Nietzsche – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com Blog sobre budismo, meditación, y otros Sat, 26 Sep 2020 13:04:46 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.5.3 https://elbudacurioso.com/wp-content/uploads/2018/12/cropped-7879b-img-photo-art-765828819-32x32.jpg Nietzsche – El Buda Curioso https://elbudacurioso.com 32 32 Pasajes: Nietzsche, sobre el budismo https://elbudacurioso.com/2014/07/21/pasajes-nietzsche-budismo/ Mon, 21 Jul 2014 15:16:32 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=846 Antes de seguir leyendo, que conste en acta que mi intención aquí es meramente la de compartir este pasaje de Nietzsche, del cual me interesa lo que comenta sobre el budismo, y no la comparación que hace con el cristianismo.... Seguir leyendo →

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Antes de seguir leyendo, que conste en acta que mi intención aquí es meramente la de compartir este pasaje de Nietzsche, del cual me interesa lo que comenta sobre el budismo, y no la comparación que hace con el cristianismo. Que conste también que ni comparto su crítica al cristianismo, religión me merece tantísimo respeto como cualquier otra, ni que mi intención aquí es la de crear cualquier tipo de polémica al respecto.
Sacado de El Anticristo, §20:
Condenando al cristianismo, no quiero cometer una injusticia con una religión afín, que hasta cuenta con mayor número de fieles; me refiero al budismo. El cristianismo y el budismo están emparentados como religiones nihilistas, son religiones de la décadence; y sin embargo, están diferenciados entre sí del modo más singular. Por el hecho de que ahora sea posible compararlos, el crítico del cristianismo está profundamente agradecido a los eruditos indios. El budismo es cien veces más realista que el cristianismo; ha heredado el planteo objetivo y frío de los problemas, es posterior a un movimiento filosófico multisecular; al advenir él, ya estaba desechada la concepción de “Dios”. Es el budismo la única religión propiamente positivista en la historia, aun en su teoría del conocimiento (un estricto fenomenalismo); ya no proclama la “lucha contra el pecado” sino reconociendo plenamente los derechos de la realidad, la “lucha contra el sufrimiento”. Lo que lo distingue radicalmente del cristianismo es el hecho de que está con el autoengaño de los conceptos morales tras si, hallándose, según mi terminología, más allá del bien y del mal. Los dos hechos fisiológicos en que descansa y que tiene presentes son, primero, una irritabilidad excesiva, que se traduce en una sensibilidad refinada al dolor, y segundo, una hiperespiritualización, un desenvolvimiento excesivamente prolongado en medio de conceptos y procedimientos lógicos, proceso en que el instinto de la persona ha sufrido menoscabo en favor de lo “impersonal” (dos estados que algunos de mis lectores, por lo menos los “objetivos”, conocerán, como yo, por experiencia). Estas condiciones fisiológicas han dado origen a una depresión; contra la que procede Buda valiéndose de medidas higiénicas. Para combatirla receta la vida al aire libre, la existencia trashumante, una dieta frugal y seleccionada, la prevención contra todas las bebidas espirituosas, asimismo contra todos los afectos que “hacen mala sangre”; también una vida sin preocupaciones, ya por sí mismo o por otros. Exige representaciones que sosieguen o alegren, e inventa medios de ahuyentar las que no convienen. Entiende la bondad, la jovialidad, como factor que promueve la salud. Desecha la oración, lo mismo que el ascetismo; nada de imperativos categóricos, nada de obligaciones, ni aun dentro de la comunidad monástica (que puede abandonarse), pues todo esto serviría para aumentar esa irritabilidad excesiva. Por esto Buda se abstiene de predicar la lucha contra los que piensan de otra manera, su doctrina nada repudia tan categóricamente como el afán vindicativo, la antipatía, el resentimiento (“no es por la enemistad como se pone fin a la enemistad”, tal es el conmovedor estribillo del budismo…). Y con razón; precisamente estos afectos serían de todo punto perjudiciales con respecto al propósito dietético primordial. El cansancio mental con que se encuentra Buda y que se traduce en una “objetividad” excesiva (esto es, en un debilitamiento del interés individual, en pérdida de gravedad, de “egoísmo”) lo combate refiriendo aun los intereses más espirituales estrictamente a la persona. En la doctrina de Buda el egoísmo está estatuido como deber; el “cómo lo libras tú del sufrimiento” regula y limita toda la dieta mental (es permitido, acaso, trazar un paralelo con aquel ateniense que a su vez declaró la guerra al “espíritu científico” puro con Sócrates, que dio al egoísmo personal en el reino de los problemas igualmente categoría de moral).

