Reflexiones – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com Blog sobre budismo, meditación, y otros Sat, 26 Sep 2020 13:04:42 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.5.3 https://elbudacurioso.com/wp-content/uploads/2018/12/cropped-7879b-img-photo-art-765828819-32x32.jpg Reflexiones – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com 32 32 Dos frases https://elbudacurioso.com/2015/03/16/dos-frases/ https://elbudacurioso.com/2015/03/16/dos-frases/#comments Mon, 16 Mar 2015 20:29:26 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=975 Tengo el blog bastante descuidado desde hace algún tiempo: ni escribo ni respondo a los comentarios con la diligencia que debería. La razón es sencilla: no tengo por el momento nada nuevo que decir. No es que haya perdido el... Seguir leyendo →

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Tengo el blog bastante descuidado desde hace algún tiempo: ni escribo ni respondo a los comentarios con la diligencia que debería. La razón es sencilla: no tengo por el momento nada nuevo que decir. No es que haya perdido el interés por los temas que aquí se tratan ni mucho menos, simplemente estoy pasando por una etapa más práctica: más atención y menos teoría. O quizá sólo se la falta de luz de estos meses de invierno aquí en Alemania (que es donde vivo), que me hace menos sociable 🙂 La cuestión es que no solo me apetece menos escribir, sino que también estoy leyendo mucho menos de lo que suelo.

Sea como fuere, sí que me apetecía escribir hoy lo siguiente:

Hay algunas frases que, desde que las leí/escuché por primera vez, raro es el día del que no vuelvo a recordarlas por alguna u otra razón. Hay especialmente dos que parece que las tengo tatuadas en la memoria.

Una de ellas me la enseñó mi apreciado Tao (cuya lectura de su blog también tengo más descuidadada de lo que debería). La verdad es que no me acuerdo cuando la leí por primera vez, creo que fue en algún comentario suyo. Se trata, si no recuerdo mal, de un proverbio Zen que dice:

Te pase lo que te pase, no es asunto tuyo.

La otra la leí en Die Kuh, die Weinte (Creo que no está traducido al español, pero el título sería «La vaca que lloró»), de Ajahn Brahm. Aunque la frase puede parecer la idonea para momentos de depresión o cualquier otra mala circunstancia, la verdad es que se debe aplicar en todo los momentos, tanto los buenos como los malos, para no perder de vista la impermanencia de todo fenómeno. Quizá en alemán suena un pelín mejor que en español, aunque intento traducirla lo mejor que pueda:

Esto también se pasa / También esto tiene un fin (Auch dies geht vorbei)

Y como no sé cómo terminar este post, me despido con unos versos de un maestro tibetano, Patrul Rimpoché, muy relacionados con lo dicho en la primera de las citas y que me hacen bastante gracia:

Ten presente el ejemplo de una vaca vieja,
que se da por satisfecha durmiendo en un cobertizo.
Tienes que comer, dormir y cagar,
eso es inevitable,
lo demás no es asunto tuyo.

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Propósitos https://elbudacurioso.com/2014/12/30/propositos/ https://elbudacurioso.com/2014/12/30/propositos/#comments Tue, 30 Dec 2014 19:49:47 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=969 Llevo casi un mes sin escribir nada, pero no quería terminar el año sin hacer un último post a modo de despedida del año que se escapa y de bienvenida del nuevo. Y ya que en estos últimos suspiros del año... Seguir leyendo →

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Llevo casi un mes sin escribir nada, pero no quería terminar el año sin hacer un último post a modo de despedida del año que se escapa y de bienvenida del nuevo. Y ya que en estos últimos suspiros del año muchos estarán pensando en la lista de propósitos para el año que entra, ¿qué mejor propósito que los de estos conocidos versos?

Que todos los seres tengan la felicidad y las causas de la felicidad.
Que todos los seres estén libres del sufrimiento y de las causas del sufrimiento.
Que ningún ser sea separado de la felicidad exenta de todo sufrimiento.
Que todos los seres permanezcan en ecuanimidad, libres del apego y el odio,
libres de considerar a algunos cercanos y a otros distantes.

Como dijo Shantideva:

Todo la dicha que hay en este mundo,
 toda proviene de desear que los demás sean felices;
y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
 todo proviene de desear ser feliz yo.

Hasta 2015 🙂

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De retiro https://elbudacurioso.com/2014/09/16/de-retiro/ https://elbudacurioso.com/2014/09/16/de-retiro/#comments Tue, 16 Sep 2014 08:48:23 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=946 Acabo de volver de un retiro de meditación de unos días en Muttodaya, un monasterio budista Theravada de la Tradición Tailandesa del Bosque que hay en Alemania, y quería contar aquí mi breve experiencia para el que le pueda interesar. El... Seguir leyendo →

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Acabo de volver de un retiro de meditación de unos días en Muttodaya, un monasterio budista Theravada de la Tradición Tailandesa del Bosque que hay en Alemania, y quería contar aquí mi breve experiencia para el que le pueda interesar.

El monasterio es bastante pequeño, tanto de extensión como de personal: sólo cuatro monjes y tres invitados laicos que duermen allí, más otro par de invitados que suele haber por norma general y que vienen a pasar el día y colaborar un poco.

Los monjes son todos alemanes y han sido ordenados en Tailandia. Entre ellos hay dos Ajahnes, esto es, que llevan más de diez años de monacato. Cabe destacar el abad, Ajahn Cattamalo, que se ordenó en 1988 con tan sólo 22 años.

La vida en el monasterio, en cuanto a los horarios, es básicamente como se describe en el libro de invitados:

A eso de las 6:30h nos levantábamos para preparar el desayuno. A las 7 venían los monjes, cogían lo que querían y en apenas un minuto habían vuelto a desaparecer. Luego de recoger y limpiar la cocina había un par de horas en las que realizar el trabajo que cada uno, monjes incluidos, tenía asignada, generalmente de limpieza.

A eso de las 10:00h empezábamos a preparar la comida, la cual era ofrecida a las 11:00h, y tras ofrecerla y que los monjes volviesen a desaparecer con lo que hubiesen cogido, el resto de laicos que allí estuviese podía comer. Era la última comida del día, por lo que más valía quedarse suficientemente satisfecho.

