpretación del proceso y no forma parte de él. Se razona aquí según el hábito gramatical que dice «pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia -». Más o menos de acuerdo con idéntico esquema buscaba el viejo atomismo, además de la «fuerza» que actúa, aquel pedacito de materia en que la fuerza reside, desde la que actúa, el átomo; cabezas más rigurosas acabaron aprendiendo a pasarse sin ese «residuo terrestre», y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño «ello» (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo).

– Más allá del bien y del mal, F. Nietzsche

¿Después de destruir el «yo», qué propone Nietzsche en cambio? El «yo» para Nietzsche no es más que «una estructura social de muchas almas«. Es decir, esa unidad imaginaria que definimos como nuestro «yo», es en realidad un cuerpo en el que se esconde una multitud de instintos y voluntades diferentes, una pluralidad de personalidades en constante tensión, y a esa colectividad encerrada en dicho cuerpo es a la que designamos como «yo».
Al poco tiempo de adoptar esta nueva forma de ver el «yo», comencé mi periplo por el budismo y me topé con el concepto de anatta, que es una palabra de la lengua pali que significa ausencia de alma, de ego o de un «yo» perdurable e independiente. Es, junto a la transitoriedad (Anicca) y al sufrimiento (Dukkha), una de las tres características de la realidad según el budismo. Es decir, según este concepto de anatta, no existe nada ni en el conjunto de nuestro cuerpo-conciencia ni en ninguna de sus partes que pueda ser definido permanente e indivisiblemente como nuestro «yo», no hay ninguna esencia ni alma, ningún espíritu que trascienda nuestro cuerpo.
En el budismo, todo tiene un origen interdependiente, incluido el «yo». De nuestro cuerpo, de sus órganos perceptivos y de lo que perciben, surge la conciencia, y de esta conciencia surge el «yo». Pero dicho «yo» no es un sujeto real que piensa, sino un mero fenómeno surgido en interdependencia con nuestras percepciones.
Aunque pudiera parecer que la postura budista guarda similitudes con lo propuesto por Descartes, pues el «yo» surge del pensamiento, de la conciencia, eso sería caer en algunos de los errores que Nietzsche señala. La mejor manera de ver esto es comparando metódicamente lo expuesto por Nietzsche con el budismo, dividiéndolo en los puntos en los que coinciden, aunque no lo hagan de manera absoluta, con los que no:
Puntos similares entre Nietzsche y Buda:

  1. El error de suponer que soy yo quien piensa: Pensar es la causa y el efecto es el «yo», aunque este, una vez creado, también tiene capacidad para pensar.
  2. El error de suponer que tiene que existir algo que piensa: No hay ningún «algo» que piense, sino que los pensamientos surgen de manera interdependiente con la conciencia y las percepciones.
  3. El error de suponer que pensar es el efecto de un yo que es a la vez causa y efecto: ver punto uno.
  4. El error de suponer que existe un «yo»: El «yo» es un fenómeno que surge en interdependencia de otros fenómenos, y como cualquier fenómeno, carece de esencia o identidad propia, permanente e indivisible. No hay separación real entre el «yo» y lo que es «no-yo», sino sólo imaginaria.
  5. El error de suponer que sé qué es pensar: experimento un conjunto de sensaciones surgidos de mis percepciones, y de estas salen ideas. Pero verdaderamente no sé la diferencia entre el pensar, el sentir y el percibir. Creo que se lo que es pensar porque comparo ese estado mental definido como «pensar» con otros estados surgidos en mí, pero dicha comparación es sólo una idea más de las que surgen en mí, y puede que no tenga base real.
  6. El error de suponer que los pensamientos vienen cuando yo quiero: al no ser el «yo» la causa, automáticamente hemos de aceptar que los pensamientos vienen cuando ellos quieren.
  7. Estructura social de muchas almas: Ese «yo» es un conjunto (y un producto) de percepciones, sensaciones e ideas, un conjunto de conciencias en constante tensión.

Punto discordante entre Nietzsche y Buda:

  1. El error de creer en la causa y efecto: aunque respecto a la no causa-efecto del «yo» coinciden Buda y Nietzsche, en general, la creencia en la causa y efecto es un aspecto clave en el budismo, y sin tal relación de causa y efecto la mayoría de axiomas en los que el budismo se basa se derrumbarían.