– F. Nietzsche, El Anticristo, §20

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Nietzsche contra Buda: el Yo https://elbudacurioso.com/2014/06/05/nietzsche-contra-buda-el-yo/ https://elbudacurioso.com/2014/06/05/nietzsche-contra-buda-el-yo/#comments Thu, 05 Jun 2014 10:28:05 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=638 Aunque este artículo va sobre Nietzsche y Buda, permítanme que empiece citando, como no podía ser de otra manera, a Descartes, el cual decía que se puede y se debe dudar de todo, pues para llegar a construir una filosofía válida... Seguir leyendo →

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Aunque este artículo va sobre Nietzsche y Buda, permítanme que empiece citando, como no podía ser de otra manera, a Descartes, el cual decía que se puede y se debe dudar de todo, pues para llegar a construir una filosofía válida hay que deshacerse de cualquier prejuicio que tengamos. Por lo tanto, y si hay que dudar de todo, de lo primero que hay que dudar es del mundo que nos rodea y hasta de nuestra propia existencia.
¿Pero cómo construir una filosofía a partir de tal punto en el que no está claro ni que existamos? Descartes lo solucionó con una idea magistral: se puede dudar de todo, del mundo que nos rodea y de la idea que tenemos de nosotros mismos, pero de lo único que no se puede dudar es de la propia duda, de que pensamos, y por lo tanto, existimos cómo mínimo en cuanto sujeto pensante. De ahí su tan famosa aseveración: <<Pienso, luego existo>>.

Pero en seguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, quien lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: «yo pienso, por lo tanto soy» era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.

– El discurso del método, Descartes

¿Quién iba a poder rebatir tremenda aseveración? Aunque otros puntos de su discurso no lograban convencerme, ¿cómo dudar de que existo, cómo mínimo, en cuanto sujeto pensante? Es imposible, simplemente imposible. Es perfecto: pienso, luego existo.
Años más tarde topé con Nietzsche, que en apenas dos párrafos derrumbó el «pienso, luego existo» de tal manera que ya nunca más podría ser reconstruido. Cito:

Aunque el pueblo crea que conocer es un conocer-hasta-el-final, el filósofo tiene que decirse: «cuando yo analizo el proceso expresado en la proposición `yo pienso’ obtengo una serie de aseveraciones temerarias cuya fundamentación resulta difícil, y tal vez imposible, – por ejemplo, que yo soy quien piensa, que tiene que existir en absoluto algo que piensa, que pensar es una actividad y el efecto causado por un ser que es pensado como causa, que existe un ‘yo’ y, finalmente, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar, – que yo sé qué es pensar. Pues si yo no hubiera tomado ya dentro de mí una decisión sobre esto, ¿de acuerdo con qué apreciaría yo que lo que acaba de ocurrir no es tal vez `querer’ o `sentir’? En suma, ese `yo pienso’ presupone que yo compare mi estado actual con otros estados que ya conozco en mí, para de ese modo establecer lo que tal estado es: en razón de ese recurso a un `saber’ diferente tal estado no tiene para mí en todo caso una `certeza’ inmediata.» – En lugar de aquella «certeza inmediata» en la que, dado el caso, puede creer el pueblo, el filósofo encuentra así entre sus manos una serie de cuestiones de metafísica, auténticas cuestiones de conciencia del intelecto, que dicen así: «¿De dónde saco yo el concepto pensar? ¿Por qué creo en la causa y en el efecto? ¿Qué me da a mí derecho a hablar de un yo, e incluso de un yo como causa, y, en fin, incluso de un yo causa de pensamientos?»

Y prosigue unos renglones después:

En lo que respecta a la superstición de los lógicos: yo no me cansaré de subrayar una y otra vez un hecho pequeño y exiguo, que esos supersticiosos confiesan de mala gana, – a saber: que un pensamiento viene cuando «él» quiere, y no cuando «yo» quiero; de modo que es un falseamiento de los hechos decir: el sujeto «yo» es la condición del predicado «pienso». Ello piensa: pero que ese «ello» sea precisamente aquel antiguo y famoso «yo», eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una «certeza inmediata». En definitiva, decir «ello piensa» es ya decir demasiado: ya ese «ello» contiene una interpretación del proceso y no forma parte de él. Se razona aquí según el hábito gramatical que dice «pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia -». Más o menos de acuerdo con idéntico esquema buscaba el viejo atomismo, además de la «fuerza» que actúa, aquel pedacito de materia en que la fuerza reside, desde la que actúa, el átomo; cabezas más rigurosas acabaron aprendiendo a pasarse sin ese «residuo terrestre», y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño «ello» (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo).