El tema de la comida era algo curioso: uno de los laicos tenía que ir levantando cada bandeja o plato en señal de ofrecimiento, y uno de los monjes tocaba dicha bandeja o plato una vez en el aire en señal de aceptación. Sólo después de esto podían comer. Aquella fruta que tuviese semillas debía ser «sacrificada» para que se la pudiesen comer, y esto se hacía clavando la punta de un cuchillo sobre alguna pieza de fruta.

No podían pedir ni coger de la cocina o de cualquier otro lugar nada que los laicos no hubiésemos puesto sobre la mesa. Como máximo, algún monje entraba a revisar de vez en cuando los armarios en busca de productos que estuviesen a punto de caducar, pero jamás podían llegar a cogerlos por sí mismos, sino que cualquier laico tenía que ir a dárselos. En esto eran bastante estrictos. De hecho, una tarde llegó un monje a mi habitación a pedirme que si por favor podía bajar con él a la cocina a darle un poco de chocolate o miel, que son los únicos productos que pueden comer el resto del día en caso de que verdaderamente necesiten comer algo, para no desfallecer. Esta regla con la comida era de aplicación tanto para monjes como para los laicos que estuviesen de retiro.

En cuanto a la comida en sí, había de todo y en bastante cantidad. La verdad es que no parecen tener problema con las donaciones de alimentos. Los fines de semana hay incluso laicos de los pueblos de alrededor que vienen no solo a donar comida sino a cocinarla, preparando verdaderos banquetes.

Tras recoger y limpiar comedor y cocina, el resto del día era de uso completamente libre: podías meditar en tu cuarto o en la sala del Dhamma, leer en la biblioteca, dar un paseo por el bosque que rodeaba el monasterio o lo que se te ocurriese.. Respecto a la biblioteca, me sorprendió agradablemente encontrar que no sólo había libros de la tradición Theravada, sino que también contaban con bastantes de otras tradiciones budistas, e incluso sobre otras religiones.

Dhamma Halle Biblioteca Muttodaya

A las 19:00, durante aproximadamente una hora,  los monjes recitaban unos cánticos en la sala del Dhamma y luego se meditaba en grupo. El sábado, tras esta hora de cánticos y meditación, se podían realizar preguntas a los monjes, cosa que hice y que resultó una experiencia bastante interesante, brindándome la oportunidad de resolver por boca de verdaderos expertos un par de dudas que tenía de hace tiempo. En un próximo post transcribiré alguna de las preguntas y respuestas que se formularon.

La convivencia en general era bastante distendida. Tras leer el libro de invitados, tenía la impresión de que todo iba a ser bastante estricto, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, mi primer contacto con ellos me dejó un poco chocado en este sentido: llegué al monasterio por primera vez a la hora de la comida, y a pesar de ser tan pocos invitados los que allí dormíamos, los monjes parecían ignorarme por completo, simplemente le preguntaron a otro de los laicos si ya me habían dado mi habitación y si todo estaba en orden. Yo pensé que, por tanto, no era costumbre que hablasen o se dirigiesen a ti, y mientras pensaba esto, llega el abad y entre risas me dice, señalando una salsa muy picante que se encontraba en la mesa, que si quería probar mi hombría tenía que probar esa salsa.

Los monjes, aunque la mayor parte del tiempo estaban recluidos en sus kutis (cabañas en el bosque), no era raro cruzárselos por la casa, y aunque obviamente no eran de mucho hablar, si tenías que preguntarles o decirles algo, no había ningún problema en hacerlo. El abad era el más relajado en este aspecto, y de hecho solía hablar sólo para soltar algún chascarrillo.

Era bastante curioso estar en su presencia, pues daban una impresión de serenidad e imperturbabilidad difícil de describir. Me recordaban mucho a un consejo de Patrul Rimpoché, que dice:

Ten presente el ejemplo de una vaca vieja,
que se da por satisfecha durmiendo en un cobertizo.
Tienes que dormir, comer y cagar,
eso es inevitable,
lo demás no es asunto tuyo.

Y esa era precisamente la sensación que daban. Iban completamente a su aire, como si nada de lo que pasase allí fuese asunto suyo. Todo lo que hacían, ya fuese coger la comida, limpiar o contestar una pregunta, lo hacían sin prisa pero sin pausa, tomándose el tiempo que necesitasen, sin mostrar ningún tipo de emoción más allá de reír o sonreír de vez en cuando.

En cuanto a las habitaciones para invitados, que solo había tres como he dicho, la verdad es que estaban bastante bien: un pequeño colchón en el suelo, un rincón con cojín para sentarte a meditar en frente de la figura de Buda, un escritorio y un armario.

En cuanto al apartado personal, la verdad es que es una experiencia que merece la pena. Eso sí, tantas horas aislado, sin nada más que hacer que leer, meditar o pasear pueden hacerse un poco largas si no vienes ya de casa con la práctica necesaria. Eso sin contar que lo de pasear apenas pude hacerlo, pues además del frío que hacía, no paraba de llover.

En fin, no sé si me dejo algo en el tintero..  ha sido una experiencia bastante curiosa y que sin duda volveré a repetir, pero que sólo se puede aprovechar bien si tienes la suficiente práctica de meditación, y en ese aspecto creo que todavía me queda algo que mejorar, pues tantas horas se me hacían en algunos momentos un poco largas.

En los próximos días transcribiré algunas de las preguntas y respuestas que se les formularon a los Ajahnes y que pueden ser de bastante interés para algunos.

– Web de Muttodaya: http://www.muttodaya.org

Antonio

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Presente infinito https://elbudacurioso.com/2014/09/09/presente-infinito/ https://elbudacurioso.com/2014/09/09/presente-infinito/#comments Mon, 08 Sep 2014 23:10:24 +0000 https://elbudacurioso.com/2014/09/09/presente-infinito/ La vida es aquello que pasa mientras hacemos otros planes Estamos tan aferrados a la idea de un futuro, y tan seguros de ella, que nos pasamos la vida esperando lo que tiene que venir -o lo que creemos que... Seguir leyendo →

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La vida es aquello que pasa mientras hacemos otros planes

Estamos tan aferrados a la idea de un futuro, y tan seguros de ella, que nos pasamos la vida esperando lo que tiene que venir -o lo que creemos que debería venir. Poco o nada nos importa el momento presente, pues, ¿de qué sirve, si ya está aquí y se está yendo? Mejor ocuparme del momento que viene, o del siguiente… 

Y dejamos lo de ahora para luego, y lo de luego para después, y lo damos por hecho, porque el futuro vendrá y nosotros estaremos ahí para vivirlo. Y si somos infelices, no pasa nada, esto se pasa y ya estaré mejor. Todo el esfuerzo y sufrimiento de ahora será bienestar y alegría otro día. ¿Por qué preocuparse por ahora? Ya cambiará la cosa. Ya hare esto otro día. Ya seré feliz mañana.  Además, es que hoy no puedo tener tal bienestar, hoy me pasa esto y esto. Mañana, cuando esté allí y de tal manera, ya cantará otro gallo.

