Libros – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com Blog sobre budismo, meditación, y otros Sat, 26 Sep 2020 13:04:46 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.5.3 https://elbudacurioso.com/wp-content/uploads/2018/12/cropped-7879b-img-photo-art-765828819-32x32.jpg Libros – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com 32 32 El lobo, cuento breve de H. Hesse https://elbudacurioso.com/2014/10/16/el-lobo-cuento-breve-de-h-hesse/ https://elbudacurioso.com/2014/10/16/el-lobo-cuento-breve-de-h-hesse/#comments Thu, 16 Oct 2014 07:44:42 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=871 Transcribo a continuación un breve cuento casi desconocido de Hermann Hesse: Nunca en las montañas francesas había habido un invierno tan terriblemente largo y frío. Desde hacía semanas, el aire era claro y helado. De día, los grandes glaciares inclinados... Seguir leyendo →

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Transcribo a continuación un breve cuento casi desconocido de Hermann Hesse:

Nunca en las montañas francesas había habido un invierno tan terriblemente largo y frío. Desde hacía semanas, el aire era claro y helado. De día, los grandes glaciares inclinados se extendían infinitos y de un blanco mate bajo el cielo de un color azul muy vivo; de noche, la luna, clara y pequeña, pasaba por encima de ellos; una luna gélida, de un brillo amarillento, cuya luz intensa adquiría tonos azules y broncos en la nieve, y parecía la personificación misma de la helada. Los hombres evitaban todos los caminos, y especialmente las cumbres; ateridos y maldicientes, permanecían en las cabañas de sus aldeas, cuyas ventanas, enrojecidas, brillaban y se extinguían pronto, por la noche, de un modo turbio y humoso, junto a la luz azulada de la luna.

Eran tiempos difíciles para los animales de la región. Los más pequeños perecían helados en gran cantidad; también los pájaros sucumbían a la helada, y los flacos cadáveres servían de botín a los azores y a los lobos. Pero también éstos pasaban tremendas penalidades a causa del frío y el hambre. Sólo unas pocas familias de lobos habitaban el lugar, y la necesidad los empujó a estrechar los vínculos. Se pasaron días andando solos. Aquí y allá, uno de ellos avanzaba por la nieve, flaco, hambriento y al acecho, silencioso y esquivo como un fantasma. Su delgada sombra se deslizaba junto a él por la nevada superficie. Tendía al viento, husmeando, su hocico puntiagudo, y dejaba oír de vez en cuando un aullido seco y atormentado. Pero por la noche se juntaban todos y rodeaban las aldeas con roncos aullidos. En ellas, el ganado y las aves de corral estaban a buen recaudo, y, tras los sólidos postigos, había carabinas apoyadas en la pared. Pocas veces obtenían un pequeño botín, por ejemplo, un perro, y habían sido ya abatidos dos miembros de la manada.

El frío persistía. A menudo, los lobos yacían juntos, silenciosos y ensimismados, dándose calor unos a otros, y acechaban ansiosos el yermo sin vida, hasta que uno, atormentado por los crueles martirios del hambre, saltaba de pronto con tremendos aullidos. Los demás volvían entonces sus hocicos hacia él y estallaban todos juntos en un alarido terrible, amenazador y plañidero.

Finalmente, la parte más pequeña de la manada se decidió a emigrar. De madrugada, abandonaron sus guaridas, se reunieron y, llenos de miedo y excitación, husmearon el aire helado. Luego partieron con un trote rápido y regular. Los que se quedaban los siguieron con unos ojos muy abiertos y vidriosos, trotaron tras ellos algunas decenas de pasos, se detuvieron indecisos y desconcertados, y regresaron lentamente a las guaridas vacías.

Los emigrantes se separaron al llegar el mediodía. Tres de ellos se dirigieron al Este, hacia el Jura suizo, y los demás continuaron hacia el Sur. Los tres primeros eran unos animales hermosos y fuertes, pero terriblemente enflaquecidos. El vientre estrecho y de color claro era delgado como una correa; las costillas sobresalían de un modo lamentable; las fauces estaban secas, y los ojos, abiertos y desesperados. Los tres penetraron juntos en el Jura, y al segundo día cobraron un carnero; al tercer día, un perro y un potro; pero se vieron acosados furiosamente por todas partes por la población campesina. En la comarca, abundante en pueblecitos y pequeñas ciudades, cundió el pánico ante aquellos intrusos inesperados. Los trineos del correo fueron armados, y nadie podía ir de un pueblo a otro sin fusil. En la región desconocida, después de un botín tan bueno, los tres animales se sentían a la vez cómodos y amedrentados; se volvieron más temerarios que nunca y penetraron en pleno día en el establo de una hacienda. Bramidos de vacas, de caballos y jadeos anhelantes llenaron el espacio cálido y angosto. Pero esta vez hubo gente que intervino. Se puso precio a los lobos y esto redobló el valor de los campesinos. Dos de ellos sucumbieron; uno con el cuello atravesado por una bala de un fusil; el otro, abatido a hachazos. El tercero escapó y corrió hasta caer medio muerto en la nieve.

Era el más joven y hermoso de los lobos, una bestia orgullosa, de enorme fuerza y formas esbeltas. Permaneció largo tiempo jadeante en el suelo. Círculos de un rojo sangriento flotaban en remolino ante sus ojos, y de vez en cuando lanzaba un doloroso gemido sibilante. Un hachazo le había alcanzado el lomo. Pero se recuperó y pudo volver a levantarse. Sólo entonces se dio cuenta de lo mucho que se había alejado. No se veían seres humanos ni edificios por parte alguna.

Muy cerca se alzaba una gran montaña cubierta de nieve. Era el Chasseral. Decidió rodearla. Como le atormentaba la sed arrancó pequeños bocados de la dura costra helada de la nevada superficie.

Al otro lado de la montaña se encontró en seguida con una aldea. Caía la noche. Esperó en un espeso bosque de abetos. Después se deslizó con precaución alrededor de los vallados, siguiendo el olor a establos calientes.

No había nadie en la calle. Con temor y codicia, anduvo parpadeando por entre las casas. Sonó un disparo. Levantaba la cabeza y tomaba impulso para echar a correr, cuando estalló un segundo disparo. Le había alcanzado. Su vientre blanquecino aparecía manchado de sangre en uno de los flancos, y la sangre caía en gruesas gotas persistentes. No obstante, consiguió escapar a grandes saltos y alcanzar el bosque del otro lado de la montaña. Allí esperó unos instantes al acecho y oyó voces levantó los ojos hacia la montaña. Era escarpada, boscosa y de difícil ascenso. Pero no había otra alternativa. Jadeante, abajo, una confusión de blasfemias, órdenes y luces de linternas se extendía a lo largo de la montaña. El lobo herido se enfilaba tembloroso a través del bosque de abetos en la penumbra, mientras la sangre parduzca iba goteando lentamente de su flanco.

El frío había disminuido. Al Oeste, el cielo aparecía vaporoso y parecía anunciar una nevada.

Al fin, el agotado animal llegó a la cumbre. Estaba sobre una gran extensión nevada, ligeramente inclinada, cerca del Mont Crosin, muy por encima de la aldea de la que había escapado. No tenía hambre, pero sentía un dolor persistente y apagado que le venía de la herida. Un ladrido ronco y enfermizo salía de su hocico colgante; el corazón le palpitaba de un modo pesado y doloroso, y sentía la mano de la muerte oprimiéndole como una carga indeciblemente difícil de soportar. Le atraía un abeto de ancho ramaje, separado de los demás. Allí se sentó y dirigió una mirada turbia a la terrible noche nevada. Pasó media hora. Entonces cayó sobre la nieve una luz de un rojo tenue, suave, extraña. El lobo se incorporó con un gemido y volvió la hermosa cabeza hacia la luz. Era la luna que, gigantesca y roja como la sangre, salía por el sureste y se alzaba lentamente en el cielo turbio. Hacía muchas semanas que no había sido tan grande y roja. Los ojos del animal agonizante se clavaban tristemente en el opaco disco lunar, y nuevamente un débil aullido resonó con un estertor, sordo y doloroso, en la noche.

Se aproximaron pasos y luces. Campesinos embutidos en gruesos capotes, cazadores y jóvenes con gorros de piel y pesadas polainas, venían pisando la nieve.

Sonaron gritos de júbilo. Habían descubierto el lobo moribundo; dispararon contra él dos tiros, que no dieron en el blanco. Luego vieron que se estaba muriendo, y cayeron sobre él con palos y estacas. Pero él ya no sentía nada.

Con los miembros destrozados, lo bajaron arrastrándole hasta Saint Imier. Reían, se ufanaban, se prometían unos buenos vasos de aguardiente y café, cantaban, renegaban. Ninguno de ellos veía la belleza del bosque nevado, ni el brillo de las cumbres, ni la luna roja que flotaba sobre el Chasseral y cuya luz tenue se reflejaba en los cañones de sus fusiles, en los cristales de la nieve y en los ojos vidriosos del lobo abatido.