– Más allá del bien y del mal, F. Nietzsche

¿Después de destruir el «yo», qué propone Nietzsche en cambio? El «yo» para Nietzsche no es más que «una estructura social de muchas almas«. Es decir, esa unidad imaginaria que definimos como nuestro «yo», es en realidad un cuerpo en el que se esconde una multitud de instintos y voluntades diferentes, una pluralidad de personalidades en constante tensión, y a esa colectividad encerrada en dicho cuerpo es a la que designamos como «yo».
Al poco tiempo de adoptar esta nueva forma de ver el «yo», comencé mi periplo por el budismo y me topé con el concepto de anatta, que es una palabra de la lengua pali que significa ausencia de alma, de ego o de un «yo» perdurable e independiente. Es, junto a la transitoriedad (Anicca) y al sufrimiento (Dukkha), una de las tres características de la realidad según el budismo. Es decir, según este concepto de anatta, no existe nada ni en el conjunto de nuestro cuerpo-conciencia ni en ninguna de sus partes que pueda ser definido permanente e indivisiblemente como nuestro «yo», no hay ninguna esencia ni alma, ningún espíritu que trascienda nuestro cuerpo.
En el budismo, todo tiene un origen interdependiente, incluido el «yo». De nuestro cuerpo, de sus órganos perceptivos y de lo que perciben, surge la conciencia, y de esta conciencia surge el «yo». Pero dicho «yo» no es un sujeto real que piensa, sino un mero fenómeno surgido en interdependencia con nuestras percepciones.
Aunque pudiera parecer que la postura budista guarda similitudes con lo propuesto por Descartes, pues el «yo» surge del pensamiento, de la conciencia, eso sería caer en algunos de los errores que Nietzsche señala. La mejor manera de ver esto es comparando metódicamente lo expuesto por Nietzsche con el budismo, dividiéndolo en los puntos en los que coinciden, aunque no lo hagan de manera absoluta, con los que no:
Puntos similares entre Nietzsche y Buda:

  1. El error de suponer que soy yo quien piensa: Pensar es la causa y el efecto es el «yo», aunque este, una vez creado, también tiene capacidad para pensar.
  2. El error de suponer que tiene que existir algo que piensa: No hay ningún «algo» que piense, sino que los pensamientos surgen de manera interdependiente con la conciencia y las percepciones.
  3. El error de suponer que pensar es el efecto de un yo que es a la vez causa y efecto: ver punto uno.
  4. El error de suponer que existe un «yo»: El «yo» es un fenómeno que surge en interdependencia de otros fenómenos, y como cualquier fenómeno, carece de esencia o identidad propia, permanente e indivisible. No hay separación real entre el «yo» y lo que es «no-yo», sino sólo imaginaria.
  5. El error de suponer que sé qué es pensar: experimento un conjunto de sensaciones surgidos de mis percepciones, y de estas salen ideas. Pero verdaderamente no sé la diferencia entre el pensar, el sentir y el percibir. Creo que se lo que es pensar porque comparo ese estado mental definido como «pensar» con otros estados surgidos en mí, pero dicha comparación es sólo una idea más de las que surgen en mí, y puede que no tenga base real.
  6. El error de suponer que los pensamientos vienen cuando yo quiero: al no ser el «yo» la causa, automáticamente hemos de aceptar que los pensamientos vienen cuando ellos quieren.
  7. Estructura social de muchas almas: Ese «yo» es un conjunto (y un producto) de percepciones, sensaciones e ideas, un conjunto de conciencias en constante tensión.

Punto discordante entre Nietzsche y Buda:

  1. El error de creer en la causa y efecto: aunque respecto a la no causa-efecto del «yo» coinciden Buda y Nietzsche, en general, la creencia en la causa y efecto es un aspecto clave en el budismo, y sin tal relación de causa y efecto la mayoría de axiomas en los que el budismo se basa se derrumbarían.

En otras palabras, no soy un sujeto que piensa, sino un mero flujo de pensamientos que surgen y desaparecen a su antojo, creando a su paso la ilusión del sujeto. Aunque respecto a esto hay un matiz: aunque los pensamientos vienen cuando ellos quieren tal y como Nietzsche señala, una vez tomamos conciencia de ese «yo» irreal y del flujo de pensamientos que lo crea, podemos llegar a controlar tal flujo, lo cual puede parecer contradictorio, pues ¿quién es el que toma conciencia de ese «yo», quién es el que controla tal «flujo»?  La respuesta es ese mismo «yo». Deshacernos de la ilusión del «yo» no significa que ese «yo» deje de existir, que nuestra conciencia deje de existir, sino que el mismo «yo», la misma conciencia, es consciente de su impermanencia y de su naturaleza ireal y se observa a sí mismo en tercera persona, autocontrolándose.
Se que el tema puede resultar un tanto complicado de comprender, sobre todo si se explica de manera tan breve como yo lo he hecho aquí y con mi dudosa capacidad de exposición, por lo que intento resumir las conclusiones esquemáticamente de la siguiente forma:

  • Descartes: 
    • La existencia, el «yo», se demuestra a través del propio pensamiento. Mi pensamiento existe, y lo ha debido de crear un «yo» que piense, luego yo existo.
  • Nietzche: 
    • El «yo» no se puede demostrar a través del pensamiento, porque no se a ciencia cierta si hay relación causa efecto entre yo y pensamiento ni el orden de dicha relación si la hay, ni siquiera sé exactamente qué es pensar ni si dicho pensar es una acción que deba tener un sujeto que la realice.
    • La unidad que designamos como «yo» es un cuerpo que encierra un conjunto de percepciones, sensaciones e ideas en constante tensión.
  • Buda:
    • Del cuerpo y de lo percibido surge la percepción, de la percepción surge la conciencia, y de la conciencia surge el «yo». Cuerpo, percepción, fenómenos percibidos, conciencia y «yo» son fenómenos interdependientes. Hay un «yo» con capacidad de pensar, pero este «yo» es creado a partir del propio pensamiento.
    • Ese «yo» es un conjunto (y un producto) de percepciones, sensaciones e ideas, un conjunto de conciencias en constante tensión. En ninguna parte de ese conjunto, ni en el conjunto en sí, hay nada que pueda ser designado permanente e indivisiblemente como «yo».

Me despido citando a Hermann Hesse en El lobo estepario:

Y es que, claro, el pecho, el cuerpo no es nunca más que uno; pero las almas que viven dentro no son dos, ni cinco, sino innumerables; el hombre es una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos. Esto lo reconocieron y lo supieron con exactitud los antiguos asiarcas, y en el budismo se inventó una técnica precisa para desenmascarar el mito de la personalidad. Pintoresco y complejo es el juego de la vida: este mito, por desenmascarar el cual se afanó tanto la India durante mil años, es el mismo por cuyo sostenimiento y vigorización ha trabajado el mundo occidental también con tanto ahínco.

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Referencias:

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Nietzsche y el desapego https://elbudacurioso.com/2014/05/01/nietzsche-y-el-desapego/ https://elbudacurioso.com/2014/05/01/nietzsche-y-el-desapego/#comments Thu, 01 May 2014 08:04:01 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=327 Tenemos que darnos a nosotros mismos nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y al mando; y hacer esto a tiempo. No debernos eludir nuestras pruebas, a pesar de que acaso sean ellas el juego más peligroso que... Seguir leyendo →

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Tenemos que darnos a nosotros mismos nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y al mando; y hacer esto a tiempo. No debernos eludir nuestras pruebas, a pesar de que acaso sean ellas el juego más peligroso que quepa jugar y sean, en última instancia, sólo pruebas que exhibimos ante nosotros mismos como testigos, y ante ningún otro juez. No quedar adheridos a ninguna persona: aunque sea la más amada, – toda persona es una cárcel, y también un rincón. No quedar adheridos a ninguna patria: aunque sea la que más sufra y la más necesitada de ayuda, – menos difícil resulta desvincular nuestro corazón de una patria victoriosa. No quedar adheridos a ninguna compasión: aunque se dirigiese a hombres superiores, en cuyo raro martirio y desamparo un azar ha hecho que fijemos nosotros la mirada. No quedar adheridos a ninguna ciencia: aunque nos atraiga hacia sí con los descubrimientos más preciosos, al parecer reservados precisamente a nosotros. No quedar adheridos a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura, a fin de ver cada vez más cosas por debajo de sí: – peligro del que vuela. No quedar adheridos a nuestras virtudes ni convertirnos, en cuanto totalidad, en víctima de cualquiera de nuestras singularidades, por ejemplo de nuestra «hospitalidad»: ése es el peligro de los peligros para las almas de elevado linaje y ricas, las cuales se tratan a sí mismas con prodigalidad, casi con indiferencia, y llevan tan lejos la virtud de la liberalidad que la convierten en un vicio. Hay que saber reservarse: ésta es la más fuerte prueba de independencia.