Y así pasa un día, y otro, y otro. Pasan los días sin que los vivamos de verdad, sin ser plenamente conscientes de que este ahora no se acaba, de que el futuro nunca viene, por más que el ahora se esté convirtiendo en pasado… Y  así dejas esa tontería de los budistas esos o de tantos otros eruditos que dicen esas cosas tan místicas y tan raras de que hay que estar bien ahora, independientemente de las circunstancias que nos rodeen, que todo encuentra origen en nuestra mente y que no se qué no se cuanto… Ya, pero ¿y las facturas de mañana quién las paga? ¿y qué voy a hacer mañana? Bah, demasiadas cosas importantes tendría que dejar para enfocarme en el momento presente, mejor pensar en el futuro, que al fin y al cabo creo que lo puedo configurar según mi antojo…

Básicamente hacemos que el pasado exista mediante una selección de recuerdos -cuasi falsificados en su mayor parte, aunque ese es otro tema-, y hacemos que el futuro exista como una proyección de nuestros planes y expectativas. Pero dentro de esa separación que nuestra mente realiza entre lo que ya ha pasado y lo que está por venir, sólo hay un punto en el que de verdad puedes actuar, en el único en el que puedes vivir. Ese punto es el ahora, y el problema es que si no vives ahora, tampoco vivirás cuando el futuro llegue, pues cuando el futuro llegue, será el nuevo ahora, aunque tu seguirás pensando en el futuro.

Y así, por arte de magia, haces que deje de existir -o de tener el valor que debería- el momento más importante de tu vida, que es ahora, pues de hecho es el único momento que existe. Es el momento más importante de tu vida, y tú te lo estás perdiendo.

Hoy es siempre todavía.

-Antonio Machado

¿Y cual es la moraleja de todo esto? 

Pues que vivas ahora, que tengas el bienestar y serenidad mental que deberías ahora, y si no los tienes, que seas consciente de ello y hagas por cambiarlo. Pero no para que cambie en el futuro, si no para que cambie ahora.

Practica ahora, pero no esperes resultados. Esperar implica futuro… Vivir es el resultado, ser consciente es el resultado.

No dependas de otras condiciones. No esperes a que las actuales cambien, o a que vengan otras. Ni sabes las que vienen, ni si vendrán. Considera las condiciones actuales como imprescindibles para tu práctica, pues son las únicas que verdaderamente puedes experimentar, además de ser las únicas de que dispones.

Se consciente. Respira. Medita. Vive. Pero sobre todo, hazlo ahora. 

—–

Que nadie persiga el pasado
ni viva esperando el futuro;
porque el pasado ya no es
y el futuro aun está por ser.
Lo que hay que ver cabalmente
es lo que surge en cada momento.
Sabido esto, perseverad
invencibles e imperturbables.
Hoy hay que hacer el esfuerzo,
¿Quién sabe si mañana no llega la muerte?
Con el señor de la muerte y sus grandes huestes no se pacta,
pero al que así persevera
fervoroso día y noche,
a ése el sabio pacífico
le llama el solitario feliz.

-Buda

Notas:
– La cita con la que he abierto la entrada se atribuye a John Lennon, aunque lo que dijo exactamente fue «la vida es aquello que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes» («Life is what happens to you while you are busy making other plans»).  
Las palabras de Buda corresponden a un sermón del Majjhima Nikaya. Ver más en: El Mindfulness en verso.
– Hay algunas frases inspiradas (no hay imaginación sin memoria) en diferentes fuentes, aunque la principal de tales fuentes es El Adiestramiento de la Mente en Siete Puntos, de Geshe Chekawa… De hecho hay incluso una que corresponde a El club de la lucha… a ver si alguien adivina cual 🙂

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El blog y el ego https://elbudacurioso.com/2014/08/27/ego-blog/ https://elbudacurioso.com/2014/08/27/ego-blog/#comments Wed, 27 Aug 2014 09:51:40 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=920 Lo bueno de tomarte una pausa y cambiar de ambiente es que ves las cosas con una distancia que de otro modo sería imposible de conseguir. La cuestión es que llevaba algún tiempo ya reflexionando sobre el hecho de tener... Seguir leyendo →

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Lo bueno de tomarte una pausa y cambiar de ambiente es que ves las cosas con una distancia que de otro modo sería imposible de conseguir. La cuestión es que llevaba algún tiempo ya reflexionando sobre el hecho de tener el blog, y en estos últimos días lo he visto un poco más claro. Y es que al fin y al cabo, todo esto de la presencia en Internet, de tener un blog como si fuese alguien con algo que decir, o incluso como si hubiese que decir algo, ¿no es otro modo más de aumentar el ego?
Todo esto del blog empezó, como ya expliqué en Acerca de este blog, porque el mero hecho de escribir me ofrecía cierta ayuda. Esto ha ido cambiando paulatinamente, habiendo permitido involuntariamente que el blog sea a veces el objetivo de mi práctica y no una ayuda para ésta. No sé si me explico, pero Tao sí que lo explica bien cuando habla de la creación del personaje espiritual en El mejor truco que inventó el ego… (y II).
En fin, que escribo todo esto  simplemente para decir que la frecuencia de actualización del blog será a partir de ahora mucho menor. Escribiré sólo cuando de verdad me apetezca transcribir alguna reflexión, dar a conocer algún buen libro que me esté leyendo o compartir alguna traducción que haga. Igualmente pasará con los comentarios y toda la presencia en redes sociales en general, las cuales verdaderamente apenas uso, y que a partir de ahora usaré aun menos. Lo digo para que nadie se moleste si tardo en contestar alguna vez.