– Hermann Hesse, 1932

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Suelta. Siente. Medita. https://elbudacurioso.com/2014/08/15/medita/ https://elbudacurioso.com/2014/08/15/medita/#comments Fri, 15 Aug 2014 19:44:34 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=918 Antes de meditar, lee libros, intenta descubrir qué es el samādhi, lo que significa nāma, lo que significa rūpa, lo que significa anicca, lo que significa dukkha, lo que significa anatta… Pero cuando realmente medites, suelta todo esto. Estáte simplemente... Seguir leyendo →

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Antes de meditar, lee libros, intenta descubrir qué es el samādhi, lo que significa nāma, lo que significa rūpa, lo que significa anicca, lo que significa dukkha, lo que significa anatta…

Pero cuando realmente medites, suelta todo esto.
Estáte simplemente en contacto con cualquier cosa que haya.
¡Sé muy, muy simple! .

Tienes que ser tan simple como sea posible. Simplemente estáte en contacto con la sensación, no intentes ver si está surgiendo o desapareciendo, si es dukkha o anatta, ni tan siquiera si es nāma o rūpa. Sin pensar, si puedes permanecer de este modo durante largo tiempo, surgirá espontáneamente, de forma intuitiva, lo que es y “lo que es”. Es algo de lo que no podemos hablar. No puedes hablar realmente sobre anicca. De hecho, no puedes pensar sobre anicca porque cuando lo experimentas realmente, es algo de lo que no puedes hablar. En el momento en que intentas pensar sobre ello ya no está más allí. Es por esta razón que cuando estás meditando no puedes decir: “Oh,… algo está surgiendo y desvaneciéndose, esto es anicca”. En ese momento estás pensando y ya no estás meditando, estás utilizando la función del pensamiento; estás de nuevo en la realidad ordinaria.

– Un mapa del viaje, Sayadaw U. Jotika

Estoy actualmente leyendo este excelente manual de meditación vipassana (que no se de dónde ni por qué lo tengo, pero que me he encontrado entre los archivos de mi ordenador), y quería compartirlo con todo aquél a quien le interese. Se trata de la transcripción de unas charlas dadas por un monje budista birmano, Sayadaw U. Jotika, aunque todo esa info y más se encuentra en el libro, así que no repito aquí 🙂

Puedes descargarlo directamente aquí: Un mapa del viaje revisado (es de libre acceso en internet siempre y cuando no sea con fines de lucro).

Actualizo: También puedes descargarlo desde la página de Budismo Theravada Hispano: Un mapa del viaje revisado. Mil gracias a su traductor, Giulio Lucarda 🙂

Por cierto, respecto a las palabrejas de arriba, son todas en lengua Pali y significan:

Actualizo: correcciones de Giulio Lucarda:

* Samadhi: concentración
* Nama: mente (al menos es la traducción que propone U Jotika)
* Rupa: materia (forma lo utilizamos cuando rupa está en el contexto de las seis bases internas y externas; como pareja del ojo -chakkhu)
* Anicca: impermanencia (puedes añadir, si te gusta, transitoriedad)
* Dukkha: sufrimiento, estrés (puedes añadir, si te gusta, insatisfacción)
* Anatta: ausencia de un “yo” perdurable (creo que es más fácil dejarlo así ahora 😉
(NOTA: namarupa se traduce a veces como nombre y forma, pero no es la traducción que el libro Un mapa de Viaje propone como acertada y de acuerdo a la práctica, por ello en el contexto de esta entrada, parece más coherente traducirlo así).

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Notas desde mi cabaña de monje https://elbudacurioso.com/2014/06/27/notas-desde-mi-cabana-de-monje/ https://elbudacurioso.com/2014/06/27/notas-desde-mi-cabana-de-monje/#comments Fri, 27 Jun 2014 10:10:33 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=727 Traducción completa del Hōjōki, un texto japonés escrito en el año 1212 por Kamo No Chomei durante su retiro en su cabaña en el bosque, y que en español se ha titulado como “Notas desde mi cabaña de monje” o “Canto a... Seguir leyendo →

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Traducción completa del Hōjōki, un texto japonés escrito en el año 1212 por Kamo No Chomei durante su retiro en su cabaña en el bosque, y que en español se ha titulado como “Notas desde mi cabaña de monje” o “Canto a la vida desde una choza”.

La corriente del río jamás se detiene, el agua fluye y nunca es la misma. Las burbujas que flotan en el remanso son ilusorias: se desvanecen, se rehacen y no duran mucho tiempo.

Cuando ves los tejados de las impresionantes casas en Heian-kyo [la actual Kyoto] compitiendo para sobresalir por encima de las otras -moradas de gente de alto o bajo estatus- parece como si fuesen a estar ahí durante generaciones, pero cuando indagas, descubres que muy pocas de ellas todavía sobreviven a tiempos pasados.

Mientras algunas han sido reconstruidas tras arder el año anterior, otras han sido derruidas dando sitio a casas más pequeñas.

La vida de aquellos que habitan estas casas también ha cambiado. Puede que haya tanta gente como antes, pero en casas donde de joven conocía a veinte o treinta personas, hoy apenas reconozco a una o dos. Tal y como las burbujas de agua de los remansos del río, aquellos que mueren por la mañana son remplazados por los que nacen de noche.

Todavía no tengo claro a dónde van o de dónde viene aquellos que nacen y mueren.

Tampoco el por qué de tomarse tan arduas molestias en construir semejantes casas viviendo en un mundo tan efímero como éste, donde dueño y morada rivalizan en impermanencia. Ambos perecerán, recordándonos a las campanillas que florecen en el rocío de la mañana, pero que se marchitan cuando aparece el sol.

Algunas pueden incluso marchitarse antes de que el rocío desaparezca, pero ni siquiera el rocío sobrevivirá al día.

Desde que llegué a la edad de comprender, han pasado cuarenta años en los que he visto demasiadas calamidades.

Creo que fue el 28 de Abril de 1177, a eso de las ocho de la tarde el viento soplaba fuertemente propagando hacia Noroeste el incendio que había comenzado en la parte Sudeste de la ciudad. Aquella noche ardió la puerta sur del Palacio, la Cámara del Estado, el Paraninfo de la Universidad y la Oficina del Interior. En tan sólo una noche, todo se redujo a cenizas.

He oído que el fuego comenzó en un chabola de Higuchitominokoji. Movido por el viento, fue arrasando poco a poco cada parte de la ciudad, extendiéndose cómo el desplegar de un abanico. Mientras las casas lejanas se ahogaban con el humo, las más céntricas eran devoradas por el remolino de fuego. El fuego se reflejaba en la inmensa nube de polvo que levantaba, coloreando el cielo nocturno de un rojo intenso, mientras que el viento hacía saltar las llamas muchos metros hacia arriba, las cuales seguían desplazándose.

Aquellos que se vieron acorralados por las llamas, perdieron toda esperanza.

Algunos murieron ahogados por el humo, otros siendo pasto de las llamas. Los pocos que consiguieron escapar con vida, perdieron todas sus posesiones. Algunos de los grandes tesoros del palacio también fueron reducidos a cenizas. ¿Cuán grande fue el destrozo? Dieciséis edificios de la Corte Imperial ardieron, pero es imposible calcular la pérdida total. Quizá un tercio de la capital fue destruida por el fuego. Docenas de hombres y mujeres perecieron, y quién sabe cuantos caballos y ganado.

Sacrificar tanto dinero y energía para construir una casa es absurdo, pero aun más absurdo es hacerlo en un sitio tan peligroso como el centro de una capital.

Así mismo, en abril de 1180, un gran torbellino golpeó cerca de Naka-no-Mikado, al este del Palacio Imperial, trasladándose hasta el Sudeste de la Sexta Calle.

Moviéndose violentamente por la ciudad, con una anchura de entre 300 y 400 yardas, el torbellino arrasó con cada casa que encontraba a su paso. Ninguna, sin importar su tamaño, quedó de pie. A veces quedaban como mucho sus pilares; otras veces no quedaba ningún rastro. Puertas y tejados fueron arrancados por el viento y movidos a gran distancia, tal y como si no hubiesen ofrecido ninguna resistencia en absoluto. Todas las vallas fueron también arrancadas, desapareciendo así las fronteras entre los vecinos. Muebles y utensilios volaron por el cielo, tal y como si se tratase de hojas movidas por el viento. Había tanto polvo en el aire que era mejor no abrir los ojos, y nada de lo que se dijera podía ser oído debido al enorme estruendo. Enseguida pensé que esto debía ser como el infierno.

No sólo los edificios fueron destruidos, sino que muchas personas también resultaron malheridas tratado de salvar sus pertenencias. El viento continuó moviéndose luego a través de la parte central de la ciudad en dirección sur, donde siguió causando estragos.

Desde entonces, fuertes vientos se repiten constantemente, lo cual no sería raro de no ser por su tremenda fuerza. Algunos lo ven como un presagio budista.

De repente e inesperadamente, en junio del mismo año, la capital fue trasladada. He oído que Heian-Kyo ha sido la capital durante casi 400 años, desde el reinado del Emperador Saga. Es poco sabio trasladar una capital tan estable sin una razón especial, y de hecho esto causó mucha ansiedad y estrés entre sus habitantes.
Inútil fue protestar, pues todos se trasladaron, empezando por el emperador, sus ministros y otros nobles. Me pregunto si alguna de las altas personalidades quedó en la vieja capital. Por supuesto, todo aquel que quisiese una alta posición en el gobierno o promocionar en la corte, se trasladó sin demora alguna hacia la nueva capital, dejando atrás sólo a aquellos con poca esperanza de triunfar, o a aquellos a los que el futuro tenía poco que ofrecer. Pronto las más lujosas mansiones comenzaron a caer en ruina. Algunas fueron incluso destruidas, y algunas de sus piezas fueron a parar al río Yodo, y los lugares que hasta entonces habían ocupado se convirtieron en nuevos campo de labranza. La mentalidad de la gente cambió de manera rápida: de pronto un caballo con montura tenía más valor que un buey y una carreta. La tierra que se extendía hacia el mar en dirección Sur y Este era deseada, mientras nadie quería aquella que se extendía hacia Tohoku, en dirección Norte y Oeste.