– F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal

Como bien dice Nietzsche en las primeras frases, somos los únicos jueces, a la vez que testigos, de nuestras propias acciones. Nosotros tenemos que demostrarnos nuestro propio control sobre nosotros mismos. Leyéndolo se me vienen a la mente estos versos del Dhammapada (una colección de versos atribuidos al Buda):

No deberíamos considerar los fallos de los demás, ni lo que los otros han hecho o dejado de hacer, sino nuestros propios actos cometidos u omitidos.

Uno mismo es su propio refugio. ¡Qué otro refugio podría haber! Habiéndose controlado a uno mismo, se obtiene un refugio difícil de conseguir.

– Dhammapada, versos 50 y 166, respectivamente.

Prosigue de cómo no hay que quedar adheridos a nada. Bien es vedad que Nietzsche no pretendía con este desapego cosa tan vulgar como la felicidad, sino la pura libertad y la independencia del ser. Aunque no inmediato, su objetivo último era la felicidad, por lo que de nuevo no puedo evitar recordar estos otros versos:

El santo se desapega de todo y no se implica en la avidez sensual. Cuando le alcanza la felicidad o el sufrimiento, con sabiduría no se deja afectar ni por la euforia ni por el abatimiento.

Evita la identificación con lo querido, porque la separación de ello representa dolor; las ataduras no existen para aquel que no hace diferencias entre querido y no querido.

– Dhammapada, versos 83 y 211, respectivamente.

 
Las últimas frases me recuerdan por su parte este otro verso, que bien valdrían, además, para resumir el pasaje entero:

Esta mente voluble e inestable, tan difícil de gobernar, la endereza el sabio como el arquero endereza la flecha.

– Dhammapada, verso 33

 
En Bosque Theravada puedes encontrar esta traducción en español del Dhammapada.
@ElBudaCurioso

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Nietzsche contra Buda: el budismo como moral https://elbudacurioso.com/2014/04/07/nietzsche-contra-buda-budismo-moral/ https://elbudacurioso.com/2014/04/07/nietzsche-contra-buda-budismo-moral/#comments Mon, 07 Apr 2014 09:36:13 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=163 Seguro que alguna vez, al igual que a mí, se te ha ocurrido lo siguiente: ¿no es al cabo el budismo otra filosofía más?, ¿no supone acaso otra moral más que proclama la verdad como punto de partida y la... Seguir leyendo →

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Seguro que alguna vez, al igual que a mí, se te ha ocurrido lo siguiente: ¿no es al cabo el budismo otra filosofía más?, ¿no supone acaso otra moral más que proclama la verdad como punto de partida y la felicidad como destino?, ¿no está también originada por unas causas y condiciones tal y como formula el propio concepto del surgir dependiente en el que se basa?Aunque mucho más generalista y universal, el budismo propone al fin y al cabo, al igual que tantas otras filosofías y religiones, un sistema de valores y una moral determinada con la que el humano ha de vivir. La iluminación y todo lo que conlleva es ahora el fin de todo ser viviente; la compasión y el desapego son las reglas básicas de su moral.
Antes de nada, que quede claro que no es mi intención aquí dar una conclusión al respecto, simplemente invitar al lector a la reflexión. Y como siempre, si tienes otra opinión o crees que he malentendido algo, comenta.
Siguiendo con el tema y citando a Nietzsche en Más allá del bien y del mal:

<<Todas esas morales que se dirigen a la persona individual para procurarle su «felicidad», según se dice, qué otra cosa son que propuestas de comportamiento en relación con el grado de peligrosidad en que la persona individual vive a causa de sí misma; recetas contra sus pasiones, sus inclinaciones buenas y malas, dado que éstas tienen voluntad de poder y quisieran desempeñar el papel de señor; […] porque se dirigen a «todos», porque generalizan donde no es lícito generalizar, todas ellas hablando en un tono incondicional, tomándose a sí mismas como algo incondicional […] Intelectualmente considerado, todo esto es poco valioso, y no es aún, ni de lejos, «ciencia», y mucho menos «sabiduría»>>.

