Según Buda, los seres ignoramos nuestra propia naturaleza y la del mundo que nos rodea. Esta ignorancia no se refiere tanto a la falta de conocimiento sino a la incapacidad de ser plena y activamente conscientes de que tanto nosotros como todo lo mundano es efímero, y que por tanto sólo nos puede proporcionar una felicidad efímera.

Sin embargo, centramos en lo mundano la finalidad y la base de nuestra existencia: en lo mundano buscamos nuestro bienestar, nuestra estabilidad, nuestra seguridad, etc..  Y no sólo lo buscamos, sino que no creamos lazos emocionales hacia ello, pues creamos sentimientos de afecto por lo que nos agrada y de aversión por lo que nos desagrada.


Nuestra vida, o la de la mayoría de personas, gira en torno a su trabajo, sus planes de futuro, su pareja, sus bienes materiales, su dinero, su fama, etc.. Vivimos creyendo que conseguir todo eso nos va a proporcionar un estado de bienestar duradero; vivimos como si no fuésemos a morir;  vivimos creyendo que todo eso nunca va a acabar; etc.. vivimos, en fin, totalmente centrados en aspectos efímeros y fútiles de nuestra existencia.

La ignorancia que nos hace vivir en esta ilusión, es la razón por la cual nos apegamos al mundo: a nuestros bienes, nuestro «yo», a la vida misma, etc..  Este apego, este deseo -y este odio por todo lo que nos impide ese bienestar mundano- es la causa de nuestro sufrimiento. Este conocimiento lo compendió en las Cuatro Verdades Nobles.

No hay que entender el sufrimiento  meramente como aquél estado de padecimiento, dolor o pena, sino como todos aquellos sentimientos de insatisfacción y desasosiego que experimentamos a lo largo de nuestra vida.
Este deseo por lo mundano es, por tanto, la causa de nuestro sufrimiento en la doctrina budista. Si fuésemos plenamente conscientes de la impermanencia de lo mundano y de nuestro «yo«, e incluso de su inexistencia (ver el post sobre la vacuidad y el origen dependiente), no tendríamos ya razones para sentir apego o aversión, eliminando por tanto nuestro deseo y cesando de tal manera nuestro sufrimiento.

De hecho, el budismo va un paso más allá y no pretende solamente el cese de nuestro sufrimiento en esta vida, sino que, anclado en la teoría del renacimiento, considera que una vez iluminados (esto es, una vez alcancemos un estado consciente en el que seamos plenamente conscientes de concebir la realidad como realmente es, deshaciéndonos así de nuestro deseo y nuestro sufrimiento) seremos capaces de escapar del ciclo de existencias sin comienzo ni fin en el que estamos atrapados, denominado Samsara, por lo que no nos veremos obligados a renacer de nuevo en otra vida en la que volvamos a experimentar sufrimiento.

Para finalizar, transcribo dos fragmentos de un sermón recogido en el Majjhima Nikaya pronunciado por el venerable Sariputta, un monje discípulo de Buda, en los que se exponen la Noble Verdad del Sufrimiento y la Noble Verdad del Origen del Sufrimiento:

<<¿Y cuál es, amigos, la Noble Verdad del Sufrimiento? Pues nacer es sufrir, envejecer es sufrir, morir es sufrir, la pena, el lamento, el dolor, la aflicción, la tribulación son sufrimiento; no conseguir lo que se anhela es sufrimiento, en una palabra, estar sujeto a lo que desagrada es sufrimiento, estar privado de lo que agrada es sufrimiento>>.
<<¿Y cuál es, amigos, la Noble Verdad del Origen del Sufrimiento? Es el deseo que produce la repetición de existencias, que conlleva goce y pasión, y goza con esto y aquello, es decir: el deseo de los sentidos, el deseo de existir y el deseo de no existir>>.

Si quieres saber más, como siempre, te recomiendo pasarte por Bosque Theravada o hacerte con una copia de la traducción de Amadeo Solé-Leris y Abraham Vélez de Cea de una selección de sermones del Majjhima Nikaya.
@ElBudaCurioso

Foto: Luigi Anzivino