Una vez visité la nueva capital, en el puerto de Setsu. Era obvio que el sitio elegido era muy estrecho, tanto que ni siquiera se podían trazar la calles de manera adecuada. En el Norte eran las montañas las que ponían cerco a la expansión de la ciudad, y en el Sur era el mar. Las olas producían un ruido estrepitoso durante todo el año, y el salado viento soplaba con especial fuerza. El Palacio Imperial se construyó en las Montañas, y los árboles que se usaron para su construcción se convirtieron en la nueva moda. Todo el mundo comentaba lo peculiar de su elegancia. Las casas eran reconstruidas a partir de las piezas de aquellas que eran tiradas al río. A pesar de que la tierra no ocupada todavía era abundante, pocas casas eran construidas. La antigua capital ya estaba en ruinas, y la nueva todavía no estaba establecida. Todos aquellos que venían se sentían a la deriva, tal y como las nubes. Los nativos se quejaban de haber perdido sus tierras, y los recién llegados sobre las dificultades para construir. La gente que veía en las calles, en vez de montar en un carro tirado por bueyes como deberían, montaban a caballo, y los que deberían haber vestido de manera elegante, parecían vestir como soldados provincianos. En estos tiempos, la gente se preguntaba si las maneras cortesanas se perderían por completo y si todo esto no era más que un presagio de otras grandes catástrofes por venir. Finalmente, después de tanta queja, en el invierno del mismo año el emperador retornó a Heian-Kyo. Sin embargo, por aquél entonces la mayoría de las mansiones ya habían sido derruidas, y dudo que luego se volvieran a construir tantas nuevas.

He oído que hace mucho tiempo, un virtuoso y sabio emperador gobernaba el país con consideración para con sus ciudadanos. Mantener uniformes los techos del Palacio no era la principal preocupación, y aquellos ciudadanos que menos tenían eran exentos de pagar tributos. El pueblo lo bendecía, pues el bienestar común era la meta de tal emperador. Así es como era, y si lo comparamos con el estado del pueblo hoy en día, ¿qué encontramos en común?

Si la memoria no me engaña, fue también en aquel periodo, bajo el reinado del emperador Yowa, que hubo una hambruna terrible que duró dos años. De primavera a verano hubo sequía, y en otoño e invierno tifones e inundaciones una tras de otra, de manera que los cultivos se echaron a perder por completo. Todo aquello que se intentara hacer para paliar tal situación, era esfuerzo en vano. Aunque prepararon las tierras en primavera y trasplantaron el arroz en verano, hubo falta de arroz en invierno.

En todas las provincias, los campesinos abandonaban la tierra y dejaban la región.

Algunos se fueron a vivir a las montañas. En la Corte Imperial, muchas plegarias y ritos budistas fueron llevados a cabo, pero nada causó efecto. Heyan-Kyo dependía de los cultivos, y sin ellos la normalidad económica no podía ser mantenida. Dadas las condiciones, aquellos que poseían cierta riqueza intentaron venderla a cualquier precio, pero nadie quería comprar nada. Se convirtió en algo normal ver mendigos por las calles centrales de la capital, quejándose sobre su situación.

Después de tanto sufrimiento, la gente esperaba que el nuevo año sería más próspero, pero la miseria no hizo más que incrementarse, y además de la hambruna, enfermedades contagiosas se extendieron. Todos sufrían de malnutrición, e incluso se decía que la gente parecía como peces saltando cuando el agua se agota. La indigencia aumentaba, e incluso aquellos con elegantes vestimentas iban de casa en casa mendigando. Incluso llegué a ver a vagabundos de este tipo colapsar y morir en plena calle, mientras caminaban. Cada vez más cuerpos se amontonaban en las murallas al lado de los caminos. Dado que nadie intentaba siquiera mover de allí los cadáveres, el olor a putrefacción se extendió por todo Heian-Kyo, y la gente ni siquiera podía ya observar tal espectáculo. La ciudad estaba invadida por el olor, y las montañas de cuerpos se acumulaban a lo largo de la orilla del río Kamo, no habiendo ya sitio ni para el paso de caballos y carruajes.

Los leñadores, exhaustos, eran incapaces de transportar la leña a la ciudad, y sin leña con la que alimentar el fuego, la gente usaba la madera con la que estaban construidas sus propias casas para poder calentarse. No era raro que se usasen para tal fin maderas finas saqueadas de algún templo, incluso figuras de Buda. En el mundo en que nací, tales cosas podían ocurrir.

Había también otras tantas cosas terribles, lamentables. Nadie estaba dispuesto a abandonar a su amada esposa o marido antes de que la muerte los separase. Cuando creían que su pareja estaba desfalleciendo, le cedían incluso su propia comida, siendo frecuente que los padres se sacrificasen por los hijos. Bebés todavía lactantes ignoraban que su madre ya había muerto. Había muchas situaciones como estas.

El monje Ryugyo, del Templo de Ninanji, sintiendo compasión por tantos que morían sin ser siquiera tenidos en cuenta, marcaba la sagrada letra budista A en la frente de cualquier moribundo que se encontrase, enlazando así su destino al de Buda. La primera estimaciones sobre la cantidad de muertos durante los dos meses de Abril y Mayo en la ciudad de Heian-kyo arrojó una cifra de más de 42.300 víctimas. Si contamos todos los que murieron antes y después, así como a aquellos que lo hicieron fuera de la ciudad, el número total excede con creces tal estimación. Y si tenemos en cuenta el resto de provincias, el número sería aun más sobrecogedor.

He oído que durante el tiempo del Emperador Sutoku hubo una situación parecida, pero no viví tal época. La miseria que vi con mis propios ojos en esta época ya es suficiente.

No mucho después, en 1185, hubo un violento terremoto que causó un daño terrible. Las montañas se derrumbaron, los rios se desbordaron, y las olas del mar inundaron la tierra. La tierra se abrió en dos y el agua brotó de ella. Las rocas de las montañas cayeron hasta llegar a los valles. Los barcos flotaban a la deriva en el mar, y los caballos eran incapaces de trotar por los caminos. En Heian-kyo, ni un sólo templo quedó en pie. Polvo y cenizas cubrieron el cielo. El sonido de los movimientos de la tierra, unido al que producían las casas al derrumbarse, retumbaba como los truenos. La gente que se encontraba dentro de las casas fallecían al instante, y aquellos que escapaban de ellas se tenían que enfrentar a los agujeros abiertos en la tierra. Sin poder volar, nadie podía escapar de tal desastre. Sólo hay que imaginarse su miseria. De entre todas las catástrofes, debemos concluir que la del terremoto es la peor.

Durante dicho terremoto, el hijo único de un samurái, de unos seis o siete años, se encontraba jugando inocentemente bajo el techo de una muralla de barro, construyendo una casa de juguete, cuando de repente la muralla colapsó y cayó enterrándolo. Fue tal la violencia del derrumbe, que su cadáver apenas podía se reconocido. Incluso sus globos oculares habían salido varios centímetros hacia afuera. Es imposible expresar en palabras cuan la pena que sentí al ver a su madre y a su padre, llorando y gritando a voz viva, sosteniendo su pequeño cadáver entre los brazos. Ver que ni siquiera tal bravo guerrero como lo era un samurai podía simular las lágrimas en sus ojos ni reprimir la agonía de ver morir a su niño, despertaba mi compasión.

Los temblores cesaron al poco tiempo, pero luego continuaron. Después del gran terremoto, hay entre veinte y treinta pequeños temblores al día. Con el paso de los días, el tiempo entre temblor y temblor se iba alargando, habiendo cuatro o cinco temblores diarios, luego dos o tres, luego cada par de días, etc.. así durante tres meses.

De entre los cuatro grandes elementos reconocidos por el budismo, tres -fuego, agua y aire- se asocian frecuentemente a desastres naturales, pero el elemento tierra es comúnmente asociado con la estabilidad. Creo que fue en la era de Saiko cuando hubo un terremoto tan severo que dañó el cuello del Gran Buda de Todaiji, haciendo incluso que su cabeza cayera. Aquellos que vivieron tal terremoto hablaban de él como si se tratase de uno de los peores males que pudiesen ocurrir.

Pero los meses y los años pasaron, y poco a poco tal terremoto dejó de ser una preocupación, de manera que hoy en día es difícil encontrarse con alguien que todavía hable de él.

Normalmente, la gente responde ante tales desastres en función de su propia experiencia. Sólo le dan la importancia y consideración que se merecen cuando ellos o su entorno cercano han sido los afectados.