Que conste que aunque Nietzsche no se estaba refiriendo en el párrafo anterior al budismo, o al menos no de manera explícita, podemos entenderlo como una crítica implícita a éste, pues el budismo es precisamente eso: una receta contra el peligro (o sufrimiento) que el hombre se causa a sí mismo.
Primero, y aun si consideramos como verdadero todo lo anterior y por tanto el budismo como simplemente otra filosofía y moral más entre tantas otras basada en parte en la falacia y en la denegación de la voluntad de poder del individuo, ¿qué tiene de malo? El budismo, considerándolo de forma pragmática, nos muestra una forma de ver el mundo y de enfrentarnos a él que nos permita ser felices, y en la medida en que lo consiga, es válido como sistema.
Parafraseando de nuevo a Nietzsche al respecto: <<La falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra él; […] La cuestión está en saber hasta qué punto ese juicio favorece la vida, conserva la vida, conserva la especie, quizá incluso selecciona la especie>>. Se que estoy sacándolo un poco (o mucho) de contexto, pues el budismo no pretende conservar la vida en el sentido que Nietzsche pretendía, pero si usamos el mismo modo de razonar que el usado en dicha reflexión, y considerando el objeto del budismo como «una receta para controlar al hombre», podríamos decir que esto no supone una objeción contra él, pues favorece al ser en cuanto a su bienestar.
Segundo, y en cuanto a su «incondicionalidad», lo cierto es que la meditación juega un papel clave en el autoconvencimiento. Es decir, mediante la meditación nos autoconvencemos de que el mundo es tal y como el budismo nos dice. Y funciona. Nos llegamos a creer que estamos en posición de la verdad absoluta. De la misma manera que en los mandamientos cristianos se dice: «no adorarás a otros dioses», en el budismo se dice: «esta es la verdad y no otra», lo que viene a ser lo mismo: «no adorarás a otra verdad».  Pero, al fin y al cabo, ¿existe una realidad absoluta o la realidad la creamos nosotros? Porque si no existe una realidad absoluta, la realidad de la que nos convenzamos es, entonces, la verdadera.
Tercero, y siguiendo con la hipótesis de que el budismo se asienta en la falacia y que, por tanto, la realidad que nos muestra como verdad absoluta sea una mera apariencia, una verdad relativa, cito de nuevo a Nietzsche: <<Que la verdad sea más valiosa que la apariencia, eso no es más que un prejuicio moral; es incluso la hipótesis peor demostrada que hay en el mundo. No existiría vida alguna a no ser sobre la base de apreciaciones y de apariencias perspectivistas; y  si alguien quisiera eliminar del todo el «mundo aparente», ¡tampoco quedaría ya nada de nuestra verdad!>>.
Cuarto, ¿por qué debemos catalogarlo todo automáticamente en verdadero y falso, y por tanto una filosofía como válida o no válida en función de nuestro razonamiento lógico?,¿no se trata más bien de un engaño del lenguaje por el que estamos condicionados?, ¿tiene todo que ser tesis o antítesis, no hay nada entre medias? <<El lenguaje es incapaz de ir más allá de su propia torpeza y continua hablando de antítesis allí donde únicamente existen grados y una compleja sutileza de gradaciones>>.
¿Y tú, qué opinas al respecto?
@ElBudaCurioso

Foto: SPDP

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Nietzsche contra Buda: el vacío https://elbudacurioso.com/2014/03/09/nietzsche-contra-buda-el-vacio/ https://elbudacurioso.com/2014/03/09/nietzsche-contra-buda-el-vacio/#comments Sun, 09 Mar 2014 13:51:20 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=179 He aquí uno de los muchos puntos en los que Nietzsche se acercaba al budismo de tal manera que casi parece decir lo mismo que Buda. Y es que, de forma muy similar al concepto budista de vacío, Nietzsche afirmaba... Seguir leyendo →

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He aquí uno de los muchos puntos en los que Nietzsche se acercaba al budismo de tal manera que casi parece decir lo mismo que Buda. Y es que, de forma muy similar al concepto budista de vacío, Nietzsche afirmaba que los objetos y fenómenos que percibimos como reales son meras ilusiones psicológicas producidas en la mente del observador. Es decir, la realidad que observamos es una mera proyección de nuestras ideas. Nada por tanto existe como tal sin la mente que lo designa, no hay habiendo separación entre ésta y el objeto o fenómeno designado.