Tenía el hábito de pensar demasiado. Me gustaba leer sobre psicología, filosofía y religión comparada, lo cual me hacía pensar demasiado. También quería ser escritor. A veces estaba sentado y escribía un artículo, un artículo de Dhamma, maravillosos pensamientos entrando en mi mente. Pensaba: “Oh, esto es maravillosos, tengo que escribirlo. ¡Nadie antes ha pensado como yo! Puedo realmente explicar esto, puedo realmente dar inspiración”. Entonces mi maestro dijo: “No escribas, ni tan siquiera hagas un registro de tu meditación”. Si intentas mantener un registro de tu meditación, cuando te sientas a meditar pensarás: “Uh… ah…, esto es maravilloso, lo escribiré” y en ese momento tu meditación se esfumó. No puedes ir más allá.

Tienes incluso que soltar tu conocimiento interior.
“Esto está sucediendo, bien, lo dejo ir, lo dejo ir”.
¿Veis cuántas cosas tenéis que soltar?.
Nos aferramos a nuestra comprensión,
a nuestra comprensión profunda.

Un mapa del viaje, de Sayadaw U. Jotika

Por cierto, os dejo aquí estas reflexiones (en inglés) de Martine Batchelor: Lazy Guide to Enlightenment.

A flower does not talk,
We could do the same.

Paz y metta.

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Sobre el renacimiento y otros temas https://elbudacurioso.com/2014/08/09/sobre-renacimiento-otros/ https://elbudacurioso.com/2014/08/09/sobre-renacimiento-otros/#comments Sat, 09 Aug 2014 08:54:16 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=893 Este artículo surge a colación del anterior, el curioso caso del monje que no moría, y de las preguntas que he recibido al respecto, en concreto sobre el porqué decide un monje budista auto-momificarse. Antes de seguir, me gustaría dar las... Seguir leyendo →

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Este artículo surge a colación del anterior, el curioso caso del monje que no moría, y de las preguntas que he recibido al respecto, en concreto sobre el porqué decide un monje budista auto-momificarse.
Antes de seguir, me gustaría dar las gracias a Francisco Javier Tostado, culpable indirecto de buena parte de todas esas preguntas y comentarios 🙂
Quizá la explicación que di al final del artículo sobre lo que tal auto-momificación perseguía fue un tanto somera o poco clara, por lo que he recibido varias preguntas y comentarios al respecto. Intento aquí, por tanto, explicar el tema lo más sencillamente posible y siempre según mi visión, la cual puede por supuesto estar equivocada.
La base para comprender lo demás:
Según el budismo, todos los seres estamos atrapados en el Samsara, un ciclo eterno de renacimientos del que sólo podemos escapar alcanzando el Nirvana, la iluminación (1). Hasta que no te ilumines, estarás condenado a vagar por este ciclo de renacimientos, naciendo cada vez con un cuerpo (no necesariamente humano) y condiciones diferentes, todo ello condicionado por el Karma de tus vidas pasadas.
(Click para ampliar)

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Además, independientemente de lo bueno que sea tu Karma o de dónde renazcas, una de las características de toda vida es el sufrimiento. Este sufrimiento hay que entenderlo en un sentido amplio de la palabra como cualquier sensación de intranquilidad mental o de desagrado.
Por entendernos, y que me perdonen los eruditos si estoy cometiendo una atrocidad al intentar explicarlo, la iluminación (2) se podría describir como aquél estado en el que hemos cultivado nuestra mente de manera que es capaz de ver la realidad tal y como verdaderamente es, libre de ilusiones y prejuicios. Es decir, que sea plenamente consciente de la impermanencia, del sufrimiento y de la falta de esencia de todo lo surgido.
Una vez iluminados, nos hemos desecho de nuestro ego; y no habiendo ego no hay deseos, no hay apego; y no habiendo deseos, no hay sufrimiento; al no haber ego, ni deseo ni sufrimiento, estamos iluminados y quedamos libres del Samsara y de todo lo que supone: renacimiento y sufrimiento. Aunque todo esto quizá se entienda mejor viendo el budismo en un gráfico.
Una vez iluminados, nos liberamos del sufrimiento, escapamos del Samsara. ¿Pero y qué pasa con el resto de seres?
Aquí puede estar la clave de la cuestión. Nosotros hemos conseguido iluminarnos y escapar del sufrimiento, pero ¿qué pasa con los demás? Ellos siguen atrapados ahí, y la inmensa mayoría ni siquiera saben que tienen una salida. Si una de las enseñanzas de Buda es la compasión, ¿no habría que ponerla en práctica y usar nuestra iluminación para ayudarles?
En el budismo hay varias tradiciones, pero las dos principales son la Theravada y la Mahayana. Aunque todas se basan en la palabra de Buda, cada una da más importancia a algunos conceptos que a otros, además de interpretar de manera un tanto diferente algunos de estos.
En la tradición Theravada, aunque la compasión es un concepto muy importante, el énfasis se pone en la autosalvación. Nadie puede hacerlo por nosotros, sino que somos los únicos responsables de nuestra liberación. En vida hemos de cultivar la compasión, pero esta no se puede convertir en un impedimento para nuestra iluminación.
En la tradición Mahayana y otras similares, el énfasis se pone en la compasión. En dichas tradiciones, aquellos embarcados en el camino del Buda, y que reciben el nombre de bodhisativa, hacen el voto de permanecer en este ciclo de renacimientos con el objetivo de ayudar al resto de seres atrapados en él. El objetivo principal es ayudar primero a al resto de seres a liberarse del sufrimiento, postergando así la propia iluminación definitiva. Lo único que no queda del todo claro al respecto es si el bodhisativa busca iluminarse y volver renacer voluntariamente una vez iluminado o si rechaza iluminarse por completo para así no poder escapar del ciclo de renacimientos.
He dicho que «aquí puede estar la clave de la cuestión» porque quizá guarde alguna relación el ideal del bodhisativa y lo de momificarse, aunque esto lo explico más adelante.
¿Cómo que nos liberamos? ¿A dónde va nuestra alma entonces? 
En el budismo no hay alma, o al menos no entendida en el sentido cristiano de la palabra como algo infinito, indestructible y divino. Por describirlo de alguna manera, digamos que para el budismo la conciencia es el alma, pero como todo, esta tiene un surgir y un cesar. La mera muerte del cuerpo no supone el cese de la consciencia, sino que para que esta cese hay además que alcanzar el Nirvana.
¿Pero existe de verdad eso del Samsara, Karma y demás? ¿Cómo demostrarlo? ¿Hay que creer en ello y punto?
En mi opinión, y por sacrílego que les parezca a algunos, se puede estar en perfecta comunión con el camino del Buda sin creer en el Samsara, el Karma u otros conceptos similares. Al fin y al cabo, Buda era el pragmatismo hecho persona, y sus enseñanzas se basaban en poner fin al sufrimiento en esta vida, punto.
En propias palabras de Buda, discutir sobre todo aquello que no nos condujese a la liberación del sufrimiento supondría:

«Enredarse en la maraña de las opiniones, el yermo de las opiniones, el enredo de las opiniones, el lío de las opiniones, la traba de las opiniones, lo que conlleva sufrimiento, ansia, tribulación y excitación, no conduce al desengaño, al desapasionamiento, a la cesación, a la paz, al conocimiento superior, a la iluminación, al Nibbana […] No es provechoso para el objetivo, no es fundamental para la vida de santidad, no conduce al desengaño, al desapasionamiento, a la cesación, al apaciguamiento, al conocimiento superior, a la iluminación, al Nibbana, por eso no lo he explicado.»
– Sermón sobre el fuego a Vachagotta, Majjhima Nikaya. 

Pero entonces, ¿por qué se momificaban?
Como ya dije en el anterior artículo, para algunas formas de budismo nuestra conciencia pasa por cuatro etapas dentro de este ciclo de renacimientos: la etapa de la vida; la etapa de la muerte; la etapa entre la muerte y nuestro siguiente renacimiento; y la etapa del renacimiento.
En la etapa que transcurre entre la muerte de nuestro cuerpo actual y nuestro siguiente renacimiento, nuestra conciencia sigue de alguna manera dentro del cuerpo durante un corto periodo después del fallecimiento de éste, pero ya no está limitada por los sentidos que el cuerpo le proporciona, por lo cual dispone de unas condiciones más propicias para alcanzar la iluminación.
(A partir de aquí son puras especulaciones mías)
Si se consigue mantener el cuerpo en buen estado, o que este «no muera del todo», quizá se alargue el tiempo que nuestra conciencia dispone de tales condiciones propicias para alcanzar la iluminación. El objetivo real sería el intentar que nuestro cuerpo no llegase por completo a morir, sino que entrase en un estado de anabiosis o algo por el estilo.
Y si el cuerpo no llega por completo a morir, aunque se alcance la iluminación, la conciencia no dejaría este mundo, no escaparía al Samsara, por lo que podríamos permanecer aquí para ayudar de alguna manera al resto de seres. Sería una solución para los bodhisativa antes mencionados, es decir, para los que han hecho el voto de ayudar al resto de seres antes de escapar ellos mismos del Samsara.
¿Pero cómo ayudar a los demás dentro de un cuerpo momificado? Hay que tener en cuenta que algunas tradiciones del budismo son bastante místicas, por lo que buscar una explicación racional quizá sea en vano. El mero hecho de que el cuerpo de alguien iluminado siga presente y sin descomponer puede que traiga algún beneficio a sus seguidores. Precisamente esto era lo que pretendían los Sokushinbutso, también mencionados en el artículo, alcanzar la budeidad tras la muerte pero quedarse en el mundo para ayudar a su pueblo. Pero repito, al fin y al cabo todo esto son puras especulaciones mías.
O también, y mirado desde un punto de vista más escéptico, hay que saber que por muy budistas que fuesen, todas esas momias eran personas y como tanto, imperfectas y sujetas al ego, por lo que puede que quizá algunas solo buscasen impermanencia o fama y nada más.

Como he dicho al principio, todo esto no es más que mi visión del tema y puede, por tanto, estar equivocada. Si tienes otra opinión o alguna duda, no dudes en usar los comentarios 🙂
Fuentes, además de las ya citadas en el anterior artículo:


Otras notas:
1. Sobre lo que el Nirvana es: «El Nirvana es la liberación del sufrimiento inherente en la existencia (primera Noble Verdad) mediante la eliminación del deseo y del apego (segunda Noble Verdad) gracias a la percepción correcta de la realidad». -Majjhima Nikaya, Los sermones medios del Buddha, pag. 30-31, de Amadeo Solé-Leris y Abrahan Lopez de Cea.
2. Sobre explicar el Nirvana: «El problema consiste en que el Nirvana es algo que pertenece a la categoría de la pura experiencia y no es reducible a las categorías lógicas y discursivas que utilizamos para razonar y comunicarnos. Es como tratar de explicar el sabor del azúcar, por ejemplo, a alguien que no lo ha gustado nunca. Por consiguiente, todo esfuerzo por conceptualizar el Nirvana no sólo está de antemano condenado al fracaso, sino que no hace más que deformarlo, abriendo la puerta a interpretaciones arbitrarias condicionadas por el bagaje cultural o las convicciones religiosas de los que las formulan». -Majjhima Nikaya, Los sermones medios del Buddha, pag. 30-31, de Amadeo Solé-Leris y Abrahan Lopez de Cea.
@ElBudaCurioso

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Abrid https://elbudacurioso.com/2014/08/03/abrid/ https://elbudacurioso.com/2014/08/03/abrid/#comments Sun, 03 Aug 2014 17:32:14 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=873 Ama, ama y ensancha el alma. Quisiera que mi voz fuera tan fuerte que a veces retumbaran las montañas y escuchárais las mentes social-adormecidas las palabras de amor de mi garganta. Abrid los brazos, la mente y repartíos que sólo... Seguir leyendo →

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Ama, ama y ensancha el alma.
Quisiera que mi voz fuera tan fuerte
que a veces retumbaran las montañas
y escuchárais las mentes social-adormecidas
las palabras de amor de mi garganta.
Abrid los brazos, la mente y repartíos
que sólo os enseñaron el odio y la avaricia
y yo quiero que todos como hermanos
repartamos amores, lágrimas y sonrisas.
De pequeño me impusieron las costumbres
me educaron para hombre adinerado
pero ahora prefiero ser un indio
que un importante abogado.
Hay que dejar el camino social alquitranado
porque en él se nos quedan pegadas las pezuñas
hay que volar libre al sol y al viento
repartiendo el amor que tengas dentro.