Aquellas personas de bajo estatus que se convierten en vecinos de algún hombre poderoso, incluso cuando tienen una causa para ser felices, no puede celebrar abiertamente ni su felicidad ni su pena, debiendo silenciar su lamentación y su llanto. Su conducta es controlada por la ansiedad, ya que en cualquier situación en la que se encuentren, se sienten tan vulnerables como un loro atrapado en el nido de un halcón. Los pobres que viven al lado de los ricos, tanto por la mañana como por la noche se sienten humillados por su propia apariencia miserable y por la aduladora condescendencia de su vecino. Los malos sentimientos invaden a la familia, pues mujer e hijos envidian a los sirvientes del vecino, los cuales miran con expresión altiva. Nunca podrán experimentar paz mental. Si el vecindario está abarrotado y la casa de al lado comienza a arder, no hay escapatoria posible ante el irremediable incendio. Si por el contrario se vive en las afueras de la ciudad, el problema es el ir y venir, además de la preocupación por ser atacado por los ladrones. La gente quiere poder y autoridad para que nadie los menosprecie, ni a ellos ni a sus familias. Pero los ricos tiene demasiadas preocupaciones, y los pobres demasiadas envidias. Si dependes otros en cualquier sentido, si no eres autosuficiente, entonces esos otros te poseen. Incluso cuando ayudas a un extraño, si sientes cualquier afinidad hacia tal persona, estás infringiendo la independencia de tu propio espíritu. Por una parte, es difícil mantener la independencia mientras se vive de acuerdo a las convenciones sociales, pero por la otra, si tales convenciones no se siguen, corres el riesgo de parecer un loco. Y no importa ni dónde viva ni lo que hagas, en este corto periodo de vida que te ha sido dado tu objetivo principal debería ser el alcanzar la paz mental, pero esto parece algo imposible para la mayoría de los humanos.

Esto ha sido un hecho en mi vida. Al principio, heredé la casa de mi abuela y viví allí durante mucho tiempo. El destino quiso que se rompiera la relación de parentesco, por lo que no pude seguir viviendo allí. Tenía treinta años cuando me construí una pequeña casa. Comparada con la anterior, esta tenía a penas una décima parte de su tamaño. No se trataba más que de mi refugio dónde dormir, y por tanto se construyó con la modestia que merecía. Aunque le añadí una muralla de barro, ni siquiera tenía puerta, y con soportes de bambú construí una cochera. Si nevaba o el viento soplaba, había problemas. Debido a que estaba al lado del canal del río Kamo, había un gran peligro de inundación, y además había muchos robos por la zona.

Era difícil encontrar un lugar donde vivir de manera satisfactoria, viéndome obligado a enfrentarme a los problemas mundanos durante treinta años. Durante tal periodo, mientras tropezaba de una situación a la otra, llegué a comprender que todo estaba en manos del destino. Por lo tanto, en la primavera del año en el que cumplí los cincuenta, abandoné la casa y busqué mi reclusión del mundo. Ya que no tenía ni mujer ni niños, ni rango ni oficio, ¿cuál era mi propósito en el mundo? No tenía más obligación que mí mismo, por lo que me sentía libre para irme de retiro monástico.

A pesar de que no me sentía apegado a nada, había estado viviendo durante años en Ohara sin ningún objetivo.

Ahora tengo sesenta años, y cambiando de nuevo mi manera de vivir, he construido una casa en la que confío pasar mis últimos años. Tal y como un gusano de seda construye su capullo, la he diseñado como si fuese para un viajero que necesita cama y resguardo una sola noche. Esta casa, comparada con aquella otra que construí en mi treintena, no debe representar ni una centésima parte de su tamaño.

Algunos no ven correcto esto que estoy haciendo de ir viviendo en casas cada vez más pequeñas mientras mis años aumentan. Comparado con las demás, esto ni siquiera parece una casa. Mide solo tres metros cuadrados, y la altura es de apenas dos metros. No la construí pensando en otras casas en las que he vivido a lo largo de mi vida. Armé los cimientos y construí un simple tejado uniendo maderas que colgaban de unos pasadores metálicos. Diseñándola de esta manera, si de repente el lugar donde se encontraba dejaba de agradarme, era fácil trasladarla a otro sitio.

Está construida de manera que se pude desmontar fácilmente en piezas, y aparte de pagar el alquiler de dos carros, no se requiere ningún otro gasto para moverla de lugar.

De manera que me he retirado a vivir en las montañas Hino en esta cabaña de ermitaño de tres metros cuadrados. Afuera, en la parte Este, donde el tejado se extiende menos de un metro, hay suficiente espacio para encender un fuego con la leña que he conseguido reunir. En la parte Sur, extendí una alfombra de bambú. Dentro, en la parte Oeste, una estantería hecha para los ofrecimientos de agua a Buda. En la parte Norte, un retrato del Buda Amida y del Bodhisativa Fugen, y frente a ellos el Sutra de Kekyo. Dentro, en la parte este, una cama de helechos donde reposar de noche. En el Suroeste, un estante de bambú con tres cestas negras forradas de cuero donde guardo extractos de libros de poesía, música y sutras. Así es la humilde morada temporal de este ermitaño.

Afuera de la cabaña, hacia el sur, hay una especie de canal construido con piedras para acumular el agua. Y como estoy rodeado por el bosque, es fácil conseguir pequeñas ramas para encender fuego. El nombre del lugar es Toyama, y las plantas trepadoras apenas dejan transitar el camino hacia aquí. Aunque el valle esté repleto de árboles, hacia el Oeste está algo más claro, haciendo que las vistas sean las convenientes para un meditador silencioso. En primavera, el viento agita las flores, tantas floreciendo en el Oeste que parece como si el Buda Amida estuviera viniendo montado sobre nubes púrpuras. En verano puedo oír el canto del cuco, el cual me promete ser mi guía en la montaña camino hacia mi muerte. En otoño el sonido de la chicharra llena el oído, y cuándo lo oigo, no puedo evitar afligirme pensando en la transitoriedad de la vida en este mundo. En invierno contemplo emocionado cómo la nieve se amontona y luego se derrite, y lo comparo con los pecados de la gente que desaparecen mediante el arrepentimiento. Si recitar alguna oración supone un problema, o si no encuentro tiempo para leer los sutras, nadie hay aquí para acusarme de vago. No hay nadie que pueda interferir en mi voluntad. Y si no me impongo la regla del silencio como disciplina espiritual, tal y como es mi responsabilidad, vivir en soledad hace que sea difícil de todos modos el no cumplir con tal regla. Si en otras circunstancias no tuviese la fuerza de voluntad suficiente como para cumplir con los preceptos, me pregunto cómo iba a no cumplirlos en este entorno, en el que no me queda otra posibilidad que cumplirlos. Aun así, nunca rompo las reglas.

Por la mañana, veo a los botes ir y venir en la vecindad de Kanoya. Cuando veo que, después de que un bote pase, las blancas olas que produce desaparecen de manera inmediata, no puedo evitar ver reflejadas en ellas la transitoriedad de mi propia existencia, lo que me recuerda a la poesía del sacerdote Mansei. Por la tarde, con el viento agitando los árboles y el sonido que sus hojas producen, imito al Ministro Minamoto Tsunenobu tocando la biwa [instrumento musical]. Si después de todo esto me queda ánimo, intento habilidosamente combinar el sonido del koto [instrumento musical] con el de que el viento de otoño produce al soplar entre los pinos o en el valle. No soy demasiado habilidoso tocando estos instrumentos, pero como nadie puede oírme, tampoco es que me importe. Sólo, tocando mis instrumentos y candando para mí mismo y mi regocijo personal.
También hay una modesta choza al pie de la montaña, donde viven el guardabosques y un niño pequeño que a veces viene a visitarme . Cuando me aburro, el se convierte en mi acompañante de paseo. Tiene diez años y yo sesenta, pero ambos encontramos el mismo placer paseando. A veces recolectamos hierbas y búlbos, o vamos al arrozal al pié del monte y recogemos las espigas caídas, con las que tejemos diferentes figuras. Si el día es lo suficientemente luminoso, subimos a lo alto del monte a contemplar las vistas. Esta montaña es un buen lugar con muy buenas vistas, y dado que nadie posee dichas vistas, nadie puede impedirme disfrutar de ellas.

Cuando tengo ganas de seguir caminando, continuo y atravieso una serie de picos para ir a visitar el Templo de Iwama o el de Ishiyama. Otras veces cruzo el Awazu para ir a ver las ruinas de la cabaña donde vivió el viejo Semimaru, o curo el río Tanakami para visitar el tumba de Sara Maru Taiyu. En el camino de vuelta, dependiendo de la temporada, observo el paisaje y recolecto algunas frutas para comérmelas u darlas a Buda como ofrenda.

A veces por la noche, si me siento sólo, observo la luna desde la ventana de mi cabaña y pienso en los viejos amigos mientras las lágrimas brotan de mis ojos. Las luciérnagas que sobrevuelan en la pradera parecen fogatas en Maki no Shima. Al anochecer, me encanta escuchar como la lluvia golpea las hojas de los árboles. El canto de los pájaros me recuerda al niño que llama a su madre a o su padre. Y cuando veo que algún ciervo salvaje se aproxima sin miedo, recuerdo cuán separado he estado hasta entonces de la sociedad. O cuando, desvelado, enciendo de nuevo el fuego, lo hago como si se tratase de un viejo amigo. Esta montaña no tiene lugares que asusten, y la lechuza solitaria, más que sonara amenazante, suena encantadora. La escena de la montaña, yendo a través de los magníficos efectos de las cuatro estaciones, ofrece un cambio abundante que nunca colma tu interés. Cuando pienso en esto, creo que cualquier persona reflexiva o sabia encontraría la situación que he descrito de un incalculable valor.