A continuación comento unos fragmentos sacados de Más allá del bien y del mal que pueden ayudar a entender mejor su postura:
<<Así como hoy un lector no lee en su totalidad cada una de las palabras (y mucho menos cada unas e las sílabas) de una página – antes bien, de veinte palabras extrae al azar unas cinco y «adivina» el sentido que presumiblemente corresponde a esas cinco palabras-, así tampoco nosotros vemos un árbol de manera rigurosa y total en lo que respecta a sus hojas, ramas, color, figura; nos resulta mucho más fácil fantasear una aproximación del árbol. Continuamos actuando así aun en medio de las vivencias más extrañas: la parte mayor de la vivencia nos la imaginamos con la fantasía, y resulta difícil forzarnos a no contemplar cualquier proceso como «inventores»>>.
Es decir, Nietzsche afirma que cuando vemos un árbol, lo que en realidad nuestra mente está haciendo es, a través de la percepción de un conjunto formado por un tronco, ramas, hojas, etc.., proyectar en ese conjunto nuestra idea de árbol, de manera que no vemos realmente el árbol como es, sino según nuestra proyección de dicha idea. Esto no niega la existencia del árbol, sino que reformula su existencia de tal manera que ese árbol (no sólo el concepto como afirma el vacío budista, sino la propia imagen que vemos) es tan solo una aproximación de la realidad, una representación de ésta. El árbol como realidad absoluta deja de existir, pues cada persona vería un árbol diferente, siendo por tanto una realidad relativa según el observador. Este razonamiento lo explica Nietzsche de manera más explícita en este otro fragmento:
<<En el curso de una conversación animada yo veo a menudo ante mí de un modo tan claro y preciso el rostro de la persona con quien hablo, según el pensamiento que ella expresa, o que yo creo haber suscitado en ella, que ese grado de claridad supera con mucho la fuerza de mi capacidad visual: la finura del juego muscular y de la expresión de los ojos tiene que haber sido añadida, por lo tanto, por mi imaginación. Probablemente la persona tenía un rostro completamente distinto o, incluso, no tenía ninguno>>.
Cada persona interpretaría el rostro de manera diferente, pues al fin y al cabo el rostro que percibimos no es más que una interpretación del verdadero rostro, y dicha interpretación está condicionada por nuestra cultura, sentimientos, etc.. por lo que una interpretación de dicha visión sería, valga la redundancia, una interpretación de una interpretación, no existiendo por tanto algo así como una verdad absoluta.
Nietzsche propone la verdad aparente, presente y mutable, como válida en contra de la verdad como realidad, eterna e inmutable. La verdad absoluta deja de existir por tanto, siendo sustituida por una realidad relativa, formada según nuestra voluntad, sentimientos y afecciones.
Hasta donde yo entiendo, el concepto de vacío budista y lo dicho por Nietzsche se diferencia por tanto en un aspecto muy importante: Nietzsche se centra en la proyección que hacemos de la realidad,  mientras que el vacío budista, como ya expliqué en su respectivo post, se centra en la ausencia de entidad propia del objeto o fenómeno observado.
Y tú, qué opinas?

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Nietzsche contra Buda: Introducción https://elbudacurioso.com/2014/03/01/nietzsche-contra-buda-introduccion/ https://elbudacurioso.com/2014/03/01/nietzsche-contra-buda-introduccion/#comments Sat, 01 Mar 2014 10:20:19 +0000 https://elbudacurioso.com/?p=65 Por raro que pueda parecer a aquellos que conozcan su obra, yo me hice budista gracias a Nietzsche. Nietzsche para mí, más que un creador de una nueva filosofía, es un destructor de toda filosofía anterior. Leerlo me hizo comprender... Seguir leyendo →

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Por raro que pueda parecer a aquellos que conozcan su obra, yo me hice budista gracias a Nietzsche.

Nietzsche para mí, más que un creador de una nueva filosofía, es un destructor de toda filosofía anterior. Leerlo me hizo comprender la cantidad de falacias en las cuales se han basado hasta ahora las principales religiones, culturas, etc.. Cambió mi modo de razonar y concebir la realidad por completo.

Este cambio no fue en absoluto traumático, sino todo lo contrario, pues supuso para mí una especie de iluminación: por fin conocía el modo adecuado de razonar y ver el mundo, o cuanto menos, conocía cuál era el falso. El problema es que la verdad por sí sola no me servía para nada, y el camino a veces mostrado por Nietzsche para vivir con esa verdad tampoco es que me convenciese demasiado.

Entonces apareció Buda. A pesar de la crítica de Nietzsche hacia el budismo, al estudiar las enseñanzas de Buda (y me refiero a directamente las de Buda, no a las de cualquier otro maestro o escuela budista) tenía constantemente la impresión de que el modo de razonamiento con el que ambos habían desarrollado su saber se asimilaba enormemente, si bien la mayoría de las veces llegaban a conclusiones muy diferentes.

No soy ni un maestro en filosofía, ni un experto en Nietzsche ni en el budismo, pero hay asuntos en los que estoy totalmente convencido de la incomprensión por parte de Nietzsche hacia algunos conceptos budistas. No hacia los conceptos en sí, sino a la finalidad que tales conceptos perseguían.

Es decir, aunque habiendo ambos reconocido la realidad tal y como verdaderamente es, proponían un camino muy distinto para enfrentarse a ella. La de Buda conducía a un estado de felicidad, la de Nietzsche, todavía no se muy bien hacia dónde.