En otras palabras, no soy un sujeto que piensa, sino un mero flujo de pensamientos que surgen y desaparecen a su antojo, creando a su paso la ilusión del sujeto. Aunque respecto a esto hay un matiz: aunque los pensamientos vienen cuando ellos quieren tal y como Nietzsche señala, una vez tomamos conciencia de ese «yo» irreal y del flujo de pensamientos que lo crea, podemos llegar a controlar tal flujo, lo cual puede parecer contradictorio, pues ¿quién es el que toma conciencia de ese «yo», quién es el que controla tal «flujo»?  La respuesta es ese mismo «yo». Deshacernos de la ilusión del «yo» no significa que ese «yo» deje de existir, que nuestra conciencia deje de existir, sino que el mismo «yo», la misma conciencia, es consciente de su impermanencia y de su naturaleza ireal y se observa a sí mismo en tercera persona, autocontrolándose.
Se que el tema puede resultar un tanto complicado de comprender, sobre todo si se explica de manera tan breve como yo lo he hecho aquí y con mi dudosa capacidad de exposición, por lo que intento resumir las conclusiones esquemáticamente de la siguiente forma:

  • Descartes: 
    • La existencia, el «yo», se demuestra a través del propio pensamiento. Mi pensamiento existe, y lo ha debido de crear un «yo» que piense, luego yo existo.
  • Nietzche: 
    • El «yo» no se puede demostrar a través del pensamiento, porque no se a ciencia cierta si hay relación causa efecto entre yo y pensamiento ni el orden de dicha relación si la hay, ni siquiera sé exactamente qué es pensar ni si dicho pensar es una acción que deba tener un sujeto que la realice.
    • La unidad que designamos como «yo» es un cuerpo que encierra un conjunto de percepciones, sensaciones e ideas en constante tensión.
  • Buda:
    • Del cuerpo y de lo percibido surge la percepción, de la percepción surge la conciencia, y de la conciencia surge el «yo». Cuerpo, percepción, fenómenos percibidos, conciencia y «yo» son fenómenos interdependientes. Hay un «yo» con capacidad de pensar, pero este «yo» es creado a partir del propio pensamiento.
    • Ese «yo» es un conjunto (y un producto) de percepciones, sensaciones e ideas, un conjunto de conciencias en constante tensión. En ninguna parte de ese conjunto, ni en el conjunto en sí, hay nada que pueda ser designado permanente e indivisiblemente como «yo».

Me despido citando a Hermann Hesse en El lobo estepario:

Y es que, claro, el pecho, el cuerpo no es nunca más que uno; pero las almas que viven dentro no son dos, ni cinco, sino innumerables; el hombre es una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos. Esto lo reconocieron y lo supieron con exactitud los antiguos asiarcas, y en el budismo se inventó una técnica precisa para desenmascarar el mito de la personalidad. Pintoresco y complejo es el juego de la vida: este mito, por desenmascarar el cual se afanó tanto la India durante mil años, es el mismo por cuyo sostenimiento y vigorización ha trabajado el mundo occidental también con tanto ahínco.

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Referencias:

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Si todo es interdependiente… https://elbudacurioso.com/2014/05/23/si-todo-es-interdependiente/ https://elbudacurioso.com/2014/05/23/si-todo-es-interdependiente/#comments Fri, 23 May 2014 08:20:42 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=613 Si todo lo llegado a ser es impermanente y carece de esencia, si todo ha surgido en interdependencia de otros elementos y fenómenos, si todo ha surgido mediante unas causas y condiciones, si todo lo llegado a ser está destinado... Seguir leyendo →