Aunque cuando llegué aquí pensaba que viviría en este lugar durante un corto periodo de tiempo, han pasado ya cinco años. Me he acostumbrado a esta residencia temporal. Las hojas caídas se han amontonado en el tejado, y la verdina ha crecido en los cimientos. Naturalmente, de vez en cuando, oigo las novedades que vienen de Heian-kyo y cuánta gente de alto estatus ha fallecido desde que me retiré al bosque. No podría contar el número de personas de baja posición que han fallecido o cuyas casas han sido consumidas por el fuego. Pero yo no tengo ninguna preocupación por la seguridad de mi residencia temporal. Incluso si es pequeña, me ofrece un lugar donde dormir de noche y sentarme de día, no habiendo escasez de espacio para mi cuerpo. Me provee de un pequeño caparazón, tal y como la del cangrejo ermitaño. Y tal la águila pescadora, que vive lejos de los humanos por miedo. Así soy yo también, una mezcla entre cangrejo ermitaño y águila pescadora.

Si te sientes inseguro viviendo en la ciudad, deberías abandonar todo deseo mundano. Sólo la vida tranquila es importante y el buscar el placer dentro de sus privaciones. La personas ordinarias no pueden abandonar sus casas, pues creen que son necesarias para su preservar su seguridad y estabilidad. Muchos necesitan el tener un lugar para su mujer e hijos, para la estructura familiar, para sus amigos y conocidos. No construyen sus casas para sus propias necesidades, sino para las necesidades de otros. Pocos son los que carecen de la necesidad de tener una casa. Cuando me preguntaron el porque de vivir como vivo, respondí que dadas mis circunstancias, el no tener ni esposa ni hijos ni la necesidad de sirvientes, ¿para qué construir una casa más grande? ¿Con quién habría de compartirla?
Puede que sea importante para la gente que tiene amigos el tener una buena casa, y la gente superficial tiene muchos amigos. Pero no es necesario para la gente que tiene amistades o un carácter afable. Si eres de los que crees que en soledad encontrarás la dicha, lo mejor será que la música y los paisajes cambiantes del bosque sean tus amigos. Los sirvientes esperan grandes retribuciones, pero no promueven la paz ni la tranquilidad de la persona a la que sirven. Es por eso que yo vivo sin sirvientes. Me he convertido, por así decirlo, en mi propio sirviente. Incluso si es fatigoso tener que hacerlo todo por ti mismo, es preferible esta fatiga a usar la fatiga de otras personas en tu beneficio. Si tengo algo que hacer, uso mi propio cuerpo. Si tengo que caminar, uso mis propias piernas. Incluso teniendo un sólo cuerpo, el trabajo siempre puede ser realizado entre dos, pues tenemos dos piernas y dos brazos. Con mis manos como sirvientes y mis piernas como vehículo, soy autosuficiente. Y como soy consciente de mi cuerpo y de sus sensaciones, sé perfectamente cuando tengo que descansar y cuando no. Si me siento cansado, descanso. Y, de hecho, este continuo movimiento y esfuerzo es sano, pues te mantiene delgado y en buena salud. ¿Para qué usar entonces la energía y fuerza de otras personas, si usara la tuya propia es algo tan beneficioso?

La vestimenta y el alimento tampoco suponen un gran problema, pues el bosque me suministra todo lo necesario para comer y tejer mis propias prendas. Además, desde que vivo en aislamiento, la apariencia de mi vestimenta no me preocupa en absoluto. Respecto a la comida, aunque mi dieta pueda parecer lamentable, todo lo que como lo he recolectado con mis propias manos y doy gracias al cielo por ella.

Todo esto me conduce a la felicidad, a una vida llena de riquezas en comparación con mi vida anterior.

Desde que comencé mi retiro, el miedo y el resentimiento hacia los otros ha desaparecido. Ya que la vida se somete sólo al control del cielo, no me importa si vivo mucho o poco. No me preocupa la muerte temprana, pues me siento como una nube flota sin queja. La felicidad de mi vida se resume en una tranquila siesta, y en la esperanza de ver la belleza de las cuatro estaciones en el bosque.

En general, el pasado, presente y futuro de la historia de los seres humanos es tan solo un producto de la mente. Sin paz mental, cualquier posesión carece de sentido.

Ahora moro en mi tranquila residencia. Es sólo una cabaña de tres metros, pero la amo. Cuando voy a la capital a por alguna cosa, puede que me sienta avergonzado de mi apariencia de mendigo, pero cuando retorno siento pena por la gente que veo allí, tan inmersos y preocupados con sus riquezas y sus honores, tan atareados. Si tienes dudas sobre lo que hablo, piensa en los peces y en los pájaros: los peces siempre están en el agua, y aun así no se cansan de ella. Aunque si no eres un pez, probablemente no lo entiendas; los pájaros, por su parte, anhelan vivir en el bosque.

Aunque si no eres un pájaro, probablemente tampoco entiendas sus motivos. Mis sentimientos hacia mi tranquila residencia suponen lo mismo. ¿Quién puede entenderlo si nunca lo ha probado?

Mi vida, tal y como la luna menguante, está a punto de acabar. Los días restantes son pocos. Los actos de mi vida entera pueden ser criticados. Una enseñanza budista importante es la de no apegarse a nada en este mundo, y es ahora cuando comprendo que es un crimen amar tanto este retiro. Me he empeñado en vivir aquí de manera silenciosa, lo que quizá también pueda haberse convertido un obstáculo para mi liberación. ¿Por qué estoy perdiendo el tiempo hablando sobre ésta inútil felicidad con tan poco tiempo restante? Esto no es lo que se debe hacer.

Reflexionando sobre esto durante una tranquila noche, intento encontrar respuestas a mis propias preguntas: «Chomey, intentar escapar del mundo yéndote a las montañas y ordenar tu desordenado corazón es parte de la práctica budista. Y aun así, mientras intentas convertirte en un monje puro, tu corazón sigue tentado por las impurezas. Incluso aunque lo hayas intentado, incluso aunque se te conceda el beneficio de la duda, no has conseguido perfeccionar tu práctica. Y si lo has hecho, en todo caso se trata de pura casualidad. ¿No te preocupa el castigo que tu karma te pueda por esto infringir? ¿O no te habrás vuelto acaso un loco entre tanta soledad?»

Cuando me examino de esta manera, mi corazón no encuentra ninguna respuesta.

Queda solo un camino: hago uso de mi lengua y canto un par de oraciones más mientras espero la venida del Buda Amida. Eso es todo.
Escribo esta carta en el año 1212, finales de marzo. Me he convertido en un monje y sigo en mi cabaña en el monte Toyama.


Puedes leer el texto en esta traducción al inglés, o el original en japonés.
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El libro tibetano de la vida y de la muerte https://elbudacurioso.com/2014/06/21/libro-tibetano-vida-muerte/ https://elbudacurioso.com/2014/06/21/libro-tibetano-vida-muerte/#comments Sat, 21 Jun 2014 08:24:03 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=706 «El descubrimiento todavía revolucionario del budismo es que la vida y la muerte están en la mente, y en ningún otro lugar». -Sogyal Rimpoché Acabo de terminar de leer El libro tibetano de la vida y de la muerte, de... Seguir leyendo →

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«El descubrimiento todavía revolucionario del budismo es que la vida y la muerte están en la mente, y en ningún otro lugar». -Sogyal Rimpoché

Acabo de terminar de leer El libro tibetano de la vida y de la muerte, de Sogyal Rimpoché y la verdad es que me ha dejado bastante «tocado». Aunque, tal y como ya he escrito alguna vez, el esoterismo del budismo tibetano me sigue repeliendo un poco, disfruto enormemente leyendo a maestros de dicha tradición, y leer esta magnífica obra de Sogyal Rimpoché no ha sido para nada una excepción.

El libro es una especie de ampliación del famoso Bardoo Thodol, conocido en español como El libro tibetano de los muertos,  una guía en la que se dan instrucciones para alcanzar la iluminación durante el periodo inmediato posterior a la muerte. Sogyal Rimpoché lo explica de la siguiente manera:

Desde el punto de vista budista, la vida y la muerte son un todo único, en el cual la muerte es el comienzo de otro capítulo de la vida. La muerte es un espejo en el que se refleja todo el sentido de la vida. Esta idea es fundamental en las enseñanzas de la escuela más antigua del budismo tibetano. Muchos de ustedes habrán oído hablar del Libro tibetano de los muertos. Lo que pretendo hacer en este libro es explicar y ampliar el Libro tibetano de los muertos, tratar no sólo de la muerte sino también de la vida, exponer en detalle toda la enseñanza de la que el Libro tibetano de los muertos sólo es una parte.

