Una de las primeras cosas que aprendes sobre la mente cuando comienzas con la meditación es que tiene muchas mentes.  Esto es porque tienes muchas ideas diferentes sobre cómo satisfacer tus necesidades y encontrar el bienestar, y muchos deseos diferentes basados en esas ideas. Dichas ideas se reducen a diferentes nociones acerca de aquello que constituye la felicidad, dónde ésta puede ser encontrada y quién eres tú como persona: tus necesidades de ciertos tipos de placer y tus habilidades para proveerte de dichos placeres. Por consiguiente, cada deseo actúa como una semilla para un tipo particular de percepción de quién eres y del mundo que te rodea.

Buddha tenía un término técnico para tal percepción de identidad del yo en tal mundo de experiencias: él lo llamó llegar a ser. Toma nota de tal término y del concepto detrás de él, ya que es central para comprender porqué te causas a ti mismo estrés y sufrimiento y cómo se aprende a pararlo.

Si el concepto te parece extraño, piensa en cuando estás empezando a dormirte y alguna imagen de algún sitio aparece en tu mente. Entras dicha imagen, pierdes contacto con el mundo de afuera, y entonces es cuando has entrado en el mundo de los sueños.  Ese mundo de los sueños, más la percepción de haber entrado en él es una forma de llegar a ser.

Una vez que te das cuenta de tal proceso, verás que, verdaderamente, no sólo ocurre en los sueños, sino que ocurre muchas veces a lo largo del día. Para liberarse del estrés y del sufrimiento que tal proceso causa, vas a tener que examinar los muchos llegar a ser que tu mismo creas en la búsqueda para satisfacer tus necesidades – los «yo» creados por tus deseos, así como los diferentes mundos que habitan – ya que sólo cuando has examinado estas cosas detenidamente puedes liberarte de sus limitaciones.

Te darás cuenta de que, en algunos casos, deseos diferentes comparten ideas comunes de lo que la felicidad es y de quién eres tu mismo (como, por ejemplo, los deseos de establecer una familia estable y en seguridad). En otros casos, las ideas presentan conflictos (como, por ejemplo, ciertos deseos para tu familia contradicen tus deseos por alcanzar ciertos placeres inmediatos independientemente de sus consecuencias). Algunos de estos deseos pertenecen a los mismos mundos creados en tu mente, otros a mundos contradictorios y otros a mundos completamente diferentes. Lo mismo ocurre con las diferentes percepciones de tu «yo» viviendo en cada uno de esos mundos. Algunos de tus «yo» están en harmonía entre ellos, otros son incompatible, y otros no guardan en absoluto ninguna relación.

Hay muchas y muy diferentes ideas en tu mente sobre tu «yo», cada una con su propia agenda. Cada uno de esos «yo» es un miembro del comité de la mente. Verás que la mente se parece menos a una única mente y más a un muchedumbre incontrolada: muchas voces diferentes con opiniones asimismo diferentes acerca de lo que deberías hacer.

Algunos miembros del comité son abiertos y honorables acerca de las toma de decisiones detrás de sus deseos. Otros son más oscuros y retorcidos. Cada miembro del comité parece como un político: en busca de votos y de estrategias para satisfacer sus deseos. Algunos de estos miembros son idealistas y honorables, otros no. Así que el comité de la mente se parece menos a una reunión de santos planeando un acto caritativo y más a la asamblea de un gobierno corrupto, en el cual el poder está siempre cambiando de manos entre las diferentes facciones y la mayoría de los tratos se hacen en los pasillos.

Uno de los propósitos de la meditación es que dichos tratos se hagan abiertamente en la asamblea, para que así puedas imponer cierto orden en el comité, de manera que tus deseos en cuanto a la felicidad trabajen siempre en la misma dirección, y no en direcciones opuestas. Pensar en tus diferentes deseos como si se tratase de los diferentes miembros de un comité también de ayudará a comprender que, cuando ciertos objetivos en la práctica de la meditación vaya en contra de algunos de estos deseos, no va en contra de todos.

– Traducido sin permiso de «With each and every breath», de Thanissaro Bikkhu