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Si todo lo llegado a ser es impermanente y carece de esencia,
si todo ha surgido en interdependencia de otros elementos y fenómenos,
si todo ha surgido mediante unas causas y condiciones,
si todo lo llegado a ser está destinado a dejar de ser en algún momento…
Si nada existe por sí mismo,
si nada existe a partir de otro algo,
si nada existe por sí mismo y por otro algo a la vez,
si nada existe sin causas…
Entonces,
mi Yo es impermanente y carece de esencia,
es interdependiente de otros elementos y fenómenos,
de los cuales surgió por unas causas y condiciones determinadas,
y dejará de ser en algún momento.
No existo por mí mismo,
ni existo porque nada me haya creado,
ni existo por mí mismo y porque algo, a la vez, me haya creado,
ni existo sin causas.
Un hombre y una mujer se unieron,
el esperma del uno fecundó el óvulo de la otra,
de lo cual comenzó a surgir lo que más tarde sería un cuerpo humano.
Entre las causas, la principal fue la fecundación,
entre las condiciones, la principal fue la fertilidad.
Ya en el vientre de la que luego se convertiría en madre,
y a partir de lo que esta comía, bebía y respiraba,
el cuerpo se fue formando y desarrollando hasta el nacer.
Al nacer, surgió el hijo, surgió la madre y surgió el padre.
El uno hizo a los otros padres, los otros hicieron al uno hijo.
Pero, si nada existe a partir de otro algo,
¿cómo es que la persona surge a partir de padre y madre?
No surgió sólo de ellos, pues el cuerpo se formó mediante otro alimento, aunque ellos fueron la causa principal.
Además, no surge la persona, surge solo un cuerpo,
y este cuerpo, dotado de mente, empezó a tomar conciencia del mundo
y a crear a la persona de la siguiente forma:
de la vista y lo visto, surgió la conciencia visual,
del oído y lo oído, surgió la conciencia auditiva;
del tacto y lo tocado, surgió la conciencia táctil;
del olfato y lo olido, surgió la conciencia olfativa;
del paladar y lo degustado, surgió la conciencia gustativa.
Cada una de estas conciencias, unidas, y con ayuda del intelecto,
con el objetivo de sobrevivir y de hacer esta supervivencia fácil,
comenzaron a definir fronteras:
esto me agrada, esto no;
esto me hace bien, esto no;
esto es mío, esto no;
esto lo quiero, esto no;
Al surgir las fronteras, surgió la dualidad
entre lo que había a cada lado de la frontera:
de lo que me agrada, surgió el placer;
de lo que me desagrada, surgió el sufrimiento.
Al surgir la dualidad, surgió el Yo y el resto del mundo.
Al surgir el Yo, surgió la persona.
Y la frontera principal era el propio cuerpo,
el cual, en algún momento, se llegó a confundir con el Yo.
Pero ese cuerpo al que el Yo considera suyo,
es una unidad imaginaria compuesto por un conjunto de órganos, huesos, fluidos y demás, que se han formado mediante la transformación de las sustancias que lo alimentan, primero en el cuerpo materno, luego de manera independiente.
Pero este conjunto de órganos, huesos, fluidos y demás,
de la misma forma que llegó a ser, en algún momento dejará de serlo.
Los órganos degenerarán,
los huesos se romperán,
los fluidos se secarán,
así hasta que la unidad que forman
deje de funcionar y desaparezca.
En ninguna parte de ese cuerpo,
ni en ninguna parte de cada uno de sus componentes,
hay nada que pueda ser considerado como mi Yo.
El cuerpo desaparecerá,
la conciencia desaparecerá,
mi Yo desaparecerá.
Ese cuerpo no es mío, ese no soy Yo.
Esos órganos no son míos, esos no soy Yo.
De hecho no soy,
pues aquello que creo ser,
no es más que lo que en la mente de este cuerpo se ha formado
a partir de su conciencia:
sin la vista ni lo visto,
sin el oído ni lo oído,
sin el tacto ni lo tocado,
sin el olfato ni lo olido,
sin el paladar ni lo degustado,
no hubiese surgido la conciencia,
no hubiese surgido Yo.
Soy lo que veo, oigo, toco, huelo y degusto,
pues en mi mente es dónde se define cada una de estas cosas.
No hay separación real, por tanto, entre lo percibido y el que lo percibe,
pero tampoco son lo mismo.
Si fuesen lo mismo, al pensar en el fuego me quemaría.
Por tanto:
Mi Yo surgió y se mantiene en relación de interdependiencia con el resto de elementos y fenómenos, y se extinguirá dentro de la misma relación de interdependencia.
Nada existe por sí mismo.
Nada ha sido creado a partir de otro algo.
Nada existe por sí mismo y ha sido creado a partir de otro algo, a la vez
Nada existe sin causas.
Todo es interdependiente.
Todo es impermanente.
Todo carece de esencia propia.
Incluso mi Yo, que además,
ni siquiera existe.
Texto inspirado en diversos sermones del Tipitaka y en la filosofía de Nagarjuna.
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*Imagen de portada: Bond of Union, M.C. Escher

@ElBudaCurioso

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