– Extremoduro, Ama y ensancha el alma

 

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Si echo la vista atrás, caigo en que ha pasado ya más de un año que llevo metido «de lleno» en esto del budismo, leyendo y estudiando textos de las diferentes tradiciones, practicando meditación, participando en foros, leyendo a otros bloggers con intereses similares y demás… pero, ¿en qué ha cambiado mi vida desde entonces? ¿qué es para mí el budismo hoy en día?
Como ya he dicho en otras ocasiones, ni me adhiero a ninguna tradición budista en concreto ni soy ningún experto en la materia, por lo que todo lo aquí escrito es una mera reflexión personal de un practicante que ha leído y estudiado las enseñanzas de diversos maestros de diferentes tradiciones, principalmente al propio Buda, y de las cuales ha sacado sus propias conclusiones.
¿Qué es el budismo, para mí, hoy en día? 
Digo «hoy en día» porque al fin y al cabo esto es un continuo aprender, por lo que puede que mañana mi visión sea distinta.
Las enseñanza budistas abarcan un sin fin de temas, pero si tuviese que resumir el budismo en una frase, citaría uno de mis textos budistas de cabecera, el Adiestramiento de la mente en siete puntos, diciendo que toda enseñanza budista pretende la reducción del ego y del ensimismamiento, pues de la reducción del ego dependen el resto de enseñanzas budistas.
¿Qué es eso de la reducción del ego?
Si el ego se reduce o se elimina, se reduce o elimina también la diferencia entre el «yo» y el resto del mundo, entre lo que a ese «yo» le agrada y le disgusta. Y no habiendo diferencia entre el «yo» y el resto del mundo, crece la empatía y la compasión y, lógicamente, disminuye el egoísmo; no habiendo ya agrado o desagrado, no hay deseo ni aversión; y no habiendo ni deseo, ni aversión ni egoísmo, no hay sufrimiento, pues nada se desea ni nada se rechaza.
¿Cuál es la lógica de todo lo anterior?
No hay ningún «yo», puesto que no hay ningún alma ni ningún otro fundamento que me defina como ser independiente de manera infinita. Este cuerpo tiene un origen y tendrá un cese, no había nada antes de él que existiese como «yo» ni lo habrá después. El «yo» es un producto mental, una mera ilusión. De nuestros sentidos y de lo que experimentan surge la conciencia, y de esta surge el «yo». No hay separación real entre nuestro «yo» y el resto del mundo, y el ignorar tal característica es uno de nuestros principales problemas. (Leer Anatta, por Ajahn Brahmavamso).
Es decir, claro que existe un «yo», pero de manera impermanente. En mi caso se llama Antonio Sánchez, tiene una cara y un cuerpo determinado, una determinada historia, una determinada conciencia del mundo, un determinado carácter, unos determinados gustos y aversiones, etc… Pero todo ese cúmulo de características considerado como «yo», ese Antonio Sánchez, no existía antes de la conciencia o de la mente que hoy en día lo concibe, ni existirá tras el cese de ésta, e incluso mientras ésta existe, dicho «yo» cambia continuamente. Ese «yo» es fruto de dicha conciencia, de dicha mente, no habiendo nada en ninguna parte de este cuerpo, si lo redujera en tantas partes como fuese posible, que me defina permanentemente como algo independiente del resto del mundo. Tanto la ausencia de «yo» (Anatta, en lengua Pali) como la impermanencia (Anicca) son dos de las tres características de la realidad según el budismo.
Al estar apegados a la falsa ilusión de un «yo», y al discriminar por tanto entre ese «yo» y el «resto del mundo», distinguimos entre lo que a ese «yo» le gusta y lo que no, lo que le hace bien y lo que no, lo bueno y lo malo, los amigos y los enemigos. De la distinción surge el apego, la aversión y la indiferencia. Nos apegamos a aquello que nos agrada, a lo que queremos tener, a lo que queremos ser, a la propia idea del «yo», a la vida misma… Este apego es la causa de nuestro sufrimiento (entendido en un sentido amplio como cualquier sensación mental de desagrado o de intranquilidad), pues sufrimos cuando queremos algo y no lo tenemos, cuando luchamos por conseguirlo, cuando ya lo tenemos por miedo a perderlo, cuando lo hemos perdido, sufrimos cuando tenemos lo que no queremos, etc… Ignoramos que cualquier cosa o estado mundano al que aspiremos sólo nos puede proporcionar, como mucho, una alegría o estado placentero efímero. Este sufrimiento (Dukkha, en lengua Pali) es la otra característica de la realidad según el budismo.
Y a partir de aquí, podría extenderme largamente. Habiendo comprendido estas tres características, Anata, Anicca y Dukkha, sólo se trata de ser plenamente consciente de ellas, constantemente, pues la mera sabiduría no basta, sino que hay que cultivar nuestra mente para que vea la realidad de tal forma. Y aquí es donde entra en juego la meditación, y por supuesto, el Noble Óctuple Sendero.
Todo esto está muy bien pero, ¿ha cambiado esto mi vida en algo?
Enormemente. Y sigue cambiando, cada día un poco más, de manera casi imperceptible. Por supuesto no siempre progresando, ya que a veces la duda o la inconstancia entran en juego viéndome obligado a retroceder.
Me bastan dos palabras para describir el cambio: tranquilidad mental. Claro que me queda ego, y mucho, que sigo siendo presa del apego por lo mundano y que sigo experimentando sufrimiento: la diferencia está en el cuánto. El simple hecho de ser consciente de la ausencia del «yo», del sufrimiento y de su causa hace que te enfrentes a la vida de forma diferente. Es imposible medir cuánto ego, apego o sufrimiento he reducido, pero me basta con saber que se ha reducido, y la prueba de ello es, como digo, la estabilidad o tranquilidad mental. El miedo a la incertidumbre del futuro, el remordimiento por el pasado, la ansia por conseguir o por mantener algo, el intento de controlar cada aspecto de mi vida, etc.. todo este tipo de estados mentales de intranquilidad se han reducido enormemente, de manera que hoy en día observo cómo cosas que en otro tiempo me hubiesen causado angustia o estrés, las acepto o las dejo ir sin más, sin atisbo de intranquilidad o desagrado (o casi). Aunque todo esto ya lo expliqué de pasada en Ventajas de la meditación activa.
¿Pero estoy haciendo lo correcto?
Probablemente algunos piensen que estoy haciendo algo mal, que mi práctica no es la correcta o que he malinterpretado cualquier concepto. Ante tal cosa yo respondo con pragmatismo: a mí me funciona, y por lo tanto sigo por mi camino. Me funciona en tanto en cuanto me reporta un estado de paz mental como nunca antes había tenido.
Ya sé que abuso mucho de las citas, y para no perder la costumbre, me despido con una en relación a lo comentado de la paz mental, sacada del texto Notas desde mi cabaña de Monje:

La gente quiere poder y autoridad para que nadie los menosprecie, ni a ellos ni a sus familias. Pero los ricos tienen demasiadas preocupaciones, y los pobres demasiadas envidias. Si dependes otros en cualquier sentido, si no eres autosuficiente, entonces esos otros te poseen. Incluso cuando ayudas a un extraño, si sientes cualquier afinidad hacia tal persona, estás infringiendo la independencia de tu propio espíritu. Por una parte, es difícil mantener la independencia mientras se vive de acuerdo a las convenciones sociales, pero por la otra, si tales convenciones no se siguen, corres el riesgo de parecer un loco. Y no importa ni dónde viva ni lo que hagas, en este corto periodo de vida que te ha sido dado tu objetivo principal debería ser el alcanzar la paz mental, pero esto parece algo imposible para la mayoría de los humanos.

 
@ElBudaCurioso

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En tercera persona https://elbudacurioso.com/2014/07/27/en-tercera-persona/ https://elbudacurioso.com/2014/07/27/en-tercera-persona/#comments Sun, 27 Jul 2014 08:40:36 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=855 Y de pronto ya no estás ahí. Bueno, es verdad que tu cuerpo sigue ahí, ves y oyes lo mismo que antes, la gente se sigue dirigiendo a ti por tu nombre, hablan de ti y contigo, pero ahora experimentas todo... Seguir leyendo →

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Y de pronto ya no estás ahí. Bueno, es verdad que tu cuerpo sigue ahí, ves y oyes lo mismo que antes, la gente se sigue dirigiendo a ti por tu nombre, hablan de ti y contigo, pero ahora experimentas todo esto de manera muy diferente. Eres un testigo de lo que pasa, un testigo curioso, que se divierte y hasta sorprende de lo que acontece.
Observas a los demás con irónica sonrisa, mitad divirtiéndote, mitad sintiendo compasión por ellos: ¡qué tontos, no han comprendido nada! Están tan ocupados representando su propio ideal de lo que creen ser, acumulando y previendo, que no se dan cuenta de lo que verdaderamente ocurre. Alguno te adula, pero para ti el halago ya no tiene sentido; el otro te insulta, pero a ti eso ya no te puede afectar; y el otro te ignora, pero tú ya en eso no reparas. También se adulan entre ellos, pero tu ves lo que hay detrás de tales halagos; se insultan y se agreden, y tu observas la situación con algo de pena, como la de una madre que ve a sus niños pelearse entre ellos.
Te resulta curioso que sigan sorprendiéndose de algunos cambios que la vida trae, que sigan considerándolos como eventos inesperados y fruto de la mala suerte o algo similar, que sigan intentando controlarlo todo, que crean que ciertas situaciones nunca van a ocurrir, o si ocurren, que lo harán en un tiempo tan lejano que no merezca la pena pensar sobre ello ahora. Siguen buscando la felicidad en lo mundano, sin saber que de ahí solo pueden sacar una placer efímero. Siguen intentando nadar contra la corriente, sin saber que tal menester es en vano. De hecho, hasta puede que ignoren que existe tal corriente.
Pero de los demás, el que más te sorprende es tu propio ego, que todavía te queda. Observas en tercera persona cómo él también intenta representar su propio ideal, defenderse, autoreconocerse, reafirmarse y ser por otros reafirmado, prever, buscar el agrado y tomar partido. Sigue intentando ser parte de todo esto, pero una parte separada.
Es tan fácil como comprender esto: todo tiene un surgir, todo tiene un cesar.

He aquí, Aggivessana, que cualquier forma material, pasada, futura o presente, interior o exterior, tosca o sutil, inferior o superior, lejana o cercana, toda forma material, el monje, habiéndola visto con perfecta sabiduría tal y cómo es: «esto no es mío», «ése no soy yo», «ése no es mi yo», supera el apego y queda liberado.
Cualquier sensación… percepción… composición mental… conciencia, pasada, futura o presente, interior o exterior, tosca o sutil, inferior o superior, lejana o cercana, habiéndola visto con perfecta sabiduría tal y como es: «esto no es mío», «ése no soy yo», «ése no es mi yo», supera el apego y queda liberado.

-Buda, Pequeño sermón a Saccaka, Majjhima Nikaya

 @ElBudaCurioso

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Diario de práctica: atención al cuerpo (y II) https://elbudacurioso.com/2014/07/25/practica-atencion-cuerpo-y-ii/ https://elbudacurioso.com/2014/07/25/practica-atencion-cuerpo-y-ii/#comments Fri, 25 Jul 2014 08:25:17 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=850 Continuación del segundo artículo perteneciente al diario de práctica del Satipatthana Sutta. Prosigo describiendo los últimos dos entrenamientos de la contemplación al cuerpo. En la primera parte de este artículo puedes consultar los otros entrenamientos. 4. Contemplación del cuerpo a través de... Seguir leyendo →

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Continuación del segundo artículo perteneciente al diario de práctica del Satipatthana Sutta.
Prosigo describiendo los últimos dos entrenamientos de la contemplación al cuerpo. En la primera parte de este artículo puedes consultar los otros entrenamientos.
4. Contemplación del cuerpo a través de los elementos

«Además, monjes, el monje revisa este mismo cuerpo, en cualquier lugar o posición en que se encuentre, como consistente en los elementos de esta manera: ‘He aquí, en este cuerpo están: el elemento de la tierra, el elemento del agua, el elemento del fuego y el elemento del aire’. Al igual que un hábil carnicero o su aprendiz, que mata a una vaca y, dividiéndola en partes, se sienta con ellas en el cruce de los caminos, de la misma manera el monje revisa este mismo cuerpo, en cualquier lugar o posición en que se encuentre, como consistente en los elementos de esta manera: ‘He aquí, en este cuerpo están: el elemento de la tierra, el elemento del agua, el elemento del fuego y el elemento del aire».

Parecido al entrenamiento de la repugnancia en el cuerpo que ya comenté en el anterior post, consiste en ser consciente de los elementos que forman el cuerpo. Según el budismo, son cuatro los elementos fundamentales: tierra (elementos sólidos), agua (elementos líquidos), fuego (definidos según cada tradición de manera un tanto diferente: radiaciones, energía, calor corporal, etc..), y aire (elementos gaseosos).
Todo lo que somos o creemos ser está formado por esos cuatro elementos. Aunque creamos tener un cuerpo al que consideramos como unidad, no se trata más que de la conjunción de todos estos elementos, aunque esto quizá lo explico mejor en este artículo sobre la vacuidad.
Aunque dije que iba a realizar este tipo de meditación sin apoyarme en otro texto más que el Sutta, tenía cierta dificultad interpretando este tipo de entrenamiento, por lo que he busqué algo de información y encontré este mensaje de No-YO en el foro de Bosque Theravada (el mismo No-Yo autor de El budismo en un gráfico), del cual transcribo un extracto:

Durante mi último retiro en Wat Bonyawad, la postura de meditación que más estuve practicado fue caminando. Y hubo un día que, sin buscarlo intencionadamente, mi percepción se redujo a cuatro elementos:
– El esqueleto, y el suelo al contactar con el talón. Pero no como formas concretamente definidas, sino como una sensación abstracta de solidez.
– El sudor que me corría por debajo de la ropa y la flexibilidad de los músculos, como líquido.
– El calor de mi cuerpo, el dolor de espalda (de tanto barrer y de dormir en el suelo), el movimiento de mi cuerpo, y la voluntad de moverlo.
– El aire que respiraba, el que me rodeaba, y la sensación de espacio.
Así estuve durante un buen rato, alternando entre la observación de esos cuatro elementos (no percibia los detalles en concreto, si no su elemento básico de manera abstracta), hasta que de repente dejé de notar diferencia entre el aire de mis pulmones y el aire que me rodeaba. Era como si no estuviesen localizados en lugares diferentes, como si la sensación habitual de distancia/espacio disminuyese de intensidad y parte de mi cuerpo desapareciese (solo me sentía las piernas, al contrario que Rambo). Casi al miso tiempo, dejé de percibir mi respiración. Podía intuir vagamente si estaba inspirando o expirando, pero no podía sentir el movimiento de la respiración, ni mi voluntad de respirar. Mantuve la calma y la concentración, puesto que ya estaba avisado de que eso puede ocurrir, y entonces vino lo mejor de todo: ¡mi dolor de espalda, de piernas, y el agobio del calor se desvanecieron por completo! Tenía una sensación de calor en las zonas del cuerpo que antes me dolían, pero nada de molestia. Dejé de preocuparme de esos cuatro elementos, de la no-respiración, ¡incluso de la volición de caminar!, y seguí caminando con esa paz durante casi dos horas más.
Tengo que confesar que siempre me había parecido algo infantil, primitiva, y simplista esa clasificación de los cuatro elementos tierra-aire-fuego-agua, y nunca le había prestado gran atención. Pero no se como, sin quererlo ni buscarlo, de repente se convirtió en el objeto de mi meditación, y además me llevó a dejar de percibir el dolor. Que curioso.

Aunque no he llegado a experimentar lo mismo, pues me falta práctica, mi entrenamiento ha ido en la misma dirección que No-Yo comenta, la de percibir los cuatro elementos en mi cuerpo. Como ya he comentado en otras partes de esta serie de post, no trato de imaginarme tales elementos, sino de percibirlos, de ser consciente de ellos.
5. Sección con las nueve formas de contemplación del cuerpo en el cementerio

«Además, monjes, el monje compara este mismo cuerpo con el cuerpo arrojado al suelo del cementerio, muerto desde hace un día, o dos días, o tres días; hinchado, lívido y putrefacto de esta manera: ‘Este cuerpo mío tiene la misma naturaleza, alguna vez será igual a aquel cuerpo y no está exento de este destino».

Quizá a algunos les pueda resultar un poco tétrica este tipo de meditación, pero lo cierto es que funciona genial si queremos llegar a ser verdaderamente conscientes de la realidad impermanente en la que vivimos, de lo efímera de nuestra vida y de la realidad de la muerte. Además, en mi opinión, nos ayuda a ver todo el proceso de morir de una manera mucho más natural, a familiarizarnos con él.
Es un tipo de meditación que podemos hacer en muchos momentos del día, de manera activa. Por ejemplo, en la televisión vemos cadáveres cada vez que ponemos las noticias: víctimas de cualquier guerra o cuerpos enfermos y famélicos que mueren por escasez de recursos en algún lugar de África… cada vez que veas dichas imágenes, piensa que esos cuerpos están hechos de lo mismo que el tuyo, y que el tuyo probablemente acabe también así. Quizá no fruto de una guerra o del hambre como los que has visto, pero acabará también inertes, inmóviles y presa de la descomposición y putrefacción. O prueba a meditar usando a los ancianos como objeto de comparación: cada vez que veas a alguien al que por su edad le cueste moverse, cuya piel esté arrugada, su mente un tanto no tan fresca como en otros tiempos, con dolores, etc… piensa que, si no mueres antes, tu vas a acabar igual. Su cuerpo está hecho de lo mismo que el tuyo, y ambos tienen el mismo destino.
No sé si este tipo de meditación puede deprimir a algunas personas, pero lo cierto es que tanto el morir como el envejecer son dos procesos inevitables y nada hay que puedas hacer contra ello. Ante esto tienes dos opciones: o ignoras tal hecho o lo asimilas. Si lo ignoras, muerte y vejez van a seguir ahí, pero te pillarán desprevenido. Si lo asimilas de manera consciente, habrás dado un gran paso, pues serás plenamente consciente de la transitoriedad de la vida, lo cual te ayudará a dar la importancia que cada cosa se merece. Es decir, habrás aceptado que vas a morir, que todos vamos a morir, que todo es transitorio, y que en dicho tránsito pocas son las cosas que verdaderamente importan. Lo empiezas a ver todo como algo más natural, ni triste ni alegre, simplemente natural. Es así y punto, ni hay nada que hacer para cambiarlo ni pretendes cambiarlo.
Me despido con unos versos de Jorge Manrique al respecto de esta transitoriedad de la que hablo (ver más en Budismo y poesía española)

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

@ElBudaCurioso

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