El libro, destinado para todos los públicos indiferentemente de su religión o grado de espiritualidad, se puede dividir en dos partes, la psicológica y la esotérica (por definirlas de alguna manera), siendo a veces difícil diferenciarlas.
En la parte psicológica el pragmatismo es la nota predominante, con numerosos y valiosos consejos acerca de cómo enfrentarnos tanto a la muerte propia como a la de otros seres, cómo actuar en todo el proceso, cómo facilitarnos y facilitarles a los demás el trance, como ayudar a los moribundos a encontrar una muerte tranquila, etc.. habla también, entre muchos otros temas, de cómo la ciencia médica y la sociedad en general debería enfrentarse a la muerte con la psicología/espiritualidad que esta se merece.
Lo primero que intenta hacer el autor en dicha primera parte es convencernos de la importancia de entrar en contacto con nosotros mismos, de tomar conciencia de la impermanencia de la vida y de buscarle un sentido a la misma:

La mayoría vivimos así; vivimos según un plan preestablecido. Pasamos la juventud educándonos. Luego buscamos un trabajo, conocemos a alguien, nos casamos y tenemos hijos. Compramos una casa, procuramos que nuestro negocio tenga éxito, intentamos realizar sueños, como tener una casa de campo o un segundo automóvil. Nos vamos de vacaciones con nuestras amistades. Hacemos proyectos para la jubilación. Los mayores dilemas que algunos de nosotros hemos de enfrentar son dónde pasar las próximas vacaciones o a quién invitar por Navidad. Nuestra vida es monótona, mezquina y repetitiva, desperdiciada en la persecución de lo banal, porque al parecer no conocemos nada mejor.
El ritmo de nuestra vida es tan acelerado que lo último en que se nos ocurriría pensar es en la muerte. Sofocamos nuestro miedo secreto a la impermanencia rodeándonos de más y más bienes, de más y más cosas, de más y más comodidades, hasta que nos vemos convertidos en sus esclavos. Necesitamos todo nuestro tiempo y toda nuestra energía simplemente para mantenerlos. Nuestra única finalidad en la vida pronto se convierte en conservarlo todo tan seguro y a salvo como sea posible. Cuando se produce algún cambio, buscamos el remedio más rápido, alguna solución ingeniosa y provisional. Y así, a la deriva, va pasando nuestra vida hasta que una enfermedad grave u otra calamidad nos saca de nuestro estupor.
Por otra parte, no es que dediquemos mucho tiempo ni mucha reflexión a esta vida, tampoco. Piense en esas personas que trabajan durante años y luego tienen que retirarse, sólo para descubrir que no saben qué hacer con su vida a medida que envejecen y se acerca la muerte. Aunque mucho hablamos de ser prácticos, ser práctico en Occidente significa ser miopes, muchas veces necia o egoístamente. Nuestra miope concentración en esta vida, y sólo en esta vida, es el gran engaño, el origen del sombrío y destructivo materialismo del mundo moderno. No se habla de la muerte ni se habla de la vida tras la muerte porque se hace creer a la gente que hablar de estas cosas sólo sirve para estorbar nuestro «progreso» en el mundo.

Dentro de esta parte, cabe hacer una mención especial al apéndice 2, en el cual se reflexiona sobre diversos temas  siempre polémicos como la eutanasia, el aborto y el suicidio.
En cuanto a la otra parte, la esotérica, se adentra en la descripción del proceso de morir según el budismo tibetano, lo cual incluye tan altos grados de esoterismo y misticismo que a más de uno le darán ganas de cerrar el libro. Yo por lo general soy uno de esos, pero aun así he seguido leyendo con la mente lo más abierta posible. Aun así, estoy seguro que a muchas de esas aclaraciones místicas se le puede encontrar alguna explicación con base científica, pero no es el objeto del post el discutir tal asunto.
En dicha parte se describen detalladamente los estados que nuestra conciencia atraviesa durante cada una de cuatro etapas de nuestro paso por el Samsara: la vida, la muerte, después de la muerte y el renacimiento. No sólo se detallan, sino que se dan instrucciones para como interactuar nosotros y ayudar a los moribundos a que interactuen con ellas.
En fin, un libro muy interesante, sea cual sea tu orientación espiritual o incluso si careces de ella por completo, escrito con un estilo muy directo, sencillo y ameno.

Puedes adquirir el libro en librosbudistas.com o en Casadellibro.com (16’25€). También se puede encontrar en Internet de manera gratuita, sólo hay que buscar un poco en Google. No me arriesgo a poner los enlaces aquí, pues no creo que sea muy legal :/
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Desde mi cabaña https://elbudacurioso.com/2014/06/02/desde-mi-cabana/ https://elbudacurioso.com/2014/06/02/desde-mi-cabana/#comments Mon, 02 Jun 2014 07:45:55 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=636 La corriente del río jamás se detiene, el agua fluye y nunca es la misma. Las burbujas que flotan en el remanso son ilusorias: se desvanecen, se rehacen y no duran mucho tiempo. Estos fragmentos son una traducción propia del primero... Seguir leyendo →

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La corriente del río jamás se detiene, el agua fluye y nunca es la misma. Las burbujas que flotan en el remanso son ilusorias: se desvanecen, se rehacen y no duran mucho tiempo.

Estos fragmentos son una traducción propia del primero y penúltimos párrafos del Hōjōki, un texto japonés escrito en el año 1212 por Kamo No Chomei durante su retiro en su cabaña en el bosque, y que en español se ha titulado como «Notas desde mi cabaña de monje» o «Canto a la vida desde una choza».

Ahora moro en mi tranquila residencia. Es sólo una cabaña de tres metros, pero la amo. Cuando voy a la capital a por alguna cosa, puede que me sienta avergonzado de mi apariencia de mendigo, pero cuando retorno siento pena por la gente que veo allí, tan inmersos y preocupados con sus riquezas y sus honores, tan atareados. Si tienes dudas sobre lo que hablo, piensa en los peces y en los pájaros: los peces siempre están en el agua, y aun así no se cansan de ella. Aunque si no eres un pez, probablemente no lo entiendas; los pájaros, por su parte, anhelan vivir en el bosque. Aunque si no eres un pájaro, probablemente tampoco entiendas sus motivos. Mis sentimientos hacia mi tranquila residencia suponen lo mismo. ¿Quién puede entenderlo si nunca lo ha probado?
Mi vida, tal y como la luna menguante, está a punto de acabar. Los días restantes son pocos. Los actos de mi vida entera pueden ser criticados. Una enseñanza budista importante es la de no apegarse a nada en este mundo, y es ahora cuando comprendo que es un crimen amar tanto este retiro. Me he empeñado en vivir aquí de manera silenciosa, lo que quizá también pueda haberse convertido un obstáculo para mi liberación. ¿Por qué estoy perdiendo el tiempo hablando sobre ésta inútil felicidad con tan poco tiempo restante? Esto no es lo que se debe hacer.

En el texto, que se lee en apenas media hora, Kamo No Chomei nos ofrece sus reflexiones sobre su retiro y el porqué de éste. Aunque comienza narrando las penalidades que los habitantes de Kyoto y de Japón en general sufrieron debido a los desastres naturales y a los causados por los propios humanos, no se queda ahí sino que nos da una visión de las penurias en las que el humano corriente está sumido, las cuales compara con su situación de retiro.
Es un texto bellísimo, que gira en torno a dos temas claves: la impermanencia (anicca) y el sufrimiento (dukkha), que son dos de las tres características de la existencia según el budismo. Otro asunto clave tanto en la obra como en el budismo, y sobre el cual el autor reflexiona al final, es el apego. El autor se da cuenta que ha cometido el grave error de haber estado apegado a su retiro tanto como el resto de personas «normales» lo están a su mundo «normal».
Edito: ver traducción completa en español del Hōjōki
Puedes leer el texto en esta traducción al inglés, o el original en japonés.
Texto inspirado tras leer esta reseña de Cristina Cañizares sobre dicho texto
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Fragmentos: Demian https://elbudacurioso.com/2014/05/21/fragmentos-demian/ https://elbudacurioso.com/2014/05/21/fragmentos-demian/#comments Wed, 21 May 2014 07:54:33 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=606 Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair es una de las novelas más conocidas de Hermann Hesse, en la que retrata en primera persona el paso de la niñez a la madurez del protagonista y de sus correspondientes cuestiones existenciales,... Seguir leyendo →

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Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair es una de las novelas más conocidas de Hermann Hesse, en la que retrata en primera persona el paso de la niñez a la madurez del protagonista y de sus correspondientes cuestiones existenciales, un tanto diferentes a las normales.

A continuación transcribo una serie de fragmentos que, tanto por su mensaje como su forma, me parecen extraordinarios y con los que en gran parte coincido. Las ordeno según el orden de aparición en la obra:

<<Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil?>>

<<Venerábamos a un Dios que representaba sólo a una mitad del mundo arbitrariamente separada -el mundo oficial, permitido, «claro»-, pero se debería llegar a poder venerar la totalidad del mundo; por lo tanto, había que tener un dios que fuera a la vez demonio o había que instaurar junto al culto de dios un culto al diablo. Ahora resultaba que Abraxas era el dios que reunía en sí a Dios y al diablo>>.

<<Acostumbramos a trazar límites demasiado estrechos a nuestra personalidad. Consideramos que solamente pertenece a nuestra persona lo que reconocemos como individual y diferenciador. Pero cada uno de nosotros está constituido por la totalidad del mundo; y así como llevamos en nuestro cuerpo la trayectoria de la evolución hasta el pez y aun más allá, así llevamos en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas humanas. Todos los dioses y demonios que han existido, ya sea entre los griegos, chinos o cafres, existen en nosotros como posibilidades, deseos y soluciones. Si el género humano se extinguiera con la sola excepción de un niño medianamente inteligente, sin ninguna educación, este niño volvería a descubrir el curso de todas las cosas y sabría producir de nuevo dioses, demonios, y paraísos, prohibiciones, mandamientos y Viejos y Nuevos Testamentos>>.

<<Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Sinclair, el camino de la mayoría es fácil, el nuestro difícil>>.

<<La solidaridad es algo hermoso. Pero lo que vemos florecer por ahí no es solidaridad. Volverá a renacer del conocimiento del individuo por los individuos y durante algún tiempo transformará el mundo. La que hoy existe no es más que espíritu gregario. Los hombres se unen porque tienen miedo los unos de los otros; los señores se asocian, los trabajadores se asocian, los sabios se asocian. ¿Y por qué tienen miedo? Sólo se tiene miedo cuando se está en disensión consigo mismo. Tienen miedo porque nunca se han reconocido a sí mismos. ¡Una sociedad de hombres que tienen miedo de lo desconocido que anida en ellos! Todos se percatan de que sus leyes de vida no funcionan ya, de que viven según los viejos códigos y que ni su religión ni su moral corresponden a lo que necesitamos. Durante cien años y más, Europa no ha hecho más que estudiar y construir fábricas. Todos saben con exactitud cuántos gramos de pólvora se necesitan para matar a un hombre; pero no saben cómo se reza a Dios, no saben siquiera cómo se pasa un rato divertido. ¡Mira las tabernas de los estudiantes! O un lugar de diversión donde se reúne gente rica. ¡Desesperante! Querido Sinclair, de esto no puede salir nada alegre. Los hombres que se apiñan acobardados están llenos de miedo y de maldad; ninguno se fía del otro. Son fieles a unos ideales que han dejado de serlo y apedrean a todo el que crea otros nuevos. Presiento graves conflictos. Vendrán, créeme, vendrán pronto. Naturalmente, no «mejorarán» el mundo. Que los obreros maten a los empresarios, o que Rusia y Alemania disparen una sobre otra, nada altera la situación; sólo cambian los dueños. Pero no será completamente en vano. Hará patente la miseria de los ideales actuales; se saldarán las cuentas con los dioses de la Edad de Piedra. Este mundo, tal como es ahora, quiere morir, quiere sucumbir y lo conseguirá>>.

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Budismo y física cuántica https://elbudacurioso.com/2014/04/21/budismo-y-fisica-cuantica/ https://elbudacurioso.com/2014/04/21/budismo-y-fisica-cuantica/#comments Mon, 21 Apr 2014 08:52:48 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=430 Christian Thomas Kohl, académico de historia y filosofía de la ciencia, intenta demostrar  en este libro, de la manera más objetiva y empírica posible, las semejanzas y contrastes entre la física cuántica y el budismo en cuanto a su manera de concebir la... Seguir leyendo →

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Buddhismus und Quantenphysik, Christian Thomas Kohl

Buddhismus und Quantenphysik, Christian Thomas Kohl


Christian Thomas Kohl, académico de historia y filosofía de la ciencia, intenta demostrar  en este libro, de la manera más objetiva y empírica posible, las semejanzas y contrastes entre la física cuántica y el budismo en cuanto a su manera de concebir la realidad.
El libro, que no lo he encontrado en español y he tenido que leer en su idioma original, alemán, se titula si lo traducimos literalmente «Budismo y física cuántica. Conclusiones sobre la realidad» («Buddhismus und Quantenphysik. Schlussfolgerungen über die Wirklichkeit», Ed. Windpferd).
En cuanto al budismo, se ha tomado como referente a Nagarjuna, un filósofo indio del siglo II d.C. considerado uno de los pensadores más influyentes en el budismo (en sus corrientes Mahayana y Zen, principalmente). En concreto, los conceptos principales sobre los que se reflexiona son la vacuidad y el origen dependiente, temas sobre los cuales Nagarjuna reflexionó y dejó varios escritos.
A modo de recuerdo, vacío o vacuidad no significan “ausencia de materia”, sino la falta de esencia o identidad propia e infinita de cualquier objeto o fenómeno designado. Todo objeto o fenómeno concebido se ha originado a partir de otro en unas determinadas causas y condiciones, lo que se denomina en budismo el origen dependiente, y tanto lo que lo origina como lo originado carecen de entidad propia e infinita. No hay nada en ningún objeto o fenómeno de lo que pueda decirse: esto es tal, desde siempre ha sido tal y seguirá infinitamente siendo tal cosa independientemente de los demás objetos y fenómenos.
La mayor parte de las 160 primeras páginas (algo más de la mitad del libro) gira en torno a la filosofía de Nagarjuna. Thomas Kohl intenta explicar con lenguaje y rigor científico lo que la filosofía de Nagarjuna propone, o mejor dicho, explicar qué es lo que no propone, y esto lo hace a través de la comparación con lo que según el autor han sido hasta ahora las cuatro grandes corrientes metafísicas:

  • Substancialismo: la substancia o el propio ser es algo inalterable, independiente, eterno y que existe por sí mismo. Esta substancia o propio ser es la razón por la cual todo lo demás existe, es la base intangible del mundo. Entre las substancias más importantes se suele considerar tradicionalmente a Dios u otros seres divinos.
  • Subjetivismo: la conciencia es la base de toda realidad. Cada sujeto forma su propia realidad, no existiendo por tanto una realidad objetiva común a todos los seres.
  • Holismo: considera la realidad como un todo, una unidad. La realidad es un sistema en el que cada parte que lo forma es independiente. Este sistema, analizado en su conjunto, explica como funcionan las partes, pero las partes, analizadas de manera independiente, no explican como funciona el sistema. Lo contrario sería el reduccionismo, que expone que las partes explican el sistema.
  • Instrumentalismo: preguntarse acerca de la realidad carece de sentido, pues nuestras concepciones de la realidad no la reflejan verdaderamente, ya que sólo poseemos un conjunto de informaciones sobre ésta. Según el autor, esto supone ignorar la existencia de sujeto y objeto.

La filosofía de Nagarjuna niega, siempre según el autor, los extremos que las anteriores visiones proponen, y lo hace de la siguiente forma (lo hiper-resumo):
Negación del substancialismo: Todos los objetos o fenómenos carecen de una esencia propia permanente, pues todo lo existente ha sido originado siempre a partir de otro algo, no existiendo por sí mismo, sino por unas causas determinadas y en dependencia de aquello que lo origina, y cesará en cuanto dichas causas cesen.
Negación del subjetivismo: Ni hay separación entre conciencia y realidad, ni son lo mismo, sino que son codependientes: sujeto y acción, concepto y objeto, etc..  son complementarios e interdependientes. La realidad depende de la mente que la concibe tanto como la mente que la concibe depende de la realidad que la origina.
Negación de holismo y reduccionismo: Al originarse todo siempre a partir de otro algo de manera dependiente, ni el sistema es independiente de las partes, ni las partes del sistema, ni las partes de otras partes del mismo sistema, ni el sistema de otros sistemas, ni las partes del sistema de las partes de otro sistema. Todo se origina, interactua y cesa en una relación de codependencia. Por lo tanto, ni las partes explican el sistema, ni el sistema las partes.
Negación de instrumentalismo: esta forma de afrontar la realidad (o de no afrontarla mejor dicho) es, a mi entender, la menos convincentemente refutada por el autor, que se limita a decir que no concuerda con el concepto de origen dependiente que Nagarjuna propone, dando pocos y nimios argumentos a favor o en contra.
Para aquellos que conozcan la enseñanza budista, hayan leído o no a Nagarjuna, esta primera mitad de libro puede parecerles un poco repetitiva.
A partir del capítulo 11, titulado «La fundamentos metafísicos de la física cuántica», deja por fin un poco de lado a Nagarjuna y empieza a hablar de la física cuántica y de sus similitudes con la cosmovisión budista. Y tampoco es que hable mucho, la verdad, pues lo único que hace es citar a diversos autores de manera breve, exponiendo las conclusiones de cada uno al respecto, tanto de los que tienen una visión simular al budismo como de los que no. Menciona también diversos experimentos y teorías, algunos muy conocidos como el experimento de Young o de la doble rendija y el Gato de Schrödinger, casi siempre centrándose en el dualismo cuántico de la materia que existe entre ondas y partículas, la denominada dualidad onda-corpúsculo.
El autor acaba (y empieza) llegando a esta conclusión: <<da igual qué componentes tomemos como base en la mecánica cuántica (partículas elementales, cuarks, cuerdas, campos de fuerza, leyes naturales matemáticas, simetrías, conciencia, modelos de pensamiento o información), ninguno de esos componentes es independiente, todos son dependientes, todos interactuan con otros componentes y con el ambiente. La realidad fundamental no es una colección de cosas autónomas o de factores independientes, sino un proceso de sistemas interdependientes>>. Que es exactamente lo mismo que el budismo dice, pero explicado con base científica.
Por si no queda claro, el autor prosigue con esta metáfora: <<todo está formado por arena, y ni siquiera los granos de arena poseen un núcleo permanente o esencia propia, pues su estabilidad se basa en la interacción entre sus propias partículas y las partículas de otros elementos, de los que son dependientes>>.
El libro es, en mi opinión, un excelente compendio de conclusiones y pensamientos de autores destacables de la física y la metafísica, contrastadas todas, de alguna manera o de otra, con la filosofía de Nagarjuna y, por tanto, con la metafísica budista. Sólo dos pegas: 1) yo esperaba algo más de física cuántica; 2) a veces cuesta seguir la linea de pensamiento del autor, que salta de un punto a otro y de un autor a otro con tanta ligereza y frecuencia que a veces ya no sabes qué está queriendo demostrar ni de qué concepto está hablando. De hecho, creo que él mismo se da cuenta de esto y es por eso que en casi cada capítulo hace al final un resumen de lo expuesto.
«Buddhismus und Quantenphysik. Schlussfolgerungen über die Wirklichkeit». Christian Thomas Kohl. Ed. Windpferd. ISBN: 978-3-86410-033-8.
Enlaces relacionados:

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Libro: La Alegría de Vivir. El secreto y la ciencia de la felicidad https://elbudacurioso.com/2014/03/20/libro-la-alegria-de-vivir-el-secreto-y-la-ciencia-de-la-felicidad/ https://elbudacurioso.com/2014/03/20/libro-la-alegria-de-vivir-el-secreto-y-la-ciencia-de-la-felicidad/#comments Thu, 20 Mar 2014 13:32:24 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=257 Cuando has sido educado en el budismo, no lo concibes como una religión. Piensas en el budismo como un tipo de ciencia, un método para explorar tu experiencia con técnicas que te ayudan a examinar tus acciones y tus reacciones... Seguir leyendo →

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Cuando has sido educado en el budismo, no lo concibes como una religión. Piensas en el budismo como un tipo de ciencia, un método para explorar tu experiencia con técnicas que te ayudan a examinar tus acciones y tus reacciones con una actitud libre de enjuiciamiento, para poder reconocer: «Ah, así es como funciona mi mente. Esto es lo que tengo que hacer para experimentar felicidad. Esto es lo que debo evitar para alejar el sufrimiento».


Así comienza el magnífico libro de Yongey Mingyur Rimpoche, La alegría de vivir, un excelente manual de introducción tanto a la meditación como al budismo en el que todo es analizado desde una perspectiva científica.
Escrito de manera sorprendentemente pragmática, la clarividencia del autor y su facultad para explicar de un modo sencillo los más complejos términos hacen del libro una lectura amena y muy enriquecedora.
Aparte de sus consejos para la meditación, lo más interesante, a mi modo de ver, son las conclusiones que el autor nos muestra acerca de cómo budismo y ciencia, especialmente en cuanto a la neurología se refiere, tienen unas posturas cada vez más parecidas entre sí en muchos asuntos clave. Cabe hacer una mención especial, siempre a mi modo de ver, al capítulo de «la sinfonía interior», en el que explica -según la neurobiología moderna- la biología del cerebro, ayudando a entender mejor el cómo y por qué de nuestras actitudes.
Sin duda, un libro totalmente recomendado tanto para iniciados como no iniciados en el budismo, ya sea con un interés meramente intelectual del mismo o no.
Puedes encontrar el libro aquí: La alegría de vivir
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Todo es provisional https://elbudacurioso.com/2014/03/17/todo-es-provisional/ https://elbudacurioso.com/2014/03/17/todo-es-provisional/#comments Mon, 17 Mar 2014 08:21:07 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=224 Todo es provisional: el amor, el arte, el planeta Tierra, vosotros, yo. La muerte es algo tan ineludible que pilla a todo el mundo por sorpresa. ¿Cómo saber si este día no será el último? Creemos tener tiempo. Y luego,... Seguir leyendo →

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Todo es provisional: el amor, el arte, el planeta Tierra, vosotros, yo. La muerte es algo tan ineludible que pilla a todo el mundo por sorpresa. ¿Cómo saber si este día no será el último? Creemos tener tiempo. Y luego, de repente, ya está, nos ahogamos, fin del tiempo reglamentario. La muerte es la única cita que no está anotada en nuestra agenda.


El fragmento anterior, así como el siguiente, pertenecen al libro 13’99€, de Frédéric Beigbeder.
Pretendía hacer una crítica del libro, pero creo que estos fragmentos hablan por sí solos. En dicha obra, el protagonista, Octave Parangue, un joven y rico publicista harto del plástico mundo en el que vive, de las multinacionales para las que trabaja y de la sociedad capitalista en general, decide hacer que lo echen tocando (aun más) fondo.

Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lance en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ese es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume. Vuestro sufrimiento estimula el comercio.
En nuestra jerga, lo hemos bautizado <<la depresión poscompra>>. Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo, es un simple flujo de caja. ¿Su lema? <<Gasto, luego existo>>. Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y  vosotros sois mi blanco.

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Fragmentos: El lobo estepario https://elbudacurioso.com/2014/03/08/fragmentos-el-lobo-estepario/ https://elbudacurioso.com/2014/03/08/fragmentos-el-lobo-estepario/#comments Sat, 08 Mar 2014 08:10:18 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=169 El lobo estepario es una de las obras más conocidas de Hermann Hesse. Escrito en medio de una profunda crisis existencial en la cual el autor llegó a coquetear con la idea del suicidio, tema muy importante en la obra,... Seguir leyendo →

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El lobo estepario es una de las obras más conocidas de Hermann Hesse. Escrito en medio de una profunda crisis existencial en la cual el autor llegó a coquetear con la idea del suicidio, tema muy importante en la obra, trata la multiplicidad de carácter del ser humano y de su capacidad para ser feliz. 

A continuación transcribo una serie de fragmentos que, tanto por su mensaje como su forma, me parecen extraordinarios y con los que en gran parte coincido. Los organizo según mi interpretación del tema que traten.

– Placeres mundanos:

<<Porque esto es lo que yo más odiaba, detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente>>.

<<No puedo aguantar mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, rara vez un libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de gente oyendo una música fastidiosa y pesada; en los bares y varietés de las elegantes ciudades lujosas, en las exposiciones universales, en las carreras, en las conferencias para los necesitados de ilustración, en los grandes lugares de deportes; no puedo entender ni compartir todos estos placeres, que a mí me serían desde luego asequibles y por los que tantos millares de personas se afanan y se agitan>>.

<<Y en efecto, si el mundo tiene razón, si esta música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos contentos con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento>>.

– El «yo»:

<<Intensivamente no se puede vivir más que a costa del yo>>.

<<La idea equivocada y funesta de que el hombre sea una unidad permanente, le es a usted conocida. También sabe que el hombre consta de una multitud de almas, de muchísimos yos. Descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de la persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el nombre de esquizofrenia. La ciencia tiene en esto razón en cuanto es natural que ninguna multiplicidad puede dominarse sin dirección, sin un cierto orden y agrupamiento. En cambio, no tiene razón en creer que sólo es posible un orden único, férreo y para toda la vida, de los muchos sub-yos>>.

– La sabiduría:

<<Un hombre capaz de comprender a Buda, un hombre que tiene noción de los cielos y abismos de la naturaleza humana, no debería vivir en un mundo en el que dominan el common sense, la democracia y la educación burguesa>>.

– Felicidad:

<<-Bien, entonces, ¿qué más quieres?
-Quiero más. No estoy contento con ser feliz, no he sido creado para ello, no es mi sino. Mi determinación es lo contrario>>.

<<El que hoy quiera vivir y alegrarse de su vida, no ha de ser un hombre como tú ni como yo. El que en lugar de chinchín exija música, en lugar de placer alegría, en lugar de dinero alma, en vez de loca actividad verdadero trabajo, en vez de jugueteo pura pasión, para ése no es hogar este bonito mundo que padecemos…>>

<<Muchas veces ha estado usted muy cansado de la vida; usted se afanaba por salir de aquí, ¿no es verdad? Anhelaba abandonar este tiempo, este mundo, esta realidad, y entrar en otra realidad más adecuada a usted, en un mundo sin tiempo. Hágalo usted, querido amigo, yo le invito a ello. Usted sabe muy bien dónde se oculta ese otro mundo, y que lo que usted busca es el mundo de su propia alma. Únicamente dentro de su mismo interior vive aquella otra realidad por la que usted suspira. Yo no puedo darle nada que no exista ya dentro de usted. Yo no puedo presentarle ninguna otra galería de cuadros que la de su alma. No puedo dar a usted nada: sólo la ocasión, el impulso, la clave. Yo he de ayudar a hacer visible su propio mundo; esto es todo>>.

– Renuncia y desapego:

<<Vivir en el mundo, como si no fuera el mundo, respetar la ley y al propio tiempo estar por encima de ella, poseer, «como si no se poseyera», renunciar, como si no se tratara de una renunciación -tan sólo el humorismo está en condiciones de realizar todas estas exigencias, favoritas y formuladas con frecuencia, de una sabiduría superior de la vida>>.  

– Vida:

<<En todos estos sacudimientos de mi vida salía al final ganando alguna cosa, eso no podía negarse, algo de espiritualidad, de profundidad, de liberación; pero también algo de soledad, de ser incomprendido, de desaliento. Mirada desde el punto de vista burgués, mi vida había sido, de una a otra de estas sacudidas, un constante descenso, una distancia cada vez mayor de ]o normal, de lo permitido, de lo saludable. En el curso de los años había perdido profesión, familia y patria; estaba al margen de todos los grupos sociales, solo, amado de nadie, mirado por muchos con desconfianza, en conflicto amargo y constante con la opinión pública y con la moral; y aunque seguía viviendo todavía dentro del marco burgués era yo, sin embargo, con todo mi sentir y mi pensar, un extraño en medio de este mundo>>.

<<Es verdad; la vida es siempre terrible. Nosotros no tenemos la culpa y somos responsables, sin embargo. Se nace y ya es uno culpable>>

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