Para los que no estén familiarizados con uno o con otro, a continuación expongo un resumen de mi concepción de sus enseñanzas. No es mi intención explicar en profundidad ni en esta entrada ni en este blog dichas enseñanzas, pues ni estoy cualificado para tal tarea ni creo que sea práctico, ya que hay cantidad suficiente de textos magníficos escritos por gente más preparada que yo.

La enseñanza de Buda en dos párrafos:

Buda consideraba que tenemos una concepción equivocada del mundo, pues ignoramos (o no somos lo suficientemente conscientes) que todo en esta vida es pasajero y que, por tanto, nada de lo que hay en ella nos puede proporcionar una felicidad duradera. Debido a esta ignorancia, buscamos precisamente en cosas mundanas (no me refiero sólo a cosas meramente materiales) nuestra felicidad, apegándonos a dichas cosas, a nuestros sentimientos hacia ellas, etc.. Dicho apego nos hace infelices pues, el no conseguir dichas cosas, el miedo a perderlas una vez conseguidas, su extinción inevitable y el esfuerzo para conseguirlas sólo nos acarrea sufrimiento. Comprendiendo esto y reeducando a nuestra mente para que sea plenamente consciente de ello, podemos deshacernos de ese deseo o apego hacia lo mundano, alcanzando con ello una estado de felicidad permanente.

La vacuidad (falta de esencia propia en cualquier objeto o fenómeno) y el origen dependiente (todo se origina por unas determinadas causas y condiciones a partir de otro algo) son dos conceptos claves para entender la enseñanza de Buda. Si estos conceptos se llevan hasta sus consecuencias finales aterrizamos en otro de los conceptos claves del budismo: la compasión o la ecuanimidad. No hay separación real entre nuestro «yo» y el resto de «seres sintientes», motivo por el cual no debemos preocuparnos solamente por nuestro bienestar sino que debemos hacerlo también por el del resto de seres. 

La enseñanza de Nietzsche en dos párrafos:

Nietzsche consideraba que el objetivo al que todo ser vivo aspira es al de imponer su poder: la voluntad de poder, como lo definió. El instinto de supervivencia, que hasta ahora se había creído la finalidad última de todo ser viviente, pasa a ser una mera consecuencia o requisito de la voluntad de poder. Debido a la ignorancia por parte de algunos de este rasgo propio, y debido a la vez a la incapacidad de imponerse sobre otros, el humano ha inventado a lo largo de la historia filosofías, religiones, dioses y moralidades que le permitan justificar su propia debilidad, dándole una falsa sensación de protección frente a otros con más poder así como una explicación interesada del mundo.

El sufrimiento, clave en esta vida, no es algo malo ni debe ser superado: debe ser experimentado. Mientras más inclemencias se deban pasar, más fuerte nos haremos. Aquellos que no sean capaces de resistir dichas inclemencias, deben perecer por el bien de la especie. La compasión, la moral y tantos otros términos similares difundidos a lo largo de la historia por tantas religiones y filosofías, no son por tanto más que meros falseamientos de la realidad y del comportamiento humano, creado por y para los débiles en detrimento de los fuertes.

Ahora bien, habiendo leído estas concepciones sobre Nietzsche y sobre Buda, ¿qué loco puede creer que tenían algo en común?  Acerca de esto irá precisamente esta serie de post.
Para terminar, os dejo dos extractos de Buda y Nietzsche que, creo, resumen un poco el núcleo de su filosofía:
Buda, en un sermón sobre la noble búsqueda:

<<Monjes, hay dos búsquedas: la búsqueda noble y la búsqueda que no es noble. […] ¿Y cuál es la búsqueda noble? He aquí que uno que está él mismo sometido a nacimiento, vejez, enfermedad, muerte, pena y contaminación, habiendo comprendido el peligro inherente en lo sometido a nacimiento, vejez, enfermedad, muerte, pena y contaminación, persigue lo no sometido a nacimiento, vejez, enfermedad, pena y contaminación, la suprema salvación de toda sujeción, el Nirvana>>.

Nietzsche, en el Anticristo:

<<¿Qué es bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad. ¿Qué es felicidad? La conciencia de que se acrecienta el poder; que queda superada una resistencia. No contento, sino aumento de poder; no paz, sino guerra; no virtud, sino aptitud (virtud al estilo renacentista, virtud carente de moralina). Los débiles y malogrados deben perecer; tal es el axioma capital de nuestro amor al hombre. Y hasta se les debe ayudar a perecer. ¿Qué es más perjudicial que cualquier vicio? La compasión activa con todos los débiles y malogrados; el cristianismo…>> 

Si tienes otra visión al respecto, no te cortes y compártela con los demás lectores a través de los comentarios.

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