Tengo el blog bastante descuidado desde hace alg\u00fan tiempo: ni escribo ni respondo a los comentarios con la diligencia que deber\u00eda. La raz\u00f3n es sencilla: no tengo por el momento nada nuevo que decir. No es que haya perdido el inter\u00e9s por los temas que aqu\u00ed se tratan ni mucho menos, simplemente estoy pasando por una etapa m\u00e1s pr\u00e1ctica: m\u00e1s atenci\u00f3n y menos teor\u00eda. O quiz\u00e1 s\u00f3lo se la falta de luz de estos meses de invierno aqu\u00ed en Alemania (que es donde vivo), que me hace menos sociable \ud83d\ude42 La cuesti\u00f3n es que no solo me apetece menos escribir, sino que tambi\u00e9n estoy leyendo mucho menos de lo que suelo.
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Sea como fuere, s\u00ed que me apetec\u00eda escribir hoy lo siguiente:
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Hay algunas frases que, desde que las le\u00ed\/escuch\u00e9 por primera vez, raro es el d\u00eda del que no vuelvo a recordarlas por alguna u otra raz\u00f3n. Hay especialmente dos que parece que las tengo tatuadas en la memoria.
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Una de ellas me la ense\u00f1\u00f3 mi apreciado Tao<\/a> (cuya lectura de su blog tambi\u00e9n tengo m\u00e1s descuidadada de lo que deber\u00eda). La verdad es que no me acuerdo cuando la le\u00ed por primera vez, creo que fue en alg\u00fan comentario suyo. Se trata, si no recuerdo mal, de un proverbio Zen que dice:<\/p>\n\n\n\n Te pase lo que te pase, no es asunto tuyo.<\/p><\/blockquote>\n\